Por Josep Manel Busqueta
Bellpuig, Lleida, España
El cuestionamiento de la propiedad privada es uno de los elementos
centrales que se deben plantear si se pretende presentar propuestas que superen
la economía capitalista y su modelo de sociedad.
La propiedad en el capitalismo: base de la explotación
En el mundo todas las personas nacemos con necesidades y para poderlas
cubrir necesitaremos poder disponer de determinados satisfactores de ellas.
Así, por ejemplo, la comida es un satisfactor de la necesidad de alimentación
como una manta lo sería de la de abrigo. Lo cierto es que en la sociedad
capitalista, a pesar de que existen los bienes suficientes para que todas las
personas pudiéramos cubrir con creces nuestras necesidades fundamentales, eso
no es así. En el capitalismo es necesario poseer dinero para poder acceder a
los satisfactores de las necesidades.
En ese punto es donde la propiedad se convierte en determinante. La mayoría
de la población no dispone ni de los recursos ni de los medios de producción
para producir los bienes y servicios satisfactores de necesidades; necesita
adquirirlos en el mercado a cambio de dinero. Así pues, para poder acceder a
ese dinero «imprescindible» en nuestras sociedades, la mayoría de la población
debe trabajar asalariadamente, esto es, debe vender en el mercado de trabajo
sus habilidades y capacidades productivas, su fuerza de trabajo, a aquella
parte de la población que posee los medios productivos. Si se tiene la suerte de
que algún propietario de los medios de producción, o sea, algún empresario,
considere que las habilidades que una persona posee son adecuadas para producir
lo que él desea, entonces esa persona podrá cobrar un salario con el que podrá
ir al mercado a comprar aquello que necesita para subsistir.
En este punto debemos constatar, de manera fundamental, que cuando el
propietario de los medios de producción paga al trabajador un salario, no lo
hace por la totalidad de lo que el trabajador produce, sino que sólo le paga
una parte de lo que éste creó con su esfuerzo. Es gracias a la propiedad
privada como el propietario consigue apoderarse de una parte del trabajo ajeno
sin que eso constituya legalmente un robo. De este modo es como la propiedad
privada se convierte en la principal fuente de poder social en el capitalismo y
en el argumento fundamental que asegura la reproducción futura del mismo.
Toda la creatividad humana se encuentra subordinada a los designios de los
propietarios, que conducen según sus intereses el destino de la humanidad. Así
por tanto vemos cómo en el capitalismo, debido al poder que emerge de la
propiedad privada, resulta imposible desarrollar todos aquellos proyectos que,
más allá del beneficio privado, podrían ayudar a mejorar el conjunto de las
condiciones de vida de las personas. Las instituciones, como por ejemplo el
Estado, que en un principio podríamos considerar como las garantes de una
cierta neutralidad social y por tanto defensoras de los derechos de todos por
igual, en la práctica se convierten en fieles defensoras de los intereses de
los propietarios, primero, garantizándoles la defensa de su propiedad, y
segundo, legislando en cada momento según los intereses de la parte propietaria
de la población. Es sólo gracias al conflicto social y a la capacidad
organizativa de la población como, en algunos casos, se consiguen leyes que
permiten limitar el poder de los propietarios.
En la actualidad vemos cómo existe una fuerte ofensiva por parte de los
grandes poderes privados para conseguir ampliar al máximo la cuota de la
riqueza social susceptible de ser privada. Asistimos a la lucha feroz por parte
del capital por apoderarse de todos los ámbitos de la vida que pudieran generar
beneficios. Así los recursos naturales, los derechos sociales y el conjunto del
patrimonio productivo colectivo se encuentran en el punto de mira de los
intereses privados.
Además resulta importante destacar que en la medida que los derechos
sociales y el conjunto del patrimonio colectivo se convierten en propiedad
privada, dejan de poder ser disfrutados por el conjunto de la sociedad. Bajo el
régimen de la propiedad privada, el propietario no tiene por qué hacerse
responsable ni preocuparse por el destino de los que no disponen de propiedad.
Abandonar la propiedad privada para construir una sociedad de todas
En el momento de presentar las distintas propuestas respecto a cómo sería
posible organizar la propiedad en una sociedad alternativa, resulta oportuno
reflexionar sobre cuáles son las condiciones desde las que pretendemos iniciar
el proceso de transformación.
En ese sentido, debemos saber con qué capacidad política contamos, cuál es
nuestro poder económico para poder implementar distintos programas de
transformación, además de conocer cuál es el nivel de conciencia de la sociedad
o del colectivo en que se va a desarrollar el proceso de cambio. Según estas
variables, podremos optar por distintos planteamientos de transformación Se
debe señalar también que, en el momento de plantear el debate en torno al modelo
de propiedad, lo que se discute es qué forma de propiedad deben adoptar tanto
los medios de producción como los elementos fundamentales (infraestructuras,
sector financiero, equipamientos, etc.) para el funcionamiento social. Resulta
claro que aquellos elementos que forman parte del uso personal no serían
sometidos a ningún tipo de propiedad colectiva. Para entendernos, nadie debería
cuestionar la propiedad privada de nuestro cepillo de dientes, o de nuestra
ropa.
En el planteamiento que supone ir más allá de la propiedad privada aparecen
distintas modalidades de propiedad colectiva que podemos contemplar. Así pues,
la propiedad estatal, municipal, comunitaria, cooperativa o incluso comunal son
distintas formas que pueden ser adecuadas para una sociedad distinta.
Sin duda, más allá del análisis técnico que pudiera pretender presentar
cada una de las modalidades de propiedad alternativa como adecuada a distintos
entornos sociales, deberá ser la participación ciudadana y por tanto, los
procesos de democratización de la sociedad y de la economía, los que decidan
cuál es la forma más adecuada de propiedad.
Salvo algunas excepciones donde las sociedades cuentan con el poder
político de sus respectivos estados, la mayoría de la población desarrolla su
actividad en entornos capitalistas, sin poder disponer del poder político
necesario para transformar sus sociedades.
En estos casos, ha de ser posible
poder presentar propuestas prácticas que nos permitan avanzar hacia esa
sociedad distinta. Es aquí donde las cooperativas y las propuestas de propiedad
comunal se convierten en verdaderos laboratorios que nos deben permitir mostrar
qué otra forma de propiedad es posible. Es gracias a estos ejemplos prácticos
como se puede demostrar que, para producir, no es necesario que existan
patronos, propietarios de los medios de producción, y que la extorsión que
supone el trabajo asalariado puede superarse por el apoyo mutuo del trabajo
cooperativo.
Es importante señalar cómo los proyectos cooperativos, así como otras
formas de propiedad colectiva que puedan desarrollarse en el capitalismo, no
deberían ser un fin en sí mismas. Todos estos proyectos, más allá de mostrar su
eficacia en un entorno capitalista, deberían convertirse en instrumentos
adecuados que permitieran empezar a abandonar el capitalismo y, al mismo
tiempo, ayudar en la lucha social y política que supone superar el capitalismo
como sistema hegemónico en la sociedad.
A grandes rasgos, la propiedad colectiva de los medios productivos, de
acuerdo con sus distintas modalidades, debería convertirse en uno de los
pilares esenciales del nuevo modelo de sociedad. Junto a este, debería también
avanzarse en la dirección de un proceso de producción y distribución que, sin
explotación, garantizara el derecho a vivir dignamente a todas las personas. En
una sociedad donde la gestión del poder fuera lo más horizontal posible basada
en un sistema de valores que tendría el bien común y el respeto de la
naturaleza como piedras angulares.
No existen proyectos o propuestas pequeñas. Cualquier avance en una forma
distinta de concebir las relaciones humanas, que contenga una forma diferente
de organizar la propiedad, se convierte en un gran ejemplo para el resto de la
comunidad y de la sociedad. Son estas experiencias, el amor, la alegría y el
espíritu solidario y generoso de sus participantes lo que nos permite empezar a
experimentar cómo podría ser un futuro distinto, más justo y más alegre, para
la humanidad y el planeta.
Sembrar nuestros pueblos, barrios, ciudades de experiencias concretas que
apuesten por formas distintas de propiedad será como la gota de agua que, con
tiempo y tenacidad, conseguirá fundir el granito del capitalismo.
En todas estas experiencias de propiedad colectiva se vislumbra la sociedad
como un destino común, en la que el pleno desarrollo del individuo dependerá
del pleno desarrollo de todos.
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