La socialista Michelle Bachelet arrasó en la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales de Chile, y regresará al poder con una
ambiciosa agenda de reformas sociales para acortar la brecha entre ricos
y pobres en el mayor exportador de cobre del mundo.
Bachelet, que gobernó Chile entre el 2006 y el 2010,
venció con un 62,15 por ciento de los votos con un 99,85 por ciento de
los sufragios válidos escrutados, el mayor porcentaje logrado por un
candidato desde el retorno a la democracia en 1990.
"Estoy contenta con el resultado y con la victoria y voy a ser la presidenta de todos los chilenos y chilenas",
dijo la médica de 62 años en una conversación telefónica con el
saliente presidente conservador, Sebastián Piñera, transmitida en
directo por la televisión estatal.
El triunfo fue tan rotundo
que su rival derechista Evelyn Matthei reconoció su derrota entre
lágrimas cuando aún no se computaban ni la mitad de los votos.
Matthei obtuvo un 37,84 por ciento en una votación con un fuerte nivel de ausentismo, dijo el Servicio Electoral. Fue la peor elección de la derecha en unas dos décadas.
Los
seguidores de Bachelet agitaron banderas e hicieron sonar las bocinas
de sus coches afuera del palacio presidencial de La Moneda.
Pese al fuerte respaldo del electorado, Bachelet
no tendrá en el Congreso la sólida mayoría necesaria para llevar
adelante algunos de los cambios prometidos y tendrá que demostrar
cintura para tejer alianzas con la oposición.
Su victoria no
representa un giro radical hacia la izquierda ni tampoco un cambio en el
rumbo de la sexta mayor economía de América Latina. Su coalición, que abarca desde comunistas hasta democratacristianos, gobernó Chile durante 20 años tras el final de la dictadura de Augusto Pinochet en 1990.
Bachelet,
que asumirá la presidencia el 11 de marzo, es la primera mandataria en
gobernar por segunda vez en Chile desde el fin de la dictadura de
Augusto Pinochet. En la región, se sumará a otras mujeres líderes como la presidenta brasileña Dilma Rousseff y la argentina Cristina Fernández.
La
abstención de un 53 por ciento no parece haber sido un obstáculo para
la líder socialista, a pesar de que le jugó una mala pasada en la vuelta
inicial el mes pasado de las primeras elecciones con voto voluntario. Entonces la socialista había obtenido un 46,7 por ciento y Matthei un 25,03 por ciento.
Bachelet logró capitalizar el descontento con las políticas sociales del presidente Piñera, un multimillonario conservador.
La
presidenta electa ha prometido revolucionar la educación pública en
esta nación de 16,6 millones de habitantes, una mejora que financiará
aumentando los impuestos a las empresas.
"Me parece excelente,
porque este (el triunfo) es un pequeño paso en los cambios que se van a
venir en Chile. No sé si pueda hacerlo todo, porque es demasiado, pero
va a hacer gran parte de eso", dijo Beatriz Jorquera, una estudiante que
festejaba en el centro de capital con una bandera chilena en su mano.
Durante
su campaña, Bachelet se comprometió a lanzar un paquete de 50 medidas
en sus primeros 100 días de Gobierno, con un marcado enfoque en mejorar
la educación pública.
Soltera y madre de tres hijos, Bachelet
prometió una reforma fiscal para recaudar unos 8.200 millones de
dólares adicionales con un alza de los impuestos corporativos y el fin
de beneficios a empresas. Parte del dinero será usado también para
mejorar la salud pública y las pensiones.
Su propuesta es aplaudida por muchos chilenos, que dicen no sentirse beneficiados por las riquezas minerales del país.
Y tampoco encontró resistencia entre los empresarios que deberán abrir la billetera.
"No
existe preocupación respecto a la inversión privada en relación de
quién será el nuevo presidente del país", había dicho el domingo a
periodistas el multimillonario Andrónico Luksic.
Pero su tarea no
será fácil. A pesar de que la victoria de Bachelet en puntos
porcentuales fue un récord, en términos absolutos menos chilenos la
votaron para esta segunda vuelta que en el 2005, en parte porque ahora
el voto no es obligatorio.
Aunque tiene suficiente apoyo para subir los impuestos y mejorar la educación, difícilmente conseguirá los votos que necesita en el Congreso para reformar la Constitución heredada de la dictadura. Bachelet quiere cambiar las reglas del sistema electoral que limita la construcción de mayorías parlamentarias para gobernar.
"Las
expectativas están muy altas y Bachelet va a tener que hacerse cargo
muy rápido de bajar esas expectativas", advirtió Patricio Navia,
analista político y profesor de la Universidad de Nueva York.
Matthei
había advertido que las reformas de Bachelet iban a golpear la
inversión y el crecimiento de una economía que está desacelerándose.
En
extremos opuestos del espectro ideológico, Bachelet y Matthei tienen,
sin embargo, algo en común: ambas son hijas de generales de la Fuerza
Aérea y jugaron juntos cuando niñas.
Pero su disputa refleja una
nación todavía dividida por la dictadura. Mientras que el padre de
Bachelet se mantuvo leal al derrocado presidente socialista Salvador
Allende y murió en la prisión, el de Matthei apoyó el golpe e integró la
junta militar de Pinochet.
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