Por Jeffrey D. Sachs - Periodista
NUEVA YORK – Las anuales reuniones en primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial han permitido advertir dos tendencias fundamentales que impulsan la política y la economía mundiales. La geopolítica está alejándose decisivamente de un mundo dominado por Europa y los Estados Unidos y hacia otro con muchas potencias regionales, pero sin un dirigente mundial, y se acerca una nueva era de inestabilidad económica debida tanto a los límites físicos del crecimiento como a la agitación financiera.
La crisis económica de Europa ha sido el asunto principal de las reuniones del FMI y del Banco Mundial de este año. El Fondo está intentando crear un mecanismo de rescate de emergencia para el caso de que las economías débiles europeas necesiten otro rescate financiero y se ha dirigido a las más importantes economías en ascenso —el Brasil, China, la India, los exportadores de petróleo del Golfo y otros— para que contribuyan a aportar los recursos necesarios. Su respuesta es clara: sí, pero sólo a cambio de más poder y votos en el FMI. Como Europa necesita un respaldo financiero internacional, tendrá que asentir.
Naturalmente, la de la petición por parte de las economías en ascenso de más poder es una historia muy conocida. En 2010, cuando el FMI aumentó por última vez sus recursos financieros, las economías en ascenso asintieron al trato sólo si se aumentaba en un 6 por ciento, aproximadamente, la proporción de sus votos en el FMI, con lo que Europa perdió un 4 por ciento, aproximadamente. Ahora los países con mercados en ascenso piden una proporción aun mayor de poder.
No es difícil ver la razón subyacente. Según los propios datos del FMI, los actuales miembros de la Unión Europea (UE) representaban el 31 por ciento de la economía mundial en 1980 (calculado mediante el PIB de cada uno de ellos, ajustado según la paridad del poder adquisitivo). En 2011, la proporción de la UE bajó al 20 por ciento y, según las proyecciones del Fondo, se reducirá aun más, hasta el 17 por ciento, de aquí a 2017.
Ese descenso refleja el lento crecimiento de Europa en población y en producción por persona. La otra cara de la moneda es la de que la proporción del PIB mundial correspondiente a los países asiáticos en desarrollo, incluidos China y la India, se ha disparado, del 8 por ciento, aproximadamente, en 1980 al 25 por ciento en 2011, y se espera que alcance el 31 por ciento en 2017.
Los Estados Unidos, como es habitual en ellos en estos tiempos, insisten en que no participarán en ningún nuevo fondo de rescate del FMI. El Congreso de los EEUU ha adoptado cada vez más las políticas económicas aislacionistas, en particular en lo relativo a la ayuda financiera a otros países. También eso refleja la decadencia a largo plazo del poder de los EEUU. La proporción del PIB mundial correspondiente a los EEUU, que era del 25 por ciento, aproximadamente, en 1980, bajó hasta el 19 por ciento en 2011 y se espera que descienda hasta el 18 por ciento en 2017, momento en el que, según la previsión del FMI, China habrá superado a la economía de los EEUU en términos absolutos (ajustados a la paridad de poder adquisitivo).
Pero la traslación del poder mundial es más complicada que el descenso del Atlántico septentrional (UE y EEUU) y la progresión de las economías en ascenso, en particular los BRICS (el Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica). También estamos pasando de un mundo unipolar, encabezado principalmente por los EEUU, a otro en verdad multipolar, en el que los EEUU, los BRICS y potencias menores (como, por ejemplo, Nigeria y Turquía) tienen influencia regional, pero se muestran reacias a asumir posiciones de dirección mundial y en particular a cargar con las consiguientes responsabilidades financieras. La cuestión no es simplemente la de que ahora haya cinco o seis potencias más importantes, sino también la de que todas ellas quieren obtener beneficios a expensas de otras.
El paso a semejante mundo multipolar presenta la ventaja de que ningún país o bloque pequeño en particular puede dominar a los otros. Cada una de las regiones puede acabar con margen de maniobra y cierto espacio para encontrar su camino. Sin embargo, un mundo multipolar entraña también grandes riesgos, en particular el de que no se atiendan los imperativos mundiales más importantes, porque ningún país o región particular pueda o quiera coordinar una reacción mundial ni participar siquiera en ella.
Los EEUU han pasado rápidamente de la dirección mundial a esa clase de búsqueda del beneficio sin contrapartida, con lo que parecen esquivar la fase de la cooperación mundial. Así, los EEUU se abstienen actualmente de participar en la cooperación mundial en materia de cambio climático, los planes de rescate financiero del FMI, las metas de la asistencia mundial al desarrollo y otros aspectos de la colaboración internacional en la aportación de bienes públicos mundiales.
Las deficiencias de la cooperación mundial en materia de políticas son particularmente preocupantes, en vista de la gravedad de las amenazas que se deben afrontar. Naturalmente, la actual agitación financiera mundial es lo primero que nos viene a la cabeza, pero otras son aún más importantes.
De hecho, las reuniones del FMI/Banco Mundial también abordan un segundo cambio fundamental en la economía mundial: los elevados e inestables precios de los productos básicos son ahora una importante amenaza para la estabilidad y el crecimiento económicos mundiales.
Desde 2005, aproximadamente, los precios de los más importantes productos básicos se han puesto por las nubes. Los precios del petróleo, del carbón, del cobre, del oro, del trigo, del maíz, del mineral de hierro y de muchos otros productos básicos se han duplicado o triplicado o han aumentado aún más. También los combustibles, los cereales y los minerales han resultado afectados. Algunos han atribuido el aumento a las burbujas de los precios de los productos básicos, a causa de los bajos tipos de interés y el fácil acceso al crédito para la especulación con los productos básicos. Sin embargo, la explicación más convincente es casi con toda certeza más básica.
El aumento de la demanda mundial de productos básicos, en particular en China, está reduciendo los suministros físicos de recursos mundiales. Sí, se puede producir más petróleo y más cobre, pero sólo con costos de producción marginales mucho mayores.
Pero el problema supera la cuestión de las limitaciones de abastecimiento. El crecimiento económico mundial está causando también una crisis medioambiental que cada vez se agrava más.
En una palabra, la economía mundial está experimentando una crisis de sostenibilidad, en la que las limitaciones de los recursos y las presiones medioambientales están causando alzas repentinas de los precios e inestabilidad ecológica. El desarrollo económico necesita volverse rápidamente sostenible adoptando las tecnologías y los estilos de vida que reducen las peligrosas presiones a los ecosistemas de la Tierra, lo que también requerirá un nivel de cooperación mundial que no se ve por ningún lado.
El autor es profesor de Economía y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia
© Project Syndicate y LOS TIEMPOS 1995–2012
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