El flamante gobierno de Bachelet se ha fundamentado en la idea de que representará un cambio significativo respecto de los anteriores gobiernos de la Concertación que, en la práctica, consolidaron el modelo económico neoliberal heredado de Pinochet. De partida, se ha sumado al conglomerado el Partido Comunista y otros dos partidos muy menores: El MAS y la Izquierda Ciudadana. Además, se le ha modificado el nombre a la coalición, pasando a llamarse Nueva Mayoría.
Ambos
elementos no nos dicen nada respecto de si habrá un cambio real de la
Concertación, puesto que el PC -aunque quisiese- no tendría mayor
influencia frente a la hegemonía que natural- mente continuarán teniendo
el PDC, el PPD y el PS; y el cambio de nombre, por sí mismo, tampoco
significa algo.
Una
de las claves para constatar un efectivo cambio en la Concertación lo
da el programa de gobierno de Bachelet y su real intención de aplicarlo.
Pero ¿qué justificación podríamos tener en negar a priori su voluntad
de aplicarlo? Desgraciadamente muchas, tanto históricas como actuales.
De las históricas, resaltan el regalo de la mayoría parlamentaria a la
derecha efectuado a través de las reformas constitucionales de 1989
(regalo que todavía permanece desconocido para la generalidad de la
población); la renuencia total de Lagos y Bachelet a aprovechar la
mayoría parlamentaria obtenida para sustituir el modelo heredado de
Pinochet (el primero, desde agosto de 2000 hasta enero de 2002; y la
segunda, desde marzo de 2006 hasta diciembre de 2007) y el exterminio o
neutralización, efectuado por los sucesivos gobiernos de la
Concertación, del conjunto de los medios de comunicación, ¡teóricamente
propios!, que hubiesen apoyado dichos cambios.
Y, complementariamente,
de la tenaz negativa del conjunto de su liderazgo a reconocer aquellas
concesiones, ni menos, a arrepentirse de ellas, lo que ha sido reiterado
en la campaña recién pasada. Es decir, se continúa haciendo una
justificación retrospectiva de no haber hecho los cambios prometidos
habiendo tenido las posibilidades de hacerlos ¿No constituye esta
actitud un signo ominoso respecto de la real voluntad de aplicar el
programa actual?
Otro
factor que nos revela una falta de compromiso efectivo de aplicarlo,
está dado por las reiteradas afirmaciones de algunos dirigentes del
conglomerado (especialmente del presidente del PDC, Ignacio Walker) de
la intención de continuar consensuando con la derecha toda modificación
de la legislación vigente, pese a la mayoría parlamentaria obtenida;
como se hizo durante el pasado gobierno de Bachelet cuando –teniendo la
mayoría absoluta que se necesitaba en el Congreso- se consensuaron con
la derecha tímidas reformas al sistema de AFP que terminaron por
legitimarlo “democráticamente”.
Otro
elemento, en este sentido, lo constituye la falta de interés –por decir
lo menos- que demostró la Concertación en maximizar su representación
parlamentaria en las elecciones del año pasado al presentar a dos
candidatos socialistas a senadores por Concepción (Escalona y Navarro),
en circunstancia que había sido ya por dos veces seguidas la única
circunscripción senatorial en que la Concertación había doblado a la
Alianza con un candidato PDC y otro PS (Sabag y Viera-Gallo en 1997; y
Sabag y Navarro en 2005). Era obvio que las posibilidades de doblar con
dos candidatos del PS se hacían extremadamente improbables, como
finalmente sucedió. Y los dos doblajes que se produjeron a favor de la
Concertación –en Antofagasta y Coquimbo- se debieron a graves errores
inesperados de la Alianza.
Un
segundo aspecto que ha sido pasado por alto es el carácter
extremadamente modesto de los cambios propuestos en el programa de
Bachelet; o, en los casos excepcionales de más envergadura, la virtual
imposibilidad de llevarlos a cabo. Así, respecto de casi todas las
estructuras heredadas de la dictadura (Plan Laboral, AFP, Isapre, Ley de
concesiones mineras, sistemas financiero y tributario, etc.) no se
formulan modificaciones esenciales. Incluso, varias de las reformas
menores que se proponen son bastante más conservadoras que las que
planteó originalmente la Concertación en su Programa presidencial de
1989. Así por ejemplo, en ese año se prometían profundos cambios en el
sistema de AFP en relación a la participación de los trabajadores en su
gestión. Ahora se plantea simplemente la creación de una AFP estatal,
con lo que se consolidaría aún más el sistema de capitalización
individual.
