"Indias, putas y lesbianas, juntas, revueltas y hermanadas”. Este grafiti resume la propuesta política del movimiento feminista Mujeres Creando a la sociedad boliviana, no como resultado del momento sino como fruto de 20 años de lucha consecuente. Pero quienes ocupan los espacios de poder, cuyos intereses no condicen con los sueños de las mujeres, buscan argumentos, aun cuando carezcan de fundamento, para descalificar a quienes disienten.
El ataque homofóbico del viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas, contra María Galindo, en el diario Los Tiempos del 28 de febrero, está en ese contexto, a partir de la respuesta de Mujeres Creando a las coplas cantadas por el Presidente y algunos de sus funcionarios. Esas coplas, que han puesto en evidencia otra vez la doble moral con la que se conduce el mentado proceso de cambio, tienen un contenido machista, sexista y misógino, y han dado cuenta del menosprecio hacia las mujeres, del manoseo de nuestra sexualidad y de la sumisión y funcionalidad de las ministras.
Querer justificar el machismo del Presidente, y de este proceso, atacando a María Galindo, en particular, y a Mujeres Creando es ignorar la violencia que a diario enfrentamos las mujeres en el hogar, en el colegio, la universidad, el trabajo y hasta en el transporte público. Es también la constatación de una homofobia institucionalizada.
No me estoy refiriendo sólo a la discriminación, entendida como una injusticia; estoy hablando de que el racismo, la misoginia y la homofobia están en un mismo nivel, pues son expresiones de odio por el origen, por ser mujeres y por ser homosexuales.
La psicóloga Victoria Sau, citando al sociólogo Martín Sagrera, dice que “ni el esclavo ni la mujer hubieran podido ser mantenidos en ese estado abyecto si no hubieran sido convencidos poco a poco de su inferioridad”. La escritora Eva Figes va más allá y relaciona el sexismo con el nazismo: “hay una relación indudable entre antisemitismo y antifeminismo, en el sentido de hostilidad hacia la mujer e hincapié en su inferioridad”. Otra escritora, Kate Millet, encuentra analogías entre racismo y sexismo, y plantea que “la necesidad de mantener la supremacía masculina podría incluso anteponerse a la de mantener la supremacía blanca”.
A partir de ello, podemos concluir que no es posible ser antirracista, siendo homofóbico y misógino; no es posible ser antimisógino, siendo racista y homofóbico, y no es posible ser antihomofóbico, siendo racista y misógino. No se trata de ir evolucionando, se trata de un todo intrínsecamente anudado.
Caer en el determinismo por el color de la piel, como lo hace el director de Administración Pública Plurinacional, Idón Chivi, al acusar a María Galindo de racista por sus críticas al Presidente “indio”, al igual que Cárdenas, es sacralizar lo indígena y satanizar lo no indígena. Argüir que las coplas cantadas por Evo son bromas permitidas por la comunidad es igual a decir que las mujeres somos también un objeto de broma.
Recuperar nuestra dignidad como mujeres, de manera colectiva, es una lucha que da para largo y la primera tarea es identificar y denunciar todos los actos de humillación. Mientras tanto y con mucho gusto “nuestra venganza es ser felices”.
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