A pesar de su notable descenso en el último medio siglo, esta práctica matrimonial continúa siendo ampliamente defendida en el continente africano
La introducción, el pasado martes, en el Parlamento de
Kenia de la llamada propuesta de «ley del Matrimonio» echa aún más leña
al eterno debate moral que experimenta el continente sobre la poligamia.
Mediante ésta, se obliga a que todos los casamientos (ya sean tradicionales, civiles o religiosos) dispongan de un certificado oficial, lo que reduce las posibilidades de que las mujeres sean abandonadas por sus esposos o excluidas de la herencia por no contar con un acta de matrimonio.
La medida ha sido ampliamente defendida por las
asociaciones locales femeninas, ya que garantiza a ambos cónyuges los
mismos derechos de los bienes matrimoniales.
Sin embargo, no cierra una agria polémica. El proyecto de ley propone el reconocimiento legal de la poligamia, siempre que el casamiento se realice dentro del rito musulmán o consuetudinario
(y notificando antes el hombre a su primera esposa sus potenciales
intenciones). No obstante, la poligamia no se permitiría en las uniones
cristianas o civiles, incluso, bajo pena de cárcel.
Según un reciente estudio de la London School of Economics, en buena parte de los países del África subsahariana, más del 10% de las mujeres casadas se encuentran en una unión polígama.
De igual modo, entre Senegal y Tanzania, se extiende el denominado
«cinturón de la poligamia», en la que es común encontrar a más de un
tercio de las mujeres esposadas en uniones de este tipo. En este
sentido, la práctica tiende a ser citada como una de las posibles causas
de los bajos niveles de ahorro familiar de África, la alta incidencia
del VIH, los altos niveles de mortalidad infantil, y de la depresión
femenina.
Esto, a pesar de su notable descenso durante los últimos
cincuenta años: De los casi medio millón de mujeres incluidas en el
estudio, aproximadamente el 40% de aquellas mujeres que contrajeron matrimonio en 1970, a día de hoy comparten marido, mientras que para las féminas que lo hicieron en 2005, esa cifra es más cercana al 15 por ciento.
En Benin, por ejemplo, más del 60% de las mujeres que se
casaron en 1970 lo hicieron con maridos polígamos, mientras que, en
2000, su número era ya menor al 40%. Datos similares a los de Burkina
Faso, Guinea y Senegal.
A favor y en contra
Sin embargo, a pesar del notable descenso, la aceptación es
notable. Como asegura el analista liberiano Paul Y. Harry, la poligamia
promueve los derechos individuales
y la libertad de elección, así como reduce el adulterio. De igual modo,
Harry alude a la tradición para continuar con la práctica.
Pese a ello, sus detractores aducen la falta de equidad de género en un sistema 100% patriarcal
(¿o acaso las mujeres cuentan con el mismo derecho a la hora de
compartir varios maridos?). Además, destacan el estrés emocional
relacionado con la competencia entre las esposas e hijos de la atención y
los recursos, así como la falta de derechos que, en ocasiones, conduce a
ser víctimas de violencia de género.
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