martes, 28 de agosto de 2012

Los nuevos hábitos de consumo de una Europa cada vez más pobre

supermercado

En ocasiones, la explicación más sencilla de la crisis económica es aquella que se basa en analizar los comportamientos individuales de las personas. Con más frecuencia de lo recomendable nos perdemos en cuestiones como la prima de riesgo, la evolución del Ibex o el tipo de interés al que nuestro país emite deuda en los mercados financieros. Y aunque estos indicadores son termómetros de la situación actual, tras ellos hay personas que sufren en sus hábitos diarios sus devastadores efectos.

Os cuento todo esto porque acabo de leer una noticia en la que se explica como el grupo Unilever, la tercera mayor compañía mundial de productos de consumo, ha modificado su estrategia comercial para poder seguir vendiendo sus productos en Europa. Para esta reconocida multinacional, el viejo continente está volviendo a la pobreza, por lo que la nueva estrategia de negocio de este grupo será exactamente igual que la que utilizan en países emergentes.

La intención de Unilever es trasladar a Europa estrategias ya probadas en mercados emergentes, tales como vender detergente en un formato con dosis para sólo cinco lavados (ya de venta en España), dosis individuales de champú a precios irrisorios o mahonesa y puré de patatas en paquetes individuales (de venta en Grecia). Vamos, el lonchafinismo en su máxima expresión.

Noticias como esta deