viernes, 5 de julio de 2013

Consideraciones sobre la propiedad. Avanzar hacia Otra Economía

Por Josep Manel Busqueta
Bellpuig, Lleida, España

El cuestionamiento de la propiedad privada es uno de los elementos centrales que se deben plantear si se pretende presentar propuestas que superen la economía capitalista y su modelo de sociedad.

La propiedad en el capitalismo: base de la explotación

En el mundo todas las personas nacemos con necesidades y para poderlas cubrir necesitaremos poder disponer de determinados satisfactores de ellas. Así, por ejemplo, la comida es un satisfactor de la necesidad de alimentación como una manta lo sería de la de abrigo. Lo cierto es que en la sociedad capitalista, a pesar de que existen los bienes suficientes para que todas las personas pudiéramos cubrir con creces nuestras necesidades fundamentales, eso no es así. En el capitalismo es necesario poseer dinero para poder acceder a los satisfactores de las necesidades.

En ese punto es donde la propiedad se convierte en determinante. La mayoría de la población no dispone ni de los recursos ni de los medios de producción para producir los bienes y servicios satisfactores de necesidades; necesita adquirirlos en el mercado a cambio de dinero. Así pues, para poder acceder a ese dinero «imprescindible» en nuestras sociedades, la mayoría de la población debe trabajar asalariadamente, esto es, debe vender en el mercado de trabajo sus habilidades y capacidades productivas, su fuerza de trabajo, a aquella parte de la población que posee los medios productivos. Si se tiene la suerte de que algún propietario de los medios de producción, o sea, algún empresario, considere que las habilidades que una persona posee son adecuadas para producir lo que él desea, entonces esa persona podrá cobrar un salario con el que podrá ir al mercado a comprar aquello que necesita para subsistir.

En este punto debemos constatar, de manera fundamental, que cuando el propietario de los medios de producción paga al trabajador un salario, no lo hace por la totalidad de lo que el trabajador produce, sino que sólo le paga una parte de lo que éste creó con su esfuerzo. Es gracias a la propiedad privada como el propietario consigue apoderarse de una parte del trabajo ajeno sin que eso constituya legalmente un robo. De este modo es como la propiedad privada se convierte en la principal fuente de poder social en el capitalismo y en el argumento fundamental que asegura la reproducción futura del mismo.

Toda la creatividad humana se encuentra subordinada a los designios de los propietarios, que conducen según sus intereses el destino de la humanidad. Así por tanto vemos cómo en el capitalismo, debido al poder que emerge de la propiedad privada, resulta imposible desarrollar todos aquellos proyectos que, más allá del beneficio privado, podrían ayudar a mejorar el conjunto de las condiciones de vida de las personas. Las instituciones, como por ejemplo el Estado, que en un principio podríamos considerar como las garantes de una cierta neutralidad social y por tanto defensoras de los derechos de todos por igual, en la práctica se convierten en fieles defensoras de los intereses de los propietarios, primero, garantizándoles la defensa de su propiedad, y segundo, legislando en cada momento según los intereses de la parte propietaria de la población. Es sólo gracias al conflicto social y a la capacidad organizativa de la población como, en algunos casos, se consiguen leyes que permiten limitar el poder de los propietarios.

En la actualidad vemos cómo existe una fuerte ofensiva por parte de los grandes poderes privados para conseguir ampliar al máximo la cuota de la riqueza social susceptible de ser privada. Asistimos a la lucha feroz por parte del capital por apoderarse de todos los ámbitos de la vida que pudieran generar beneficios. Así los recursos naturales, los derechos sociales y el conjunto del patrimonio productivo colectivo se encuentran en el punto de mira de los intereses privados.

Además resulta importante destacar que en la medida que los derechos sociales y el conjunto del patrimonio colectivo se convierten en propiedad privada, dejan de poder ser disfrutados por el conjunto de la sociedad. Bajo el régimen de la propiedad privada, el propietario no tiene por qué hacerse responsable ni preocuparse por el destino de los que no disponen de propiedad.

Abandonar la propiedad privada para construir una sociedad de todas

En el momento de presentar las distintas propuestas respecto a cómo sería posible organizar la propiedad en una sociedad alternativa, resulta oportuno reflexionar sobre cuáles son las condiciones desde las que pretendemos iniciar el proceso de transformación.

En ese sentido, debemos saber con qué capacidad política contamos, cuál es nuestro poder económico para poder implementar distintos programas de transformación, además de conocer cuál es el nivel de conciencia de la sociedad o del colectivo en que se va a desarrollar el proceso de cambio. Según estas variables, podremos optar por distintos planteamientos de transformación Se debe señalar también que, en el momento de plantear el debate en torno al modelo de propiedad, lo que se discute es qué forma de propiedad deben adoptar tanto los medios de producción como los elementos fundamentales (infraestructuras, sector financiero, equipamientos, etc.) para el funcionamiento social. Resulta claro que aquellos elementos que forman parte del uso personal no serían sometidos a ningún tipo de propiedad colectiva. Para entendernos, nadie debería cuestionar la propiedad privada de nuestro cepillo de dientes, o de nuestra ropa.

En el planteamiento que supone ir más allá de la propiedad privada aparecen distintas modalidades de propiedad colectiva que podemos contemplar. Así pues, la propiedad estatal, municipal, comunitaria, cooperativa o incluso comunal son distintas formas que pueden ser adecuadas para una sociedad distinta.

Sin duda, más allá del análisis técnico que pudiera pretender presentar cada una de las modalidades de propiedad alternativa como adecuada a distintos entornos sociales, deberá ser la participación ciudadana y por tanto, los procesos de democratización de la sociedad y de la economía, los que decidan cuál es la forma más adecuada de propiedad.

Salvo algunas excepciones donde las sociedades cuentan con el poder político de sus respectivos estados, la mayoría de la población desarrolla su actividad en entornos capitalistas, sin poder disponer del poder político necesario para transformar sus sociedades. 

En estos casos, ha de ser posible poder presentar propuestas prácticas que nos permitan avanzar hacia esa sociedad distinta. Es aquí donde las cooperativas y las propuestas de propiedad comunal se convierten en verdaderos laboratorios que nos deben permitir mostrar qué otra forma de propiedad es posible. Es gracias a estos ejemplos prácticos como se puede demostrar que, para producir, no es necesario que existan patronos, propietarios de los medios de producción, y que la extorsión que supone el trabajo asalariado puede superarse por el apoyo mutuo del trabajo cooperativo.

Es importante señalar cómo los proyectos cooperativos, así como otras formas de propiedad colectiva que puedan desarrollarse en el capitalismo, no deberían ser un fin en sí mismas. Todos estos proyectos, más allá de mostrar su eficacia en un entorno capitalista, deberían convertirse en instrumentos adecuados que permitieran empezar a abandonar el capitalismo y, al mismo tiempo, ayudar en la lucha social y política que supone superar el capitalismo como sistema hegemónico en la sociedad.

A grandes rasgos, la propiedad colectiva de los medios productivos, de acuerdo con sus distintas modalidades, debería convertirse en uno de los pilares esenciales del nuevo modelo de sociedad. Junto a este, debería también avanzarse en la dirección de un proceso de producción y distribución que, sin explotación, garantizara el derecho a vivir dignamente a todas las personas. En una sociedad donde la gestión del poder fuera lo más horizontal posible basada en un sistema de valores que tendría el bien común y el respeto de la naturaleza como piedras angulares.

No existen proyectos o propuestas pequeñas. Cualquier avance en una forma distinta de concebir las relaciones humanas, que contenga una forma diferente de organizar la propiedad, se convierte en un gran ejemplo para el resto de la comunidad y de la sociedad. Son estas experiencias, el amor, la alegría y el espíritu solidario y generoso de sus participantes lo que nos permite empezar a experimentar cómo podría ser un futuro distinto, más justo y más alegre, para la humanidad y el planeta.

Sembrar nuestros pueblos, barrios, ciudades de experiencias concretas que apuesten por formas distintas de propiedad será como la gota de agua que, con tiempo y tenacidad, conseguirá fundir el granito del capitalismo.

En todas estas experiencias de propiedad colectiva se vislumbra la sociedad como un destino común, en la que el pleno desarrollo del individuo dependerá del pleno desarrollo de todos.



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