La propuesta más radical y audaz que
conozco respecto a la relación entre el respeto a la Madre Tierra y
desarrollo en parques nacionales con alta diversidad biológica y
valiosos recursos naturales en el subsuelo es la Iniciativa Yasuní-ITT
(por los campos petroleros Ishpingo-Tiputini-Tambococha), en el parque
del mismo nombre ubicado en la Amazonía ecuatoriana. Dentro del área hay
todavía tres pueblos indígenas emparentados, que en el pasado eran
llamados awkas (“enemigos”, en kichwa) dos de los cuales (los
Taraegi-Taromenare) siguen decididos a mantener su aislamiento.
Poco después de su asunción a la
presidencia a principios de 2007, Correa, alentado por su primer
ministro de energía, Alberto Acosta Espinosa, apoyó una propuesta para
no extraer el crudo del Parque Nacional Yasuní, la cual finalmente se
oficializó el 10 de diciembre de 2007:
“Dejar el crudo represado en
tierra, a fin de no afectar un área de extraordinaria biodiversidad y no
poner en riesgo la existencia de varios pueblos en aislamiento
voluntario o pueblos no contactados. Esta medida será considerada
siempre y cuando la comunidad internacional entregue al menos la mitad
de los recursos que se generarían si se opta por la explotación del
petróleo; recursos que requiere la economía ecuatoriana para su
desarrollo”.
Esta cantidad se estimó entonces en por lo menos $us 350
millones por año a Ecuador. La no explotación evitaba además la emisión
de 410 millones de toneladas de
dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, que causa el calentamiento
global.
Tras otras tentativas, en agosto de 2010
se estableció un fideicomiso del PNUD y el Estado para recoger fondos.
Pero hasta agosto de 2013, de los $us 3.600 millones que se buscaba
reunir durante 12 años, sólo se logró comprometer $us 336 millones, más
de la mitad quedó en ofrecimientos y sólo $us 13,3 millones estaban ya
depositados. Si se las explotaran plenamente, las reservas de estos
yacimientos vírgenes (20% del total en Ecuador) podrían captar, según el
Estado, $us 18.292 millones.
Por eso, este jueves 15 de agosto Correa
anunció que la Iniciativa Yasuní-ITT ya no va: “Con profunda tristeza,
pero con absoluta responsabilidad, he tenido que tomar una de las
decisiones más difíciles de todo mi gobierno... Necesitamos de los
recursos naturales para superar la pobreza y el desarrollo soberano; el
mayor atentado a los Derechos Humanos es la miseria... Esta decisión nos
desilusiona a todos, pero la historia nos juzgará”.
Luego agregó que el
factor “fundamental” del fracaso de la iniciativa es que el mundo es
una “global hipocresía”, pues la “lógica que prevalece no es la
justicia, sino la del poder”. Tiene una buena parte de verdad, aunque el
11 de octubre de 2008, hablando de minería, ya dijo: “Es un absurdo
estar sentado sobre centenares de miles de millones de dólares y por
romanticismos, novelerías,
fijaciones, que sé yo, decir no a la minería”.
En diversas partes del planeta ya estaba
en marcha un movimiento llamado “Yasuinizar el mundo”, a partir de
otras varias nuevas iniciativas en lugares tan distantes como Guatemala,
Nueva Zelanda, Noruega o Nigeria. En éste último hablan de “ogonizar”
porque los ogoni, después de 1995, consiguieron expulsar durante muchos
años a la Shell. Dicen allí leave oil in the soil. Como dice, Martínez
Alier, hay razones locales y razones globales (de cambio climático) para yasunizar el mundo. Ojalá sólo se haya perdido una batalla.
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