Es posible, a través de un recorrido por las discotecas afro de Cali, narrar parte de la historia y esencia de toda una etnia? Crónica de salsa 'brava', tambores, música del Pacífico y un baile lento de caderas que conectan al pueblo afro con su pasado.
Frank Hoyos, Dj de la tradicional discoteca Bronxs de la Calle Quinta de Cali, sospecha que fue aquí, justo en este templo de la salsa, donde se partió en dos la historia de la rumba negra.
"El Bronxs fue la primera discoteca de la ciudad que empezó a poner música del Pacífico y eso marcó una diferencia”, dice.
Frank se acuerda enseguida de un 31 de octubre, Día de las Brujas. Eran casi las 3:00 de la mañana y la fiesta en el Bronxs se acercaba al clímax. Frank apagó las luces y dejó sonar unas carcajadas terroríficas. Un par de segundos después puso una canción que desató el delirio: ‘La Bruja Embustera’, una chirimía del Grupo Saboreo.
Eliseo debe saber que el futuro era mejor/ Yo me fui a una esperanza y la suerte a mi me vio/ La bruja más embustera que tiene todo el Chocó/ Me cogió mi mano y me la leyó.
Frank recuerda gente parada hasta en las mesas, bailando con los ojos cerrados, como si estuvieran conectados con otro mundo.
Lo que pasa – explica - “es que para el negro no hay reggaetón que valga, no hay bachata, no hay nada que lo emocione más que escuchar la música de su tierra cuando la rumba está prendida”.
Cuando el negro va a una discoteca afro, agregó días después Emiro Yori, empresario de la rumba negra, lo que anhela es poder sentir una porción de su región, del Pacífico. Y eso lo logra, en parte, a través de la música.
Así, digamos, si escucha un himno como ‘La Memoria de Justino’, del Grupo Socavón, o la chirimía ‘La vamo a Tumbar’, de Saboreo, o esa ‘Bruja Embustera’ de la que habla Frank, el negro se conecta directamente con su pasado, con la tierra de donde vino y retorna, mientras baila, a caminar cerca del mar, cerca del río, a los paisajes que vio en la infancia. La música del Pacífico en la rumba negra funciona para el afro como cordón y ancla con sus raíces.
Es viernes, 9:00 p.m. y Frank Hoyos está sentado en una de las mesas del Bronxs.
En el sitio suena un éxito de Pedro Arroyo: Siento/ que mi vida comienza de nuevo cada vez que me entrego/ que las puertas del cielo se abren cada vez que entro en tu cuerpo…
Curioso: el Dj de esta discoteca afro no es un negro fornido de cabeza rapada como muchos se lo imaginan. Frank mide acaso 1:65, lleva el pelo corto y liso, usa gafas, y cuando estira su brazo y mira el color de su piel, dice: “sí, yo soy indio”.
En este momento no hay negros de fiesta en la discoteca. La rumba afro, se sabrá después, empieza tarde: a las 12:00 de la noche.
Frank cuenta ahora que lo de la chirimía, que lo del currulao, debe sonar en algún momento de la fiesta del negro, sí, pero deja claro que lo que predomina de principio a fin es la salsa: “Salsa brava, el golpe”.
Por eso, los ídolos en el Bronxs y en la mayoría de discotecas afro de Cali son los salseros de siempre: Gilberto Santa Rosa, Marc Anthony, Alex De Castro, Los Van Van, Pedro Arroyo, Bobby Valentin, Roberto Roena, El Gran Combo, Pedro Conga, la Orquesta Mulenze en las épocas de Cano Estremera...
Ahora, justamente, se escucha un clásico de Roberto Roena: ‘Mi desengaño’. Cuando descanse te hablaré de un algo extraño, y vida mía te diré: mi desengaño.
Ese gusto del negro por la salsa, habla el periodista Medardo Arias, se explica porque “se trata de una música que trae un tipo de sonoridad que captura inmediatamente el gusto de la gente afrodescendiente. Uno de esos golpes es el que tiene la orquesta de Los Hermanos Lebrón, que son reyes absolutos en Buenaventura, en el Chocó”.
Además, Medardo recuerda que la salsa, así como llegó a Colombia por Barranquilla, también entró por Buenaventura y eso, sin duda, influenció el gusto musical del afro.
Hay que advertir, sin embargo, que la música en general es esencial en la vida del negro. Para el ‘blanco’, para el indio, para la humanidad entera, la música es trascendental, pero en el caso del negro está amarrada de una manera fundamental a la historia de su raza.
Esaúd Urrutia, chocoano, periodista, politólogo, director de la Revista Ébano Latinoamérica, evoca que el negro, en épocas de la Conquista de América, fue arrancado a la fuerza de su terruño, África, fue encadenado, le dieron el papel de esclavo y lo despojaron de su entorno, de su familia, de su religión, de su lengua y hasta de su propio nombre.
¿Qué lo hizo resistir? La música, el tambor. Con la música exorcizó su realidad y sus penas, con el golpe del tambor el negro encontró la dignidad perdida ante el poder del yugo.
Con la música, además, se comunicó: el golpe del tambor anunciaba fiestas o velorios, enfermedades o nacimientos, diálogos con los dioses. Despojados de su tierra, la música y el tambor representaron para el afro el amarre a la esencia, el amarre a su continente, la forma más efectiva de espantar las tristezas.
Frank Hoyos sigue hablando del Bronxs. Cree que el éxito de la discoteca y de la rumba negra en sí es que las canciones que se escuchan no se oyen en otro lado.
Y es cierto: en esta rumba negra se escucharán himnos jamás oídos, imposibles de tararear siquiera.
Pero ahora retumba un clásico de Ismael Rivera: Mataron al negro bembón, mataron al negro bembón, hoy se llora noche y día porque al negrito bembón todo el mundo lo quería...
II
Detrás de la rumba negra en Cali, al menos de la rumba de discotecas, se esconde una historia de resistencia étnica.
Lo explica la médica y empresaria Claudia Lorena Guerrero: cuando el afro abre una discoteca como Bronxs, como Swagga, como Matrakka, como tantas, hay una idea de negocio, por supuesto, pero también una idea de crear espacios que la sociedad no le ha brindado.
“Hay unos ritmos, unos géneros, un tipo de sonoridad que nos gusta a los negros y que si vamos a discotecas que no están pensadas para nosotros, no la vamos a encontrar. Entonces se ve la necesidad de crear estos espacios, algo que nos de identidad. Porque en la rumba afro la música es diferente, los ritmos son diferentes, los bailes son diferentes”, dice.
Claudia es propietaria de Belleza Negra, una peluquería y agencia de modelos afro que está ubicada en el barrio el Ingenio, al sur de Cali, y que por cierto patrocina a una de las cantantes negras más reconocidas de los últimos años: ‘Goyo’, del grupo chocoano ChocQuibTown.
Y la peluquería nació por lo siguiente: la piel del negro es más seca que la del ‘blanco’ o la del indio y por eso necesita tratamientos distintos. El cabello del negro es más seco, y por eso también requiere un tratamiento específico. Y en esta ciudad no hay peluquerías que ofrezcan productos y tratamientos dirigidos a sus necesidades.
Entonces: está el mercado, está la población, está la necesidad de abrir un negocio. El afro, insiste Claudia, si no tiene acceso a ciertos espacios requeridos, los construye.
Hace unos 15 ó 20 años, entonces, los negros de Cali no tenían dónde salir a rumbear.
“Cali vivía un ambiente de rumba, existían muchos sitios, pero era una rumba diferente a la que nos gustaba”, agrega el empresario Emiro Yori, administrador de la discoteca Matrakka.
Una forma de solucionar el problema fue programando rumbas de cuotas: se alquilaban salones sociales, se pagaba una boleta, se hacía la fiesta.
Con el tiempo empezaron a surgir discotecas pensadas para afros, pero en zonas apartadas de la ciudad, barrios a los que no todo el mundo quería ir. En la galería Santa Helena, por ejemplo, se abrió la discoteca Soneros y otra muy famosa, Rumors; en las cercanías a la Cárcel Villa Hermosa apareció Son 3.
Pero además de apartados, eran sitios en donde la gente se sentaba en sillas de plástico o en butacas de madera a punto de desplomarse.
Emiro Yori y otro de los precursores de la rumba negra en Cali, ‘Kussy’, se empezaron a preguntar: ¿por qué?
¿Por qué el negro tiene que bailar en discotecas que no tienen aire acondicionado, muebles alcochados, sonido acústico, iluminación de última tecnología? ¿Por qué la historia del negro tiene que estar relacionada siempre con lo marginal, con la pobreza?
‘Kussy’, 57 años, tumaqueño, cuenta que después de esas preguntas se prometió darle estatus a la rumba negra. ‘Kussy’ es el propietario del Bronxs.
Por cierto, la discoteca lleva ese nombre no por el condado de Nueva York, sino por un actor afroamericano que admiró desde niño.
'Kussy', además, es propietario de un complejo rumbero en Juanchito: Samba Caramba, De puta madre, Guararé. La oferta de discotecas de la rumba negra en Cali hoy es variada: Swagga, Matrakka, Nuvo … El recorrido debe continuar.
III
Del Bronxs el camino conduce a Swagga y después a Nuvo. Sin embargo, lo dicho: la rumba negra empieza tarde y a estas discotecas apenas llegaban las parejas.
Pero ahora es distinto. Ahora, en Matrakka, Juanchito, son las 4:00 a.m. y en la discoteca hay, quizá, 600 personas.
Matrakka se quiere caer. Matrakka baila una canción de otro de los ídolos de la rumba negra: El Gran Combo de Puerto Rico: Tres cosas te voy a decir/ Para terminar contigo y quedarnos como amigos en paz y amor sin discutir/La primera/ que tu no eres salsera/ La rumba no te alborota y te gustan otras cosas hechicera/ La segunda/ tus trucos no no me asustan Tus fuegos con la candela te juro no no me aruñan/ La tercera nunca me hagas esas cosas Pues ya san miguel me ayuda y ese todo lo rebota/ Magia negra conmigo no se buscara...
Curioso: en la pista esa salsa arrebatada no se baila con la velocidad de los pies. Las parejas se están moviendo muy suavemente, en una baldosa, y el centro del universo son las caderas. Muy pegaditos, los danzantes mueven las caderas muy despacio, muy sensual, de izquierda a derecha. Los talones se levantan de una manera sutil, la frente del uno pega con la frente del otro, los ojos, claro, se cierran.
Ese baile lento, que algunos afro en el Pacífico llaman ‘Cobao’, está narrando otro capítulo más de la historia negra.
Cada ritual del afro en África se hacía bailando: la muerte tenía un baile, el matrimonio tenía un baile, lamentar las desgracias naturales tenía un baile, honrar a los dioses tenía un baile.
Y, por lo general, eran dirigidos por matriarcados. Y a esos matriarcados, explica Camilo Andrés Zamora, bailarín profesional y sobrino de Leonor González Mina, 'La negra grande de Colombia', se le facilitaba más el movimiento de caderas que la velocidad de los pies. Eso explica de dónde viene el famoso ‘Cobao’. El negro, en la pista de baile, sin pensarlo si quiera, se conecta de nuevo con su pasado.
Ahora termina la canción. Ahora en Matrakka los afro, mientras regresan a sus mesas, van repartiendo abrazos y saludos. Esa es otra característica de la rumba negra: es casi familiar, como una fiesta de parientes. Al afro le gusta sentirse rodeado de paisanos.
Y esos saludos incluso, también van dirigidos a esta mesa. El negro pasa y estrecha la mano del blanco que lo visita en esta discoteca. Las palmadas que va repartiendo tumban un mito: la rumba afro no es racista, no es cerrada. En las entradas de las discotecas siempre se escuchan dos palabras: Bienvenido, siga.
Alguien dijo, sí, que existía un riesgo al asistir a una de estas fiestas: salir con la promesa de volver.
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