LAS DOS cámaras del Congreso de Estados Unidos debían aprobar ayer el acuerdo al que habían llegado los legisladores y la Casa Blanca durante el fin de semana, cuyo objetivo es elevar el límite que puede alcanzar la deuda pública y, de esa forma, evitar la posibilidad de que la economía norteamericana entrara en cesación de pagos. El plazo legal para modificar dicho límite caducaba hoy, por lo que el acuerdo fue aprobado en medio de un clima político caldeado por intensas negociaciones de último minuto entre la Casa Blanca y los legisladores republicanos y demócratas.
La decisión representa un drástico cambio de Washington en la forma de abordar la crisis económica que se arrastra desde 2008, pues donde antes el énfasis estuvo en una inyección sin precedentes de recursos públicos a la economía a través de cuantiosos paquetes de estímulo, ahora se privilegian los recortes de gasto (hasta US$ 2,4 billones en un período de 10 años) y la urgencia por controlar un déficit fiscal, que actualmente supera los 14 billones de dólares. El cambio de estrategia coincide con cifras mediocres de crecimiento y empleo, que confirman que los paquetes reactivadores de dinero fiscal no dieron los resultados esperados.
Precisamente ese fue el punto central del debate cuando se hizo clara la magnitud de la crisis mundial de 2008: hasta qué punto el Estado, a través de inyectar recursos públicos, podía darle a la economía el impulso que necesitaba para recuperar su dinamismo. La decisión adoptada en ese momento por el recién asumido gobierno del Presidente demócrata Barack Obama fue continuar y reforzar la política que su antecesor ya había iniciado -con gran resistencia de las filas republicanas- a través de estímulos fiscales.
Hoy, no sólo el pobre desempeño de la economía apunta a la necesidad de un cambio de prisma, sino que la cuantía de la deuda pública, más allá de las distintas opiniones en esta materia, se ha impuesto como un problema estructural que para EEUU es imperativo enfrentar con decisión y efectividad, para evitar que quede comprometido el crecimiento en el corto y mediano plazo.
El discurso de los líderes políticos norteamericanos, con pocas excepciones, da cuenta de que el eje del debate ha cambiado, y la preocupación por reducir la deuda pública ha remplazado a la insistencia en elevar el gasto fiscal como mecanismo revitalizador de la economía.
En términos generales, la Casa Blanca resultó "derrotada" en la discusión por elevar el límite de deuda, pues obtuvo la medida a cambio de aceptar en lo esencial el programa de recortes de gasto y la exclusión de aumentos de impuestos, ambas posturas impulsadas por los republicanos. Con todo, pese a que la negociación reveló algunas facetas controvertidas del sistema político norteamericano, el acuerdo demostró la capacidad de negociación entre el gobierno y el Congreso.
La Oficina Presupuestaria del Congreso, integrada por analistas independientes, confirmó ayer que el plan aprobado cumpliría las proyecciones de reducción del déficit anunciadas por el Ejecutivo y el Legislativo. Luego de un encendido debate político, parece llegada la hora de que la principal economía del mundo comience a abordar con más realismo su realidad financiera, a cuya estabilidad y evolución están estrechamente vinculadas las demás economías del mundo.
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