viernes, 3 de enero de 2014

Entre colonialidad, la vida misma y el febrero costarricense



Y llega nuevamente un febrero de esos que señala la Constitución Política costarricense como un momento para hacer sentir los proyectos políticos de las (en las Costa Rica más reciente) y los costarricenses. Sin embargo, lo político tiene expresiones más complejas, históricas y contradictorias que el dato de indecisos o abstencionistas en los procesos electorales locales. Lo político local, en realidad, tiene relación con los vínculos coloniales que aún nos atraviesan, con un proyecto viable para la especia y el planeta.

Plantea uno de los analistas del “Sistema Mundo” más serios, rigurosos y reconocidos en el ámbito académico mundial, Immanuel Wallerstein, que la crisis sistémica que experimentamos en la actualidad a escala planetaria es la crisis un modelo civilizatorio en su conjunto. Quisiera partir de esta premisa para compartir estas breves líneas que me parecen oportunas en este momento y no después.

Lo primero que me gustaría hacer es pensar en las posibilidades y límites reales que tienen los partidos políticos costarricenses de modificar las condiciones estructurales que posicionan al país, en su conjunto, ante dinámicas de saqueo, de dominación, de explotación que tan sólo hace dos meses conmemoraron ya sus 521 años de vigencia colonial en esta parte del mundo. No se trata de entrar aquí estableciendo un análisis histórico de “larga duración”, como lo llamaría el mismo Wallerstein, más sí de comprender, a groso modo, la génesis de la crisis institucional que contamina a los Partidos Políticos a escala planetaria. Lo que sucede en el escenario nacional tan sólo es un reflejo de ello. Y es que son, los Partidos Políticos, de izquierda y de derecha, los garantes de la reproducción del orden vertical del proyecto moderno/colonial.

Pensemos tan sólo por un momento que la democracia, en tanto proyecto político que encamine a la humanidad a relaciones horizontales de poder y representatividad política, es una idea de más de 2000 años de antigüedad, sin embargo, este proyecto ha sido reducido al mercado por una simple razón: garantiza la superioridad de Occidente sobre el resto del mundo. No sólo satisfechos con el saqueo del oro, la fuerza de trabajo, los recursos diversos del continente americano que permitió el surgimiento de la economía capitalista occidental tal como la conocemos hoy día, de la industria, de la tecnología, del comercio, el proyecto occidental moderno/colonial se ha garantizado su presencia en cada uno de los espacios de la vida social misma a escala planetaria. 
 
Esto lo ha logrado al dotarle de un sentido colonial a lo político, lo que ha garantizado una posición de privilegio a occidente sobre el resto del mundo borrando el sentido lógico del mismo proyecto democrático así como de la imposibilidad de hurgar en proyectos de vida Otros, o sea, relaciones sociales de convivencia más allá de lo político institucional pensados y vividos en otras partes del mundo que confronten los 521 años de existencia del proyecto moderno/colonial.

Dicho lo anterior, no se trata de qué Partido Político gane las elecciones en febrero próximo, sino de los vínculos o rupturas coloniales que este partido logre establecer en un escenario geopolítico más amplio. Esto, estoy claro, les duele a los mismos liberales mesiánicos de texto que, aunque vean a su economía mundo herida de muerte, siguen promoviendo el sentido unificador del mercado como único significado de unidad en lo humano.

Nuestro país será incapaz de generar empleo, entendiendo que esa es una preocupación real y objetiva, en un contexto lumpen capitalista global como el actual por la sencilla razón de que nuestra posición de inferioridad en el mundo fue trazada desde el momento mismo en que Colón declara a las tierras americanas propiedad de la corona española y que nosotras y nosotros, descendencia mestiza de siglos de tortura, saqueo, violaciones e imposición colonial subrayemos nuestra posición de inferioridad garantizando la continuidad una y otra vez al proyecto moderno/colonial.

Si bien los conquistadores de América no venían con bandera verdiblanca en sus manos, al menos visiblemente, es importante tener claridad de que la existencia de los Partidos Políticos en la actualidad es el resultado de las tensiones y conflictos étnicos, raciales, políticos, de clase, religiosos, de género y otros que confrontan el orden vertical del poder que se reproducía aún en la Francia de 1789 y que propició, entre otras cosas, la poca conocida pero valiente e irreverente independencia del mismo Haití negro que se le sigue cobrando hoy, el último día del 2013, su irreverencia histórica y, por supuesto, su color de piel. Por más abarrotada que se encuentre la literatura especializada de las Ciencias Sociales haciendo referencia a los logros de la Revolución Francesa de 1789, lo cierto es que la realidad social en la actualidad deja claro que han sido, precisamente las Ciencias Sociales quienes se han especializado en garantizar de que el cambio no confronte verdaderamente la verticalidad del poder (Wallerstein). Los Partidos Políticos no sólo nacen en el mismo contexto. Comparten este objetivo.

Al igual que en la España unificada como condición previa para que la corona española financiara el primer viaje de Colón a las Indias en el mismo año en que se fecha nuestra posición de inferioridad, 1492, los partidos políticos, a escala planetaria, posterior a 1789, tienen la tarea de garantizar la explotación, la dominación y el saqueo a través de la misma estrategia utilizada por la corona española en el califato de Córdoba: una religión, una identidad, un Estado (Grosfoguel). Nuestros Estados Nacionales no son, si no, un refrito de los dos procesos anteriormente señalados. Por un lado tenemos una copia idéntica del proyecto de unidad nacional español de 1492 en el cual nuestro Estado nacional ha sido dotado de una identidad nacional y de una religión nacional que incluso nos posiciona como uno de los pocos Estados confesionales del mundo, no es casualidad el interés, afán, esmero por exaltar estos sentimientos en tiempos de clasificación mundialista. Por otro lado se encuentran los remanentes de las expectativas populares en la Revolución Francesa de 1789 al tiempo en que Ciencias Sociales y Partidos Políticos garantizan la desaceleración del cambio social (Wallerstein) o que éste simplemente no ocurra.

La posibilidad de garantizarnos un futuro donde quepamos la especie, el planeta, la vida misma está condicionada a que como especie tengamos la capacidad de retar y confrontar al orden institucional/global del proyecto moderno/colonial que aún nos atraviesa. De lo que se trata, en realidad, es de enfrentar conscientemente la crisis planetaria actual: el proyecto civilizatorio occidental.

Es posible que mi preocupación no sea compartida, atinente o pertinente para ustedes en estos momentos, más recordaba al Che mientras escribía cuando señalaba con atinado humanismo: “seamos realistas, logremos lo imposible”.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


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