Las diferencias y disputas entre cooperativistas y
asalariados en el sector minero se suman a las contradicciones entre
indígenas y campesinos, poniendo en evidencia que la construcción del
Estado Plurinacional es un proceso incremental. Es decir, la orientación
del “proceso de cambio” depende de la puesta en práctica de nuevas
reglas, y de la ejecución de políticas públicas que modifican las
condiciones y posibilidades de acceso a recursos (materiales y
simbólicos) por parte de los grupos sociales. Más aún si se trata de una
distribución de excedentes económicos, generados por la
explotación/exportación de recursos naturales que, en el caso del sector
minero, carece de nuevas normas para la inversión extranjera y,
adicionalmente, debe responder al desafío de dilucidar la convivencia
equilibrada en el marco de la “economía plural”.
Las
acciones gubernamentales son cuestionadas con el término
“extractivismo”, que se ha convertido en una cantaleta que se usa para
todo sin explicar poco, excepto que el actual “neoextractivismo” o
“progresismo extractivista” es una versión sudamericana (propiamente de
los gobiernos progresistas o de izquierda) del desarrollismo que
reproduce el “mito del progreso bajo una nueva hibridación cultural y
política” (Gudynas dixit). Una conclusión al estilo “gatopardo”, para
decir lo menos. Lo cierto es que si alguien quiere cuestionar el modelo
de desarrollo del Gobierno es suficiente acusarlo de extractivista, una
suerte de anatema.
Y a su lado otra palabra esponja:
“rentismo”, que quiere dar cuenta de la conducta de los grupos sociales
que pretenden sacarle una tajada a la torta estatal, motivados por una
cínica racionalidad económica y mezquinos intereses corporativos y, para
colmo de males, ¡extractivistas!
Mis reflexiones
sobre este tema adoptan otra perspectiva, aquella que tiene que ver con
el papel de los movimientos sociales, un rasgo que distingue el caso
boliviano de otras experiencias latinoamericanas. Precisamente porque
los movimientos sociales proporcionan un sentido político —estratégico— a
los procesos de desarrollo. Así ocurrió en el siglo pasado con el
movimiento obrero (y su vanguardia minera), y con el movimiento indígena
(y su núcleo katarista) en los últimos 50 años. Y como un actor
decisivo pero carente de proyecto propio (a veces aliado, otras veces
rival de los obreros e indígenas) está el movimiento campesino,
actualmente liderado por los cocaleros. Y si en la primera gestión
gubernamental todos estos sectores estaban bajo el alero del MAS,
actualmente se encuentran en pugna, y sus lazos con el partido de
gobierno se han modificado de manera notable.
Un
ejemplo nítido es el caso del movimiento indígena, porque está en
cuestión su presencia como actor estratégico en el proceso de cambio.
Esto debido a las modificaciones discursivas e institucionales que,
desde 2010, están provocando una suerte de “deconstrucción” del
movimiento indígena como sujeto político del proyecto estatal del MAS.
En la medida que los componentes de ese movimiento social son pueblos
indígenas con derechos colectivos territorializados, estos derechos
requieren reconocimiento estatal, y el establecimiento de acuerdos con
el Gobierno de manera particular y desagregada. Es decir, cada pueblo
indígena pasa a tener una relación en cierta manera casuística (remember
TIPNIS) y, por ende, el MAS ya no define la orientación de su proyecto
estatal con “el” movimiento indígena porque su importancia (inclusive su
existencia como tal) está en cuestión.
El
conflicto entre cooperativistas (una forma organizativa que oculta una
multiplicidad de modalidades de trabajo y explotación que requiere
investigaciones a profundidad) y asalariados de Comibol —también habrá
que analizar el apoyo de los demás sectores bajo un discurso
exclusivamente estatista— pone en evidencia la desarticulación del
proletariado minero como movimiento social con influencia política (es
otra historia, y nos remite a los años 80) y, a la usanza del hasta hace
poco crucial movimiento indígena, sus componentes se relacionan con el
Estado de manera desagregada y particular. Así las cosas, habrá que
prestar atención al movimiento campesino para escudriñar sobre el
derrotero de este proceso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario