En la historia de los deportes es irónico ver que quienes han dignificado el nombre de Guatemala a nivel internacional provienen de poblaciones históricamente discriminadas y subordinadas como: Doroteo Guamuch Flores, de origen maya; Teodoro Palacios Flores, garífuna, y, recientemente, Érick Barrondo, originario de una comunidad rural en el territorio Poqomchí de San Cristóbal Verapaz. Doroteo Guamuch Flores, para poder participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe realizados en Colombia en 1946
fue condicionado por la visión colonialista de las autoridades guatemaltecas, que consideraron su nombre y apellido como indignos para representar internacionalmente a Guatemala. De esa cuenta pasó a llamarse Mateo Flores. Este hecho indudablemente violó sus derechos civiles y políticos.
Mateo Flores obtuvo una medalla de oro en el maratón de Boston en 1952, y en sus 13 años de carrera deportiva sobresalió de manera exitosa en distintos eventos deportivos a nivel internacional. Y Teodoro Palacios Flores también conquistó medallas de oro en su participación deportiva a nivel internacional, pero el supuesto reconocimiento que el gobierno le hizo no compensa todo el esfuerzo que dedicó para enaltecer al país.
Es innegable que las conquistas deportivas de Mateo Flores y Teodoro Palacios no contaron con el apoyo de las autoridades estatales, pues es sabido que estos emblemáticos ciudadanos trabajaron y entrenaron en condiciones difíciles, y dignificaron el nombre de este país con sus propios recursos. Realidad que no es ajena a la experiencia de Érick Barrondo, pues expresó sin tapujos ante los medios de comunicación que él, junto a sus compañeros y compañeras de equipo, se han entrenado en condiciones precarias y que con sus propios salarios —que son bajísimos— pagaron al entrenador cubano que decidió apoyarlos.
Felicito la declaración de Érick, porque reafirma que su logro en los Juegos Olímpicos de Londres es resultado de sus esfuerzos personales y familiares. Y nuevamente revela la despreocupación histórica del Estado de Guatemala, que no ha garantizado los derechos fundamentales de la niñez y de las juventudes que viven en condiciones de exclusión. Lo que evidencia el desinterés y la indiferencia de estas autoridades para estimular y promover el desarrollo de las habilidades deportivas de este sector de la población.
Ante este panorama, es cuestionable el discurso de personas que a través de los medios de comunicación resaltan a Érick Barrondo como un joven cuyo talento hay que explotar al máximo porque es una máquina. Aseveraciones como estas refuerzan la colonialidad y la lógica deshumanizante del sistema capitalista prevaleciente en los imaginarios sociales, que tiende a reducir a las personas en simples piezas de la maquinaria de la explotación de la fuerza del trabajo, la capacidad intelectual, las habilidades artísticas o el talento en los deportes.
Ojalá que la celebración del triunfo de Érick y el logro de las y los deportistas que participaron en las Olimpiadas de Londres 2012 se traduzca en políticas serias y transparentes que hagan realidad los sueños infantiles y juveniles invisibilizados.
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