Almudena Domenech
Madrid, 20 feb (EFE).- Vohilaba es una
joven africana que fue vendida a un hombre a los 14 años y que, como
cerca de tres millones de mujeres en África, es víctima de una "herida
oculta": la fístula vésicovaginal, consecuencia de partos sin asistencia
o violaciones, que las condena a la marginación y a la soledad.
Su
nombre no es real, pero su historia sí es representativa, según relata
en una entrevista con Efe el jefe de la Unidad de Colon y Recto del
Hospital Universitario Ramón y Cajal, José Manuel Devesa, quien viaja
todos los años a la misión de las Hermanas de la Caridad en Farafangana,
en Madagascar, para combatir este problema.
Acostumbrado a las
publicaciones científicas, Devesa se ha lanzado a romper el silencio y
el estigma que lleva a estas adolescentes a vivir sin esperanza con la
publicación de una crónica novelada "Llévame a Farafangana", que
presentará esta noche acompañado de María Teresa Fernández de la Vega,
presidenta de la Fundación Mujeres por África, que ha editado la obra.
La
idea nació del impacto que le produjo "la miseria física y moral a la
que se ven abocadas las jóvenes que pierden al hijo no nacido por falta
de asistencia en el parto y, en su lugar, les queda la secuela de las
terribles fístulas (comunicaciones) que se producen entre la vejiga y la
vagina".
"Inmediatamente son abandonadas por su marido, su
dueño, y sus familias, y condenadas a una vida solitaria, errante,
difícil de describir", añade el doctor, pionero en España en la
realización de técnicas para evitar el ano artificial o la conocida como
"bolsa".
La fístula consecuencia del parto ocurre debido a que
el niño está mal colocado o a que la pelvis no está desarrollada, algo
muy habitual en África por la malnutrición, las enfermedades y porque
las niñas son madres con 14 ó 15 años cuando sus cuerpos no están
todavía preparados.
Después de días de alumbramiento en una
choza, relata Devesa, la presión del niño dejará sin riego sanguíneo los
tejidos y la necrosis producirá la fístula, que comunicará la vagina
con la vejiga o el ano, y la orina y las heces se expulsarán sin control
por el aparato reproductor femenino.
El cirujano ha precisado
que en el caso de la violación es el "golpe directo y brutal" el que
produce la fístula en una cavidad aun pequeña o que se resiste.
Devesa
ha señalado que aunque la herida no se ve, el hedor que produce y el
nulo valor que se da a la mujer en África convierte en drama sus vidas,
quedando amenazadas por infecciones de orina recurrentes, la destrucción
de los riñones y la muerte.
En cualquier caso, su destino será
vivir apartadas en una cabaña al lado de la choza de su familia o en un
rincón del mercado, donde el olor se disimula, o en cualquier otro lugar
solitario.
Su tratamiento quirúrgico es muy complejo y, si no
se tienen los conocimientos y entrenamientos específicos, el índice de
fracasos es muy alto.
Hay pocos hospitales en África que lo
realicen con éxito y gran parte de las mujeres que viven en el campo
desconocen que pueden recibir tratamiento: "lo viven como una maldición y
se ocultan".
Viajero con vocación africana por casi un
centenar de países, este médico gallego ha desarrollado labores en
varios lugares del continente negro y, desde 2005, lleva a cabo un
programa en Madagascar para el tratamiento específico de la fístula,
técnica quirúrgica que perfeccionó en el Addis Abbaba Fístula Hospital,
en Etiopía, el de mayor experiencia en el mundo en esta patología.
Las
operaciones de esta dolencia ocupan toda su actividad en la Misión de
Ambatoabo, en Farafangana, donde hacen cola las pacientes que esperan su
visita anual, ya que es el primer doctor que practicó la intervención
con éxito en este país.
En este centro han construido, con la
ayuda de donantes -fundaciones, empresas e instituciones- un modesto
hospital, que estará terminado cuando se le añada un bloque
materno-infantil. Los beneficios de esta obra, si los hay, irán a parar a
este proyecto. EFE
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