Lidera movimiento de mujeres y defiende DH en Honduras
Acusada de “terrorista, disidente política y comunista”,
Gladis Lanza Ochoa es una de las activistas más reconocidas de Honduras, pero
también una de las más amenazadas, ya que ha padecido arrestos, torturas y
persecuciones; incluso en una ocasión sufrió un atentado con bomba… y no
obstante, advierte que no piensa dimitir a sus convicciones feministas.
Militante de las causas sociales, admiradora de la
antropóloga mexicana Marcela Lagarde y entusiasta de la política, Gladis
critica a su país: “¿Qué es lo que hay ahora? Leyes, instituciones, Derechos
Humanos, pero no hay acciones reales que nos garanticen todos esos derechos.
Entonces, estamos en un avance de escritos, de muchos escritos, pero realmente
un resultado de eso no hay”.
En entrevista con Cimacnoticias, la activista
centroamericana cuenta cómo ha sido su lucha y afirma: “Con sólo oír hablar a
las mujeres y oír lo injusta que ha sido la vida con todas nosotras, hay razón
de seguir adelante en esto. Es una lucha interminable, sí, pero tiene una razón
que aprendí desde niña: la justicia. Eso es lo más importante”.
Desde muy joven Gladis se integró a la lucha sindical, luego
se lanzó al activismo político y ahora como feminista. En su momento fue una
férrea crítica de las dictaduras latinoamericanas, se caracterizó por su
defensa de los Derechos Humanos (DH), y en algún punto de su historia comenzó a
apoyar la causa de las mujeres, tema que hoy es imprescindible en su vida.
Esta trayectoria le ha dado un lugar como feminista
hondureña y líder del Movimiento de Mujeres por la Paz Visitación Padilla,
agrupación que ha empujado la promulgación de una Ley de Violencia Doméstica,
una Ley de Igualdad, reformas penales en materia de feminicidio, y la creación
de juzgados de violencia familiar y refugios para mujeres.
Como si fuera poco, también ella y el movimiento de mujeres
ha documentado las violaciones a los DH durante y después del golpe de Estado
contra el presidente Manuel Zelaya, perpetrado en 2009.
Gladis nació en un
hogar donde su madre era el sustento y su padre un personaje cercano, pero
ausente porque tenía otra familia. Esa fue la razón que la hizo borrar sus
apellidos paternos.
“Mi papá ya murió bastante mayor y me preguntaba por qué
había tomado esa decisión. Yo le contestaba que estoy orgullosa de los dos
apellidos de mi madre porque ella fue una heroína”, cuenta.
El padre de Gladis fue un hombre importante y su madre una
joven humilde, así que ella creció en medio de esa división de contextos.
“Después de todo eso, crecí, estudié. Hubo un problema con mis estudios porque
yo quería ir a la universidad y mi papá decía que ya era suficiente con lo que
ya había estudiado.
“Mi mamá, que era una
conspiradora de primera, desde niña me había enseñado, se sentaba horas con
todos nosotros y nos contaba la historia de Honduras. Decía que era
impresionante cómo el gobierno norteamericano se va apoderando del país y del
pensamiento de la ciudadanía.
“Ella era una mujer que leyó mucho, sólo cursó tercer o
cuarto grado, pero sabía mucho, no había libro que cayera en sus manos que no
leyera”.
La educación fue la primera batalla ganada de una larga
historia de luchas. En la década del 60 se creía que las mujeres nacieron para
cuidar a sus maridos, su casa y sus hijos, pero aún así ella logró convencer a
su padre y entrar al bachillerato; después comenzó a laborar en una empresa del
Estado y allí se adentró al sindicalismo.
Cuando tenía 22 años de edad, su sindicato ofreció becas
para estudiar en México. Gladis fue una de las primeras en apuntarse y se
aventuró a la odisea de salir de su país, aun cuando fue tachada de reclutarse
al comunismo. Estar en este país sembró más dudas que certezas.
Desde antes
sospechaba de los manejos turbios de su agrupación gremial: “El sindicato
promovía cosas que no me parecían justas, sabía que había corrupción en los
dirigentes y yo empezaba a plantear cosas diferentes. Creo que por eso me
dieron la beca, para que me callara. Me ‘despacharon’”.
A su regreso a Honduras, Gladis comenzó a promover cambios y
logró ser dirigente de la sección sindical de Tegucigalpa. “Me convertí en una
dirigente nacional, pero ahora me doy cuenta de que en esos años tenía un
lenguaje y conducta evidentemente machistas, y pienso que por eso me aceptaban,
tuve que masculinizarme para que me aceptaran porque había mucha
discriminación”.
A finales de años 70, ya como madre y esposa, viajó a Cuba a
estudiar pero cuatro años después regresó a su país y tuvo que permanecer en la
clandestinidad porque en 1982 las guerrillas y las revueltas sociales estaban
en pleno apogeo.
Vivió refugiada por un año, pero en 1985 la policía política
la capturó y la torturó; fue condenada a 33 años de cárcel pero la presión del
sindicato y las influencias de su padre la sacaron de prisión.
La persecución era por su activismo político, la defensa de
la empresa energética donde laboraba y por su defensa de los DH. Para 1989 la
situación era la misma y la represión se recrudeció.
Por esa época en su casa pusieron una bomba, pero logró
salvar la vida. “Fue dramático, la casa quedó inservible, el carro igual, la
casa se partió. Yo tenía las piernas heridas”, recuerda.
Sobre ese episodio agrega: “Se hicieron movilizaciones muy
grandes, se denunció pero jamás se supo quién puso la bomba. Ellos saben, yo
también, pero es claro que ese ‘escuadrón de la muerte’ sigue ahí. Ese
escuadrón es el que me sigue”. En ese momento decidió que no podía parar a su
lucha.
Las amenazas en su
contra han llegado hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que le ha
brindado medidas de protección.
Años antes, en 1984, al calor del caos social comenzó a
trabajar el Movimiento de Mujeres por la Paz Visitación Padilla y aunque Gladis
estaba en otros espacios se acercó a las mujeres para escuchar las historias de
abusos y violaciones que padecían y sobre las infecciones de transmisión sexual
propagadas por los soldados norteamericanos.
“Empecé a incorporarme a la lucha del movimiento de mujeres
sin separarme del sindicato. Aquí estoy, ya posicionada. Sé que ésta es mi
lucha, estoy comprometida con la lucha de las mujeres, he crecido mucho con
ellas. He aprendido más de ustedes que ustedes de mí, pero ustedes ni se dan
cuenta”, dice orgullosa.
En enero próximo, el Movimiento Visitación Padilla cumplirá
30 años de lucha, justo el día que tomará posesión el nuevo gobierno hondureño.
Al respecto, Gladis afirma que el movimiento está listo para
continuar trabajando, aunque lamenta que de los presidenciables, Xiomara Castro
sea la candidata con menos oportunidades por ser la esposa del presidente
derrocado.
FUENTE: CIMAC
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