El
largo ciclo ascendente de las economías del Sudeste asiático está
tocando a su fin con una acelerada fuga de capitales que está
depreciando las monedas de Indonesia, India, Tailandia y Malasia y
hundiendo las operaciones bursátiles en esas naciones.
Si bien la atención sobre lo que está ocurriendo en Asia y en otros
países emergentes de similares dimensiones recién ganó terreno en la
última semana, el incipiente proceso se puso en marcha de manera
tangible en mayo pasado.
Un informe conocido ayer indica que en el trimestre mayo-julio, la huída de capitales de las naciones emergentes totalizó 81.000 millones de dólares.
Este cambio de orientación de los capitales, que comienzan a volar hacia el mercado estadounidense cuyo atractivo comienza a renacer a partir de un probable cambio de la política monetaria de la Reserva Federal, da cuenta también que el fin del “boom” asiático de la última década se viene gestando desde hace tiempo.
La decisión de la cúpula del banco central estadounidense de reducir el monto de la compra de títulos públicos, la denominada ´quantitative easing 3´(Q3), de aquí a fin de año, es el detonante de este giro de los grandes inversores hacia Estados Unidos donde piensan obtener mayores utilidades a partir de un nuevo ciclo alcista de la tasa de interés.
Pero estrechamente relacionado con este factor, el cambio de ciclo que ha comenzado a tomar forma en Asia y otras regiones emergentes se debe en buena parte a la caída de los precios internacionales de materias primas que son y han sido el fuerte de las estructuras productivas de esas economías.
Así se evidencia en el caso de Indonesia, considerado por muchos expertos económicos como un “país serio”, que ha visto descender los ingresos de sus exportaciones de carbón, petróleo y otros recursos naturales.
En este caso, este cambio se refleja en la pérdida de fuerza del crecimiento económico que ha descendido a un ritmo anual del 5,8% en el segundo trimestre, en tanto que la tasa de inflación se ubicaba cerca del 9% interanual y el principal índice bursátil perdía un 20% desde su máximo en mayo, mes en el que se inició la fuga de capitales.
La rupia indonesa, al igual que su homónima de la India, cae sin pausa frente al dólar y en ello repercute significativamente el pasaje de un superávit comercial que se mantuvo durante 14 años a una posición deficitaria del orden del 2,7% del PBI a partir del año pasado, con un aumento hasta el 4,4% en los primeros tres meses de 2013.
India, que enfrenta una compleja situación política desde hace más de un año, ha sufrido una devaluación de la rupia del 13% en los últimos tres meses y una caída del 25% en el volumen operado en la Bolsa en términos de dólares.
La inflación se ubica en el 10%, la tasa más alta de la región, con un déficit fiscal del mismo orden con relación al PBI y una fuga de capitales que ha obligado al Gobierno a instaurar controles de cambio que están siendo contestados negativamente por el mercado.
Pero el inicio de esta crisis no afecta sólo a la región asiática: así como Indonesia ha perdido un 13,6% de sus reservas monetarias entre mayo y julio, algo parecido ha pasado en Turquía que ha cedido un 12,7% de las suyas o la India en donde han caído un 5,5% y en Ucrania cuyas pérdidas han llegado casi al 10%.
La extensión geográfica de la actual ronda de caídas bursátiles, devaluaciones monetarias, menor crecimiento, alza de la inflación y fuga de capitales permite, por tanto, considerar que no estamos en presencia de una simple repetición de la grave “crisis asiática” de 1997-98 sino de un fenómeno más amplio y profundo.
El “pinchazo” de los precios de las materias primas, sumado a un probable cambio de la política de la Reserva Federal, engloba también a las economías de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), tal como lo estamos viendo en las últimas semanas.
Ayer, el real brasileño recuperó algo de terreno frente al dólar después de que el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff anunciara un gigantesco plan de intervención de 60.000 millones de dólares para frenar la depreciación de la moneda que ya suma un 15% en lo que va del año.
Una política dirigista que, con técnicas distintas, reforzó también ayer el gobierno indonesio para frenar también la caída de su rupia debido, al igual que en Brasil, a la fuga de capitales que se está produciendo.
Los problemas de Rusia son similares a partir de la pérdida de ingresos por exportación y también lo son sus consecuencias sobre la balanza corriente y el crecimiento económico.
Mientras tanto, la situación de China tiende a agravar la crisis regional debido a que su economía crece menos y se potencian las dificultades por el elevado grado de endeudamiento iniciado en 2008 para hacer frente a la crisis internacional.
Por todo esto, la nueva situación podría ser vista como la llegada al mundo emergente de la crisis mundial iniciada en Estados Unidos en 2007.
Esa crisis, extendida en 2008 al Viejo Continente, golpea hoy con dureza a la Unión Europea (UE) y sigue limitando una recuperación franca de la economía estadounidense, todo lo cual provoca las serias dudas de la Reserva Federal sobre cómo y cuándo endurecer su política económica.
Si los próximos meses confirman el fin del ciclo alcista de las materias primas, con una mayor caída de los precios, todos estos países verán empeorar su situación y, en esa medida, la salida de la crisis en el mundo desarrollado se verá frenada y podría, incluso, replantearse la coyuntura de 2008-2009.
