Entrevista al Nobel de Literatura, Orhan Pamuk. Éste reflexiona en su casa ante el Bósforo sobre el sueño de Europa que tuvieron las clases altas de su país ahora en declive
16/05/2012 - Autor: Juan Cruz - Fuente: El Pais
Pregunta. Este museo, como su libro, es sobre la felicidad. ¿Cuál es su concepto de la felicidad?
— Respuesta. ¿Cómo es mi felicidad cuando trabajo en un museo como este o cuando escribo? Es un tema que me preocupa profundamente. Sé que soy infinitamente feliz cuando estoy solo con las artes, pintando. De hecho, a veces soy infinitamente feliz cuando pinto. Pero cuando escribo me siento más inteligente, comprometido de una forma más profunda con el mundo, me siento parte del mundo y moralmente responsable, aunque suene extraño. La satisfacción que me da la pintura es más ingenua. Cuando escribo estoy enfadado conmigo y con el mundo, porque no puedes cambiar el curso del mundo con palabras. Y te enfadas contigo mismo, le das la vuelta a las palabras, piensas en las consecuencias, piensas en la totalidad del mundo que quieres contar. Pero pintar es una felicidad instantánea. La felicidad de escribir es ver a largo plazo la creación de todo un universo. Por eso el Museo de la Inocencia es más una novela que un cuadro.
Su trabajo (la novela, el museo) es sobre el tiempo. Y su museo también
— Una novela debería responder a estas preguntas: ¿Qué es la vida? ¿Cuáles son los valores que determinan y explican la vida? Felicidad, devoción, apego a las personas, seguridad, risa, formar una familia, creatividad, disfrutar las consecuencias de tu individualidad, intentar ser más como los otros, o intentar ser único, amistad, soledad. En este sentido, una novela es una cuestión moral. Un museo no puede entrar en estos temas, pero puede presentar cosas que implican una atmósfera. Y el museo presta su aura a los objetos. Por ejemplo, un salero, que puedes encontrar en el mercado de las pulgas o en la casa de mi tía, dentro de un museo sugiere algo distinto: habla de la historia, del barrio, de la pobreza de Estambul en los setenta. Una cierta melancolía brilla a través de los objetos. El museo en vez de entrar en asuntos morales, aunque también muestra reflexiones sobre el feminismo y la situación de la mujer en Turquía, se centra principalmente en crear una atmósfera que se corresponde con la vida en Estambul en los años setenta y ochenta del siglo XX, combinada con la desgarradora historia de nuestros amantes, una suerte de Romeo y Julieta turcos.
En cierto modo, el museo es el mundo y es Turquía, décadas de vida cotidiana. Un Estambul que dura desde 1975 a 1999, un tiempo encerrado ahora en un museo. ¿Está este tiempo también cerrado para Turquía?
— Entiendo que me pregunta por cuán atrás está ese tiempo para Turquía. Ese tiempo también habla de la presión sobre la mujer, el culto a la virginidad, el sexo fuera del matrimonio y esto todavía continúa. Es posible que los objetos hayan cambiado, pero la cultura de represión hacia la mujer, el deseo de ser occidentales y la ansiedad por mantener las tradiciones, la forma en la que la gente desarrolla un lenguaje sofisticado cuando se reprime la libertad de expresión, como en el caso de los amantes..., estas cosas todavía continúan. Pero ha habido algunos cambios: más libertades, el país es más rico económicamente. A eso me refiero cuando digo que los objetos han cambiado pero el espíritu de la novela y los problemas que explora siguen estando presentes y visibles.
La novela planteaba Europa como el sueño de las clases altas durante ese periodo en que dura la fascinación del amante por su prima. Hace dos años, durante otra entrevista que se desarrolló aquí mismo, dijo que el sueño persistía, pero que Europa era reluctante, igual que Turquía. ¿Cuál es la situación ahora?
— Ahora esta clase desconfía un poco de su poder, ya que hay otra clase alta que llega de Anatolia. Una nueva burguesía más conservadora y religiosa que apoya al partido en el Gobierno el AKP, Partido de la Justicia y el Desarrollo. Y esto hace que la burguesía de Estambul se sienta un poco incómoda. Pero no hay que olvidar que en la última década, con el actual partido en el poder, Turquía se ha vuelto más rica y exitosa, al igual que Estambul y su burguesía. Esta burguesía ha usado durante años su occidentalización para legitimar su riqueza. Ahora ya no puede utilizarlo tanto y eso los pone nerviosos. Aún así, no hay que olvidar que en Turquía la división de la riqueza es muy poco equitativa. Pero a la prensa no le interesa mucho esto; prefiere centrarse en los conflictos Turquía-Israel, en el asunto de los islamistas, etcétera...
¿Cuál es ahora la preocupación turca?
— Creo que en Turquía están pasando dos cosas: el poder del Ejército ha disminuido. Y la burguesía nacionalista que durante años se ha apoyado en el Ejército para salvaguardar el secularismo está ahora inquieta. Aún así, más de la mitad de la población turca cree en el secularismo. Yo creo que el principal problema de Turquía es la cuestión kurda: el Gobierno no sabe cómo acercarse a este asunto con suavidad, tolerancia...; están otra vez utilizando la antigua forma autoritaria para abordar la cuestión.
Así que el sueño europeo que se percibe en El Museo de la Inocencia...
— Sí, está en declive la promesa de un futuro europeo. En primer lugar, Europa rompió muchos corazones en Turquía, sobre todo los de aquellos que sí querían unirse a Europa. Primero los comentarios de Sarkozy y Merkel, luego la crisis económica y el hecho de que Turquía no se vio demasiado afectada por la crisis financiera de 2008 (de hecho, aquí florece la economía), han convertido la perspectiva de Europa en algo difícil de realizar. También hay un resentimiento. Yo no estoy llorando más por el hecho de que Turquía no camine hacia Europa. Para las clases altas sigue siendo un sueño. Pero el boom económico ha disminuido las ansias de Europa. Ya que el deseo de unirse a Europa es, en la mayoría de los casos, un deseo económico, más que político o institucional.
Volvamos a la literatura. Esta trata de contar la vida. Ahora anuncia usted que escribe sobre la emigración de los que vienen a Estambul desde la Anatolia rural.
— Esta emigración ha transformado a Estambul de una ciudad de un millón de habitantes en una ciudad de trece millones. Estas personas han contribuido también a crear el carácter de esta ciudad. Estambul tiene ahora un carácter más cosmopolita y un carácter más rural a la vez. Fue una necesidad porque todas las industrias estaban en Estambul y Anatolia era muy pobre. Los campesinos de Anatolia, que no tenían zapatos para calzarse ni abrigos, llegaban a Estambul, encontraban un trabajo y se construían una casa, o lo que llamamos aquí un gecekondu especie de casa-chabola como las favelas de Río. Así barrio tras barrio. Esta era la realidad de los años sesenta y setenta. Esta emigración hizo Estambul. Esta emigración es Estambul. Estambul no es solo el centro histórico y cultural. Y su cultura y su forma de vida es algo que la literatura turca ha escondido debajo de la alfombra.
Usted dijo: “Los museos nacionales deberían ser como novelas, pero no lo son”. Usted está escribiendo la novela de Estambul también con este museo.
— Sí, la estoy escribiendo, aunque no soy consciente de ello ni quiero ser demasiado consciente de ser un escritor de Estambul.
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