+
+
Por: Nelson Manrique (Historiador y Sociólogo)
El doctorado honoris causa que la Pontificia Universidad Católica del Perú ha otorgado a Julio Cotler constituye un merecido reconocimiento a uno de nuestros intelectuales más influyentes, no sólo por la calidad de su producción sino por su coherencia personal y la integridad con que ha defendido sus convicciones a lo largo de una vida.
Es un problema arduo determinar en qué consiste el impacto social de la creación intelectual. Algunos piensan que esta debe medirse por la influencia que las ideas ejercen sobre quienes toman decisiones: los políticos. Pensando desde una perspectiva temporal más amplia, creo que la forma más elevada de influencia ejercida por un intelectual consiste en cambiar el sentido común dominante en un momento dado. Y es evidente que varios de los postulados que Cotler formuló, especialmente en su clásico libro Clase, Estado y Nación en el Perú, se han incorporado al sentido común histórico de los peruanos.
Existe una imagen de la producción intelectual –incluso la política– que la ve como el resultado de una reflexión distanciada, alejada de las contingencias de la incómoda realidad, preocupada ante todo por los problemas teóricos del quehacer académico. No es este el caso de Julio Cotler, a quien, como él mismo recuerda, el deseo de lograr la justicia social le nació muy tempranamente. Él, como hombre de su tiempo, no le huyó nunca al compromiso político, y desde muy temprano supo jugarse por las causas en las cuales creía.
Según recuerda Rodrigo Montoya en un interesante testimonio sobre la historia de San Marcos, la represión desatada por el golpe militar de Odría de octubre de 1948 golpeó a muchos jóvenes izquierdistas. Julio Cotler –que entonces estudiaba en San Marcos y militaba en la Juventud Comunista del Perú– fue castigado con la deportación a Huancayo. Otro importante miembro de su generación, Aníbal Quijano –también referente fundamental de la sociología peruana del siglo XX–, pasó algunos meses encarcelado por sus ideas (“San Marcos: el pulmón del Perú”. Quehacer Nº 154. Lima, mayo-junio de 2005). Las preocupaciones intelectuales de esa generación estuvieron pues desde un comienzo dictadas por una acuciante realidad marcada por la exclusión, la violencia y el empleo del poder para perpetuar órdenes sociales injustos (¿suena conocido?).
Un primer referente institucional fundamental de la actividad de Julio Cotler ha sido la enseñanza en San Marcos. El otro surgió en febrero 1964, cuando junto con un importante grupo de académicos fundó el Instituto de Estudios Peruanos, IEP. Ello no lo llevó a encerrarse en el quehacer académico. A comienzos de los setenta, bajo el gobierno militar de Velasco Alvarado, fundó, junto con Aníbal Quijano y un notable grupo de intelectuales, uno de los colectivos político intelectuales más interesantes de la historia del socialismo peruano, la revista Sociedad y Política. En este proyecto participaron, entre otros, Guillermo Rochabrún, Rodrigo Montoya, Heraclio Bonilla, César Germaná y Peri Paredes.
Sociedad y Política no le fue indiferente al régimen militar. Su crítica de izquierda le atrajo la represión, que incluyó la prisión y deportación de Quijano y Cotler (la explicación que dio Velasco de este abuso fue que ambos “se habían extralimitado en sus conceptos”). Fue durante su exilio en México que Cotler trabajó el que sería su libro más influyente: Clase, Estado y Nación… Su elaboración no fue, ciertamente, el resultado de una sesuda reflexión de gabinete sino el intento de aportar respuestas a los problemas que se planteaba un intelectual que apostaba por el cambio social en el Perú.
Cotler es conocido por su temperamento antidogmático, por su valor para opinar con independencia y por su apertura a las nuevas ideas. Su producción ha estado marcada por un permanente compromiso con el Perú. Más que saludar al oráculo que nunca cometió equivocaciones creo que debiéramos agradecerle su coherencia, su voluntad de ir más allá de los lugares comunes políticamente correctos de cada momento y su apuesta por un Perú justo y reconciliado consigo mismo.
Fuente: Diario La República. Mar, 15/06/2010.