En este marco, un abandono paulatino de la flexibilización monetaria por parte de la Reserva Federal inducirá a un mayor reflujo de fondos desde el mundo emergente y desde la UE hacia Estados Unidos, que se transformará así en el gran receptor de capitales y un elemento importante de bloqueo para una reactivación de la economía mundial.
Un informe conocido ayer indica que en el trimestre mayo-julio, la huída de capitales de las naciones emergentes totalizó 81.000 millones de dólares.
Este cambio de orientación de los capitales, que comienzan a volar hacia el mercado estadounidense cuyo atractivo comienza a renacer a partir de un probable cambio de la política monetaria de la Reserva Federal, da cuenta también que el fin del “boom” asiático de la última década se viene gestando desde hace tiempo.
La decisión de la cúpula del banco central estadounidense de reducir el monto de la compra de títulos públicos, la denominada ´quantitative easing 3´(Q3), de aquí a fin de año, es el detonante de este giro de los grandes inversores hacia Estados Unidos donde piensan obtener mayores utilidades a partir de un nuevo ciclo alcista de la tasa de interés.
Pero estrechamente relacionado con este factor, el cambio de ciclo que ha comenzado a tomar forma en Asia y otras regiones emergentes se debe en buena parte a la caída de los precios internacionales de materias primas que son y han sido el fuerte de las estructuras productivas de esas economías.
Así se evidencia en el caso de Indonesia, considerado por muchos expertos económicos como un “país serio”, que ha visto descender los ingresos de sus exportaciones de carbón, petróleo y otros recursos naturales.
En este caso, este cambio se refleja en la pérdida de fuerza del crecimiento económico que ha descendido a un ritmo anual del 5,8% en el segundo trimestre, en tanto que la tasa de inflación se ubicaba cerca del 9% interanual y el principal índice bursátil perdía un 20% desde su máximo en mayo, mes en el que se inició la fuga de capitales.
La rupia indonesa, al igual que su homónima de la India, cae sin pausa frente al dólar y en ello repercute significativamente el pasaje de un superávit comercial que se mantuvo durante 14 años a una posición deficitaria del orden del 2,7% del PBI a partir del año pasado, con un aumento hasta el 4,4% en los primeros tres meses de 2013.
India, que enfrenta una compleja situación política desde hace más de un año, ha sufrido una devaluación de la rupia del 13% en los últimos tres meses y una caída del 25% en el volumen operado en la Bolsa en términos de dólares.
La inflación se ubica en el 10%, la tasa más alta de la región, con un déficit fiscal del mismo orden con relación al PBI y una fuga de capitales que ha obligado al Gobierno a instaurar controles de cambio que están siendo contestados negativamente por el mercado.
Pero el inicio de esta crisis no afecta sólo a la región asiática: así como Indonesia ha perdido un 13,6% de sus reservas monetarias entre mayo y julio, algo parecido ha pasado en Turquía que ha cedido un 12,7% de las suyas o la India en donde han caído un 5,5% y en Ucrania cuyas pérdidas han llegado casi al 10%.
La extensión geográfica de la actual ronda de caídas bursátiles, devaluaciones monetarias, menor crecimiento, alza de la inflación y fuga de capitales permite, por tanto, considerar que no estamos en presencia de una simple repetición de la grave “crisis asiática” de 1997-98 sino de un fenómeno más amplio y profundo.
El “pinchazo” de los precios de las materias primas, sumado a un probable cambio de la política de la Reserva Federal, engloba también a las economías de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), tal como lo estamos viendo en las últimas semanas.
Ayer, el real brasileño recuperó algo de terreno frente al dólar después de que el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff anunciara un gigantesco plan de intervención de 60.000 millones de dólares para frenar la depreciación de la moneda que ya suma un 15% en lo que va del año.
Una política dirigista que, con técnicas distintas, reforzó también ayer el gobierno indonesio para frenar también la caída de su rupia debido, al igual que en Brasil, a la fuga de capitales que se está produciendo.
Los problemas de Rusia son similares a partir de la pérdida de ingresos por exportación y también lo son sus consecuencias sobre la balanza corriente y el crecimiento económico.
Mientras tanto, la situación de China tiende a agravar la crisis regional debido a que su economía crece menos y se potencian las dificultades por el elevado grado de endeudamiento iniciado en 2008 para hacer frente a la crisis internacional.
Por todo esto, la nueva situación podría ser vista como la llegada al mundo emergente de la crisis mundial iniciada en Estados Unidos en 2007.
Esa crisis, extendida en 2008 al Viejo Continente, golpea hoy con dureza a la Unión Europea (UE) y sigue limitando una recuperación franca de la economía estadounidense, todo lo cual provoca las serias dudas de la Reserva Federal sobre cómo y cuándo endurecer su política económica.
Si los próximos meses confirman el fin del ciclo alcista de las materias primas, con una mayor caída de los precios, todos estos países verán empeorar su situación y, en esa medida, la salida de la crisis en el mundo desarrollado se verá frenada y podría, incluso, replantearse la coyuntura de 2008-2009.
En este marco, un abandono paulatino de la flexibilización monetaria por parte de la Reserva Federal inducirá a un mayor reflujo de fondos desde el mundo emergente y desde la UE hacia Estados Unidos, que se transformará así en el gran receptor de capitales y un elemento importante de bloqueo para una reactivación de la economía mundial.
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