por Pedro
Cayuque (Valdivia, Chile)
Domingo, 07 de Octubre de 2012
05 / 10 /
12, Valdivia, País Mapuche
Pocos lo saben, pero una de las más grandes protestas que debió
sortear la
Unidad Popular de Salvador Allende no fue aquella de los
camioneros o los
poderosos gremios patronales. Se trató del "Cautinazo", un
gigantesco
levantamiento mapuche que, iniciado en 1970, implicó por parte
de las
comunidades la recuperación de miles de hectáreas de tierras
usurpadas tras la
mal llamada "Pacificación" de La Araucanía. Fueron más de 200
mil. A
punta de ocupaciones y corridas de cerco. Así, 200 mil. Y de un
paraguazo.
Descontentos con la Reforma Agraria, que reducía la lucha
indígena a una
demanda "campesinista" y llenaba de colonos del valle central
los
nuevos asentamientos -"una nueva invasión huinca", comentaba
siempre
mi abuelo-, los mapuche pasaron de los dichos a los hechos,
ocupando decenas de
fundos y enfrentándose tanto con latifundistas malas pulgas como
con
Carabineros. Hubo desalojos violentos, muertos de lado y lado, y
centenares de
comuneros desfilando por tribunales y calabozos sureños. Incluso
más de alguna
huelga de hambre carcelaria, sospecho.
Cuesta creerlo hoy en día. Al igual que Pinochet y toda la
Concertación junta,
ni el "Compañero Presidente" se libró de los "indignados"
mapuches del sur. Si, a diferencia de los anteriores, Allende
tuvo el
suficiente tino político como para maniobrar y salir bien parado
de la
coyuntura. Y es que producto del "Cautinazo" fue la avanzada Ley
Indígena promulgada el año 1972, que reconocía la usurpación de
tierras
ancestrales y garantizaba su devolución a las comunidades,
proceso que se
desarrollaría en paralelo a la polémica Reforma Agraria y su
marxista slogan
“la tierra para el que la trabaja”.
Parte de esta historia, desconocida para la gran mayoría de los
chilenos -e
incluso para las nuevas generaciones de mapuches-, es la que
rescata el filme
"Ahora te vamos a llamar hermano", del cineasta chileno Raúl
Ruiz, a
estrenarse hoy viernes en el 19 Festival Internacional de Cine
de Valdivia.
Hecha durante el tiempo en que Ruiz fue comisario fílmico de la
Unidad Popular,
muestra una gran concentración mapuche en Temuco, convocada en
1971 para
celebrar la citada Ley Indígena y el acuerdo solemne establecido
entre Allende
y las comunidades de garantizar, en dicha legislación, sus
derechos políticos y
territoriales.
La cinta es un verdadero hallazgo. Una joya histórica y
cinematográfica, de
culto para los admiradores de la monumental obra de Ruiz. Una
única copia fue
encontrada en el Archivo Storico delle Arti Contemporanee en
Italia. Fue
restaurada por la Fondazione Biennale di Venezia y la exhibición
en el FICV
será su estreno absoluto en suelo chileno. Narrada completamente
en mapudungun,
la "voz de la tierra", lo que emerge de los testimonios
recogidos por
la cámara de Ruiz son historias de innumerables atropellos y
despojos, de
persecuciones y racismo. La historia triste de un Chile que al
sur del Biobio
no era Chile. Y aun no todavía.
“Nosotros consideramos que los problemas de los mapuches no
pueden solucionarse
sólo en función de la reforma agraria”, le decía Salvador
Allende al cineasta
estadounidense Saul Landau, hablando del tema en el jardín de su
casa de Tomás
Moro, el mismo año de la película de Ruiz. “Aquí hay un problema
antropológico
cultural, de raza. Este no es un problema de un día, será un
problema de muchos
años... Ellos nos llaman huincas”, agregaría Allende,
pedagógico. Y vaya si
tenía razón. Los mapuches llamaban “huincas” a los chilenos. Es
decir,
ladrones, usurpadores, el que viene por el trozo más grande.
Tras el
“Cautinazo” y sobre todo la Ley Indígena, ahora recién los
podían llamar
“hermanos”.
* Columna
publicada originalmente en Diario Austral de Los Ríos.
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