Sin el glamour islamista de Malí y Somalia, las luchas armadas en el Ogaden etíope o los movimientos independentistas de Casamance o Cabinda apenas despiertan el interés Occidental
En la última semana, la intervención militar francesa en Malí
y Somalia ha despertado a estos dos países africanos del letargo
noticioso que sufrían en los últimos tiempos. Un caso similar al de República Democrática del Congo o la lucha de titanes entre Sudán y Sudán del Sur,
quienes de forma cíclica pasan del anonimato a la plena actualidad
informativa gracias a «perchas» que permiten la intervención de
Occidente.
Sin embargo, hay otro tipo de conflictos en el continente: los olvidados y aniquilados. Aquellos cuya existencia e identidad se limitan a las propias fronteras. He aquí tres ejemplos.
El caso más singular quizá sea el del Ogaden.
En esta región al este de Etiopía, hogar de cerca de ocho millones de
personas, campea en las últimas dos décadas una lucha armada tan solo
agitada de forma mediática por la solana.
¿El principal motivo de los choques? Las desavenencias entre el Gobierno central de Adis Abeba y el Frente de Liberación Nacional del Ogaden (ONLF),
quien no reconoce la autoridad de las fuerzas etíopes en la zona
(Ogaden es una de las regiones que configuran la «Gran Somalia», donde
esta etnia representa la población mayoritaria).
Negociaciones
Curiosamente, el ONLF fue uno de los primeros grupos
armados del Cuerno de África al que se vinculó de forma más beligerante
con Al Qaida. Sobre todo, tras el atentado contra una petrolera china
que operaba en la región de Abole y que se cobró la vida de 74 personas.
No obstante, pese a los crímenes cometidos por ambos
actores, a comienzos del pasado año, el Gobierno de Adis Abeba aseguró,
entre fuegos de artificio, el comienzo de una ronda negociaciones de paz
con la milicia.
Sin embargo, en octubre, las buenas intenciones tocaban a su fin.
Por entonces, el equipo negociador de Adis Abeba acusó al
ONLF de haberse negado a aceptar la Constitución del país, lo que
propició la ruptura del acuerdo (Abdirahman Mahdi, fundador y secretario de Relaciones Exteriores de la milicia, negaría posteriormente este razonamiento).
Y desde entonces, la situación solo ha ido a peor.
En lo que va de año, al menos 40 militares han
fallecido en presuntas acciones armadas protagonizadas por la guerrilla
en bases militares de Qabridahar, Galaalshe o Caado. «Presuntas»,
porque el Gobierno etíope siempre otorga la callada por respuesta ante
los ataques (desde que fuera emitida la draconiana ley antiterrorista,
en Etiopía, está prohibido publicar cualquier tipo de noticias sobre los
grupos rebeldes que operan en el Estado).
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