+
Por: Nelson Manrique (Historiador y Sociólogo)
El doctorado honoris causa que la Pontificia Universidad Católica del Perú ha otorgado a Julio Cotler constituye un merecido reconocimiento a uno de nuestros intelectuales más influyentes, no sólo por la calidad de su producción sino por su coherencia personal y la integridad con que ha defendido sus convicciones a lo largo de una vida.
Es un problema arduo determinar en qué consiste el impacto social de la creación intelectual. Algunos piensan que esta debe medirse por la influencia que las ideas ejercen sobre quienes toman decisiones: los políticos. Pensando desde una perspectiva temporal más amplia, creo que la forma más elevada de influencia ejercida por un intelectual consiste en cambiar el sentido común dominante en un momento dado. Y es evidente que varios de los postulados que Cotler formuló, especialmente en su clásico libro Clase, Estado y Nación en el Perú, se han incorporado al sentido común histórico de los peruanos.
Existe una imagen de la producción intelectual –incluso la política– que la ve como el resultado de una reflexión distanciada, alejada de las contingencias de la incómoda realidad, preocupada ante todo por los problemas teóricos del quehacer académico. No es este el caso de Julio Cotler, a quien, como él mismo recuerda, el deseo de lograr la justicia social le nació muy tempranamente. Él, como hombre de su tiempo, no le huyó nunca al compromiso político, y desde muy temprano supo jugarse por las causas en las cuales creía.
Según recuerda Rodrigo Montoya en un interesante testimonio sobre la historia de San Marcos, la represión desatada por el golpe militar de Odría de octubre de 1948 golpeó a muchos jóvenes izquierdistas. Julio Cotler –que entonces estudiaba en San Marcos y militaba en la Juventud Comunista del Perú– fue castigado con la deportación a Huancayo. Otro importante miembro de su generación, Aníbal Quijano –también referente fundamental de la sociología peruana del siglo XX–, pasó algunos meses encarcelado por sus ideas (“San Marcos: el pulmón del Perú”. Quehacer Nº 154. Lima, mayo-junio de 2005). Las preocupaciones intelectuales de esa generación estuvieron pues desde un comienzo dictadas por una acuciante realidad marcada por la exclusión, la violencia y el empleo del poder para perpetuar órdenes sociales injustos (¿suena conocido?).
Un primer referente institucional fundamental de la actividad de Julio Cotler ha sido la enseñanza en San Marcos. El otro surgió en febrero 1964, cuando junto con un importante grupo de académicos fundó el Instituto de Estudios Peruanos, IEP. Ello no lo llevó a encerrarse en el quehacer académico. A comienzos de los setenta, bajo el gobierno militar de Velasco Alvarado, fundó, junto con Aníbal Quijano y un notable grupo de intelectuales, uno de los colectivos político intelectuales más interesantes de la historia del socialismo peruano, la revista Sociedad y Política. En este proyecto participaron, entre otros, Guillermo Rochabrún, Rodrigo Montoya, Heraclio Bonilla, César Germaná y Peri Paredes.
Sociedad y Política no le fue indiferente al régimen militar. Su crítica de izquierda le atrajo la represión, que incluyó la prisión y deportación de Quijano y Cotler (la explicación que dio Velasco de este abuso fue que ambos “se habían extralimitado en sus conceptos”). Fue durante su exilio en México que Cotler trabajó el que sería su libro más influyente: Clase, Estado y Nación… Su elaboración no fue, ciertamente, el resultado de una sesuda reflexión de gabinete sino el intento de aportar respuestas a los problemas que se planteaba un intelectual que apostaba por el cambio social en el Perú.
Cotler es conocido por su temperamento antidogmático, por su valor para opinar con independencia y por su apertura a las nuevas ideas. Su producción ha estado marcada por un permanente compromiso con el Perú. Más que saludar al oráculo que nunca cometió equivocaciones creo que debiéramos agradecerle su coherencia, su voluntad de ir más allá de los lugares comunes políticamente correctos de cada momento y su apuesta por un Perú justo y reconciliado consigo mismo.
Fuente: Diario La República. Mar, 15/06/2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario