viernes, 23 de mayo de 2014

Clara Scherer: Aquellos ojos míos


Aquellos ojos míos
A las legisladoras.

Aquellos ojos míos, como diría Federico García Lorca, han visto la ingratitud en las palabras de diputadas y senadoras. Piden la voz y, muy valientes, suben a tribuna a defender las cuotas y declaran fervientemente que no son feministas. ¿Habrase visto mayor dislate?
No las culpo del todo. El sistema educativo nacional público y privado ha tenido gran cuidado de “desaparecer” las muchas batallas que las mujeres hemos dado para tener derechos. Eso lo han documentado las feministas. Por ello, un tanto de la responsabilidad le cabe a ese sistema.

A ellas, el no tener siquiera la curiosidad de buscar fácil y rápido en internet, qué dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua (compuesta en su gran mayoría por hombres) sobre “feminismo”. Para evitarles más trabajo, se los transcribo:
Feminismo (Del lat. femina, mujer, hembra, e -ismo). 1. m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados ante los hombres. 2. m. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.

Aquellos ojos míos ven cómo unas ejercen derechos que han logrado otras, las feministas. Les recuerdo que muchas, muchísimas mexicanas, fueron quienes demandaron educación y por eso estamos en las escuelas y no defendiéndonos de mafiosos como en Nigeria. Muchas otras, exigieron nuestro derecho al trabajo, por lo que los talentos de tantas han mejorado sustancialmente la vida de todas y todos. Y ustedes están en su curul gracias a otros miles de mujeres y, en especial, a quienes integramos la RED Mujeres en Plural. Reconocemos sus méritos, pero no olviden que si no hubiesen los espacios, no estarían ahí.

Hace ya más de 100 años que Susan Anthony, feminista, preguntó a los congresistas de Estados Unidos: ¿Somos personas las mujeres? Y les pregunto yo a quienes dicen no ser feministas: ¿Están en contra de que las mujeres tengamos derechos? Porque eso sería el no feminismo.

Aquellos ojos míos, que han recorrido los documentos que legitimaron el sufragio femenino, les pueden mostrar qué pensaban en esos ayeres quienes decidieron avanzar un pasito en la igualdad de derechos. Por ejemplo, en Chiapas, el gobernador interino en 1925, mandó un decreto que a la letra dice, entre otros considerandos: “Que ha desaparecido para siempre la infamante idea que existió en épocas antiguas y sociedades salvajes, de que la mujer era un ser similar a los muebles, con subordinación deprimente al hombre, quien la trataba con el mayor despotismo sin concederle derecho alguno”.

O el discurso en el que el diputado Anaya recuerda que: Fernando Cahero, en 1938, exigió al Congreso que, en caso de aprobarse la reforma, no puedan “votar ni ser votadas las mujeres que no hayan tenido, cuando menos dos hijos, o comprobar por los medios legales que es estéril”.

Aquellos ojos míos, ven la soberbia de quienes creen que por sus propios méritos están en esa posición. Qué poco saben de historia, de política y de partidos en México. La ingratitud es precisamente eso: soberbia. Aunque he de decirlo, sabíamos que con nuestra acción llegarían mujeres sin la menor idea de en qué mundo viven. Pero en honor a la verdad, muchos hombres están en la misma nube. Eso no es consuelo, sino urgencia para que todas y todos nuestras/os representantes estén mejor informados. Especialmente, en materia de derechos humanos. Y sí, yo soy orgullosamente feminista.

                *Licenciada en pedagogía y especialista en estudios de género

                clarasch18@hotmail.com

1 comentario:

María Teresa dijo...

Muy buen punto, Clara.
Efectivamente, también en mi país predomina una actitud de rechazo y descalificación despectiva del feminismo, desconociendo no sólo sus aportes en la lucha por los derechos de las mujeres, sino también sus contribuciones fundamentales a la construcción del conocimiento desde una perspectiva crítica del nudo poder-saber.
Felicitaciones por el artículo.