miércoles, 15 de junio de 2011

Italia: un triunfo de la democracia real


Por Pierluigi Sullo

La participación en los cuatro referendos convocados en Italia contra el retorno de la energía nuclear, la privatización del agua y la ley del legítimo impedimento, uno de los “escudos judiciales” del primer ministro, Silvio Berlusconi, ha superado el 57%, con lo que las consultas pasan a ser vinculantes. El “sí” a la derogación de las normas que permitían avanzar en estas materias ha alcanzado alrededor del 95% de los votos emitidos, lo cual supone un auténtico batacazo para el régimen berlusconiano.

Hemos triunfado. Quórum superado, mayoría aplastante de síes. Los objetivos buscados se han conseguido en los cuatro referendos. Es un hecho excepcional, con muchos significados. Señalemos algunos, en nuestra opinión los más importantes. Cada quién puede determinar, con toda libertad, su orden de importancia.

Primero. El sí de la mayoría de electores tiene que ver con los servicios públicos y la energía. Lo que viene a decir es que el agua, como otros servicios públicos esenciales –el transporte público, el servicio de recogida de basuras- no pueden ser, en ningún modo, encomendados a empresas privadas. Es una auténtica revolución. Probablemente el primer caso en el mundo de un pronunciamiento popular de esta amplitud –y solemnidad- sobre un tema tan comprometido. Un tema en torno al cual llevamos al menos quince años de luchas, resistencias y campañas.

En nuestra opinión, no solo se trata de estar orgullosos de lo que ha ocurrido en nuestro país y de mostrarlo como un ejemplo que todos deberían seguir. Lo que se ha decidido es avanzar hacia una democracia ciudadana efectiva capaz de gestionar estos servicios lejos de la voracidad de las multinacionales o de las “multiservicio” –cuyas cotizaciones en bolsa ya se están hundiendo- pero también más allá de la burocracia clientelar de lo público-partidista. Estos resultados también ponen en cuestión la ideología de lo “privado y eficiente” y del “liberalismo light” que ha animado incluso al centro-izquierda. Es sintomático que Eugenio Scalfari, en La Reppublica del domingo, llamara a votar “sí” pero sin reconocer mérito alguno a la iniciativa de las consultas, ya que sus posiciones y las del Partido Democrático (PD) en temas como el agua, los servicios públicos o las nucleares eran muy diferentes a la de los promotores de los referendos.

El voto sobre el no retorno de las nucleares, no menos importante que el voto sobre el agua, viene a confirmar este proceso de necesaria regeneración democrática. Frente a la urgencia del abandono o de la limitación al extremo del consumo de energías fósiles, al prohibir las centrales nucleares los ciudadanos señalan la alemana como la vía correcta: colocar todo el empeño, en el futuro inmediato, en energías renovables. La producción de energía difusa es –o podría ser- otro ladrillo en la construcción de una democracia a medida de la ciudadanía, del territorio y de las comunidades.

El voto sobre el llamado “legítimo impedimento” es el corolario de esta nueva hoja de ruta. La ley es igual para todos, sin privilegios. Se trata del primer paso, el más elemental, de toda democracia.

Segundo. El voto de los referendos confirma y refuerza los “nuevos vientos” que comenzaron a soplar con las elecciones locales. Como a Milán o a Nápoles, los verdaderos artífices de la victoria de los candidatos que el propio PD no quería –y cuyo refuerzo contradice el politicismo de quienes (como D’Alema) insistían en que la izquierda debía aliarse con el “tercer polo”- han sido las asociaciones, redes y grupos de una vasta sociedad civil que se dirigió a todos los ciudadanos sin distinción para proponerles otro modelo civilizatorio. Lo mismo ha ocurrido con los referendos. El protagonismo ha correspondido a la ciudadanía movilizada –ante todo- con el objetivo de recoger firmas para la convocatoria de un referéndum sobre el agua. Esta campaña ha sido un hecho sin precedentes en Italia. Miles de comités, en solo tres meses, han conseguido recoger un millón y trescientas mil firmas. Esta es la contundente respuesta a quienes hablaban de una desaparición de los movimientos sociales. Hace tiempo que, a rebufo de la crisis, está en marcha una “revolución silenciosa” que está modificando modelos culturales y estilos de vida. Por ejemplo, según el Instituto Nacional de Estadísticas, en 2010 entre 8 y 10 millones de personas han utilizado servicios derivados de la pequeña producción agrícola local.

Es más, a quienes sostienen, como el Corriere della Sera, que los referendos están “viciados” por la “emotividad”, se les puede replicar que la campaña en defensa del agua lleva más de una década, y que si tantos ciudadanos han firmado, y luego votado, es porque están convencidos de que la privatización era un grave error. Es más bien el Corriere della Sera, que lleva años junto a los grandes medios martillando de manera machacona a favor de las privatizaciones y de la energía nuclear, quien debería reflexionar sobre el hecho de que la mayoría de la ciudadanía les haya dado la espalda.

El siguiente paso, en nuestra opinión, debería ser que la infinidad de movimientos, comités y asociaciones locales o temáticas –los principales vencedores de estos comicios- tomen consciencia de que el agua, la energía y los servicios públicos en general, deberían ser el fundamento de un modo de vivir alternativo, de una economía basada en los bienes comunes antes que en el beneficio privado.

La propuesta que tenemos para hacer no carece de fundamentos. Y ahora, tenemos la fuerza y la autoridad para llevarla adelante. De lo que se trata es de no desperdiciar este tesoro, de hacer converger las inmensas energías que han hecho posible la victoria en los referendos en otro modo de hacer política.

Los partidos se pelearán entre sí para determinar quién es el verdadero vencedor de los referendos y tenderán a dejar de lado su contenido. Habrá que batallar, por tanto, para que la amplia variedad de ciudadanos que han acudido a votar tengan claro que la gran derrotada de hoy ha sido la ideología del Producto Interno Bruto, del “mercado” como regulador de la sociedad, del consumo sin límite de la naturaleza. Una ideología que todos los partidos –salvo excepciones muy minoritarias- comparten.

Tercero. Nos hemos librado de Berlusconi. Es decir, continuaremos viéndolo exhibirse en todas las televisiones y el gobierno seguirá en funciones a pesar de la creciente fractura de la actual mayoría. Lo que importa, empero, es que nos hemos liberado de la sensación de imbatibilidad del relato berlusconiano de una sociedad individualista y consumista, del enriquecimiento por cualquier medio y de las soluciones virtuales a los problemas reales. En realidad, el aparato berlusconiano ha sido derrotado tanto en Milán como en la cuestión de las nucleares, en Nápoles como en el debate sobre el agua. Y naturalmente, ha sido derrotado con el rechazo de una de sus más descaradas leyes ad personam, la del impedimento legítimo.

Después de más de quince años de omnipresencia de Berlusconi, de su vulgaridad y de su capacidad para decir una cosa y la contraria, de mentir sin pudor y de interpretar las peores pulsiones sociales, nos estamos quitando un gran peso de encima. Todavía no sabemos cuánto aguantará la ficción del “gobierno” y de la “confianza” (comprada). Pero lo cierto es que estamos llegando al fin de una época que ha humillado a nuestro país.

Pierluigi Sullo es director de la Revista Carta Semanal y miembro de la red de personas, asociaciones y comités ciudadanos reunidos bajo la consigna “Democracia kilómetro cero” (www.democraziakmzero.org)




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