Gustavo Adolfo Vargas
La cita anual del Foro Económico Mundial en Davos (Suiza), se realizó bajo un persistente panorama de la crisis, donde se debatió sobre el estado del capitalismo. El tema principal del encuentro fue, “la gran transformación: dar forma a nuevos modelos”, reuniendo a más de 2 mil 600 personas. La atención estuvo centrada en los fracasos de la economía de mercado y el futuro del capitalismo; tema que apenas ha sido abordado en años previos a la crisis financiera. Por primera vez en generaciones, la gente ya no cree que sus hijos vivirán mejor que ellos.
Participaron jefes de Estado y de gobierno; líderes políticos y económicos; representantes de las instituciones internacionales: Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Banco Central Europeo (BCE), Organización Mundial de Comercio (OMC), el secretario estadounidense del Tesoro y el secretario general de Naciones Unidas (ONU). La importancia de Davos reside esencialmente en el poder de convocatoria logrado por el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) en las últimas décadas.
Davos (Cantón de Grisons), donde el escritor alemán Thomas Mann ambientó su famosa novela “La Montaña Mágica”, también acudió el movimiento de protesta “Ocupemos el Foro Económico Mundial” que, como ha hecho en otras partes del mundo, organizó manifestaciones en protesta por las políticas económicas, fuente de crecientes desigualdades y destrucción del planeta, ocupando las calles de cientos de ciudades del orbe, demandando la instauración de una sociedad con mayor representación ciudadana.
Klaus Schwab, profesor de economía, fundador del foro en 1971, admitió que: “El capitalismo, bajo la forma actual, ya no tiene su lugar en el mundo que nos rodea. Hemos fracasado en aprender las lecciones de la crisis financiera de 2009. Se necesita una transformación mundial urgente y debe iniciarse con el restablecimiento de una forma de responsabilidad social”.
Tras años promoviendo la total desregulación de la economía y menoscabando el papel del Estado como regulador de las relaciones económicas, los principales partidarios de la globalización admiten la necesidad normativa, para evitar la progresión de divisiones en la sociedad global y el caos, siendo necesaria la colaboración de países emergentes: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS).
Se espera que el G20, en su próxima reunión de junio en México, pueda presentar un plan de acción comprometiéndose a llevar a cabo las reformas pertinentes. Las elites económicas y financieras retornaron para debatir recetas viables, para afrontar una nueva recesión y encontrar una salida airosa al capitalismo en el siglo XXI.
El Foro se ha adaptado a la realidad del mundo, aumentando la participación de representantes de países emergentes en armonía con la importancia que éstos han adquirido en la economía mundial, por la severidad de la crisis financiera y económica internacional. El informe publicado del foro, “Riesgos Globales 2012”, revela las graves disparidades en ingresos y las precarias finanzas públicas con las principales amenazas económicas. El análisis de 60 páginas sobre 50 riesgos, muestra un mundo cada vez más inestable.
Los países donantes han disminuido su ayuda, la inversión extranjera se redujo, especialmente en los más pobres, provocando que los países subdesarrollados no se beneficien de la pregonada “globalización”. En las últimas cuatro décadas, Davos se ha convertido en sinónimo de ello.
Según el informe elaborado tras encuestar a 469 expertos y dirigentes empresariales, el aumento del paro juvenil, una crisis de jubilaciones de pensionistas dependientes de estados muy endeudados y una creciente brecha de riqueza, han sembrado las “semillas de la distopía”. Otras amenazas en el informe incluyen: el riesgo de que otros sistemas financieros y regulatorios diseñados para salvaguardar el mundo moderno pudieran no estar a la altura, el incremento de emisiones de gases de efecto invernadero y la inminente escasez de agua.
Movimientos como los Indignados han acaparado la atención del mundo sobre la desigualdad, el desempleo persistente y la creciente pobreza. Quizá fue la oportunidad para reformar el sistema económico vigente, para que el subdesarrollo no se perpetúe en las naciones del Sur, porque la brecha se profundiza cada vez más con el avance científico y tecnológico. Es evidente la incapacidad o falta de voluntad para aplicar la tecnología en bien de todos.
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