En
relación a la Carta Fundamental, ¡el Programa de Bachelet postula lo
mismo que Frei Ruiz-Tagle en 2009!: Una nueva Constitución. El punto es
que lo está haciendo –al igual que en 2009- desechando el único camino
realista para ello: una Asamblea Constituyente. Dado los exigentes
quórums que la Carta actual estipula para su reforma (3/5 o 2/3,
dependiendo de sus capítulos), cumpliendo con ellos solo podrá
establecerse una “nueva Constitución” que sea del agrado de la derecha
minoritaria…
Asimismo,
los dos cambios más importantes que se formulan en educación escolar
(desmunicipalización y término del lucro con recursos públicos) también
requerirán del acuerdo de la derecha, dado que la LOCE-LGE solo puede
ser modificada por los 4/7 de los senadores y diputados en ejercicio. Y
esto se sabía en el momento de confeccionarse el Programa.
Otro
factor fundamental que nos demuestra la ausencia de intenciones reales
de efectuar cambios profundos en la sociedad chilena, por el flamante
gobierno de la Concertación (“Nueva Mayoría”), lo constituye la
composición de su gabinete. La generalidad de los ministros y
subsecretarios del área económica, por su trayectoria, proviene del
sector más conservador del conglomerado oficialista y/o ha estado
vinculado a grandes intereses económicos.
De
este modo, el ministro de Hacienda, Alberto Arenas (PS), fue Director
de Presupuesto de dicho ministerio, durante el anterior gobierno de
Bachelet, bajo la dependencia de Andrés Velasco, ministro caracterizado
por sus posturas neoliberales y que con sus colegas del think thank
Expansiva copó los ministerios económicos de dicho gobierno. Además,
Arenas formó parte posteriormente del directorio de Canal 13, designado
por Andrónico Luksic.
A
su vez, el ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes (PDC), fue jefe
de los asesores de Andrés Velasco en el Ministerio de Hacienda de
Bachelet entre 2006 y 2009; ¡e incluso forma parte del actual grupo
político de Velasco, Fuerza Pública! Asimismo, el subsecretario de
Hacienda, Alejandro Micco (PDC), fue también jefe de los asesores de
Velasco en dicho Ministerio en 2009. Por su parte, la subsecretaria de
Economía, Katia Trusich (PPD), ha sido gerente de Genzime para Chile,
Perú y Ecuador, filial de Sanife, una de las principales empresas
multinacionales farmacéuticas del mundo. Y el subsecretario de Pesca,
Raúl Sunico (PS), se ha manifestado a favor de la pesca de arrastre (Ver
El Clarín; 30-1-2014) y apoyó la Ley de Pesca que favorece a las “siete
familias” (Ver El Mostrador; 14-2-2014).
Por
otro lado, la ministra de Minería, Aurora Williams (PR), fue gerente de
administración y finanzas de la empresa operadora del puerto de
Antofagasta (Antofagasta Terminal Internacional) controlada por el Grupo
Luksic. A su vez el subsecretario de la misma cartera, Ignacio Moreno
(PPD), fue gerente de la minera Cerro dominador, de la familia Callejas,
una de las más poderosas del país en el rubro. Más aún, el ministro de
Energía, Máximo Pacheco (PS), ha sido alto ejecutivo de varias empresas
multinacionales dedicadas al petróleo, la forestación y la producción de
papel, estando una de ellas vinculada al Grupo Angellini.
Además, el
ministro del Medio Ambiente, Pablo Badenier (PDC), ha sido miembro de la
directiva conservadora del partido presidida por Ignacio Walker. Y el
subsecretario, Marcelo Mena, ¡es miembro de Fuerza Pública de Velasco!
Asimismo, la ministra del Trabajo, Javiera Blanco (PDC) ha sido
directora de la Fundación Paz Ciudadana de Agustín Edwards. Y el
ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga (PDC), pertenece a la
fracción de los “príncipes” de Ignacio Walker.
También
es importante constatar que el ministro de Relaciones Exteriores,
Heraldo Muñoz (PPD), como subsecretario de dicha cartera y destacado
embajador de los gobiernos anteriores de la Concertación, fue activo
propulsor de la política exterior de dichos gobiernos que tuvo, dentro
de sus principales características, la plena, conformista y solitaria
inserción de Chile en el actual sistema económico internacional
neoliberal. Respecto del ministro de Defensa, Jorge Burgos (PDC), hay
que destacar que es reconocido como uno de los dirigentes más
conservadores de la fracción de los “príncipes” del partido. Incluso, la
ministra de la Secretaría General de la Presidencia, Ximena Rincón
(PDC), que se presenta hoy como progresista, ¡fue directora de Provida!,
inaugurando en 2006, con José Antonio Viera-Gallo (PS), una pléyade de
decenas de ex ministros, subsecretarios y superintendentes de gobiernos
de la Concertación que se han registrado como candidatos a directores de
AFP, o de grandes empresas en representación de las AFP.
Pero
quizá la designación ministerial más reveladora es la de Nicolás
Eyzaguirre (PPD) en Educación, que se supone que debiera ser el más
reformista. De partida, él fue el ministro de Hacienda de Lagos,
presidente que concitó los máximos panegíricos de la derecha chilena e
internacional: “El mejor Presidente de derecha de todos los tiempos”
según los empresarios, de acuerdo a César Barros; y el “amado” por los
empresarios chilenos y de la APEC, de acuerdo a Hernán Somerville. Como
ministro, Eyzaguirre planteó que “en el mediano plazo la tendencia es
que el Estado debería deshacerse de la mayoría de las empresas públicas.
La única excepción es Codelco, que debiera seguir en manos del Estado”
(Que Pasa; 2-9-2000). Además, bajo su gestión se creó el Crédito con
Aval del Estado (CAE). Y su desempeño posterior a dicho ministerio,
acrecentó su orientación neoliberal y sus vínculos con los grandes
grupos económicos. De este modo, entre 2008 y 2012 ocupó uno de los
principales cargos del Fondo Monetario Internacional (FMI) –la
institución mundial neoliberal por excelencia-, el de director del
Departamento para el Hemisferio Occidental que tiene a su cargo 34
países. Y entre 2012 y 2013 asumió como presidente del Canal 13, de
propiedad de Andrónico Luksic…
Y
otro episodio sumamente revelador –ya que está referido al área
supuestamente de mayor compromiso de la Concertación, como es el de
derechos humanos- fue la designación de Carolina Echeverría (PPD) como
subsecretaria de las Fuerzas Armadas, en circunstancia que había sido
denunciada en 2009, cuando era subsecretaria de Marina, como autora de
una suerte de chantaje a los marinos constitucionalistas que querían
incorporarse al sistema previsional, en el sentido de poder acceder a
ello si deponían las querellas por torturas que algunos de ellos habían
interpuesto.
Además, se le planteó a Echeverría un manifiesto conflicto
de interés, al descubrirse que su padre tenía graves denuncias de
torturas en su calidad de jefe de inteligencia del Regimiento Buin,
luego del golpe. Y, por si lo anterior fuese poco, salió a la luz un
nebuloso sumario por eventual información privilegiada proporcionada a
su marido estando como subsecretaria de Marina. Y pese a que la denuncia
del chantaje fue reactivada por los marinos constitucionalistas,
Bachelet respaldó varias veces su nombramiento, hasta que se le hizo
políticamente imposible mantenerla.
Por
último, hay un indicador que no puede ser más demostrativo de que la
Concertación no ha modificado su plena conversión al neoliberalismo,
crudamente reconocida por el principal arquitecto de la “transición”,
Edgardo Boeninger, en su libro Democracia en Chile. Lecciones para la
gobernabilidad (Edit. Andrés Bello, 1997). Este es de que pese a que en
estos cuatro años, como oposición, la Concertación no ha tenido
teóricamente ningún diario ni canal de televisión, ¡no se ha quejado en
ningún momento de ello! Esto se explica porque el duopolio y los canales
de televisión le han brindado a su liderazgo la cobertura que este ha
necesitado y que, al mismo tiempo, no ha entrado en ninguna
contradicción con la postura ideológica de los medios.
En este mismo
sentido, el liderazgo de la Concertación ha mantenido su postura
–completamente afín a la que tuvo el gobierno de Piñera- de continuar
impidiendo la devolución de los bienes del diario Clarín al propietario
(Víctor Pey) que tanto el Consejo de Defensa del Estado (1975) como el
Tribunal del Banco Mundial (2008) determinaron que era al momento del
golpe; postura que además de injusta y violadora de los derechos de
propiedad y de libertad de expresión, garantiza la preservación del
duopolio El Mercurio-Copesa.
Todo
indica, pues, que la dirigencia de la Concertación no ha cambiado sus
posturas fundamentales en los últimos cuatro años; y que cualquier
modificación estructural de la sociedad chilena se logrará, durante este
gobierno, en virtud de la presión social que ejerzan las grandes
mayorías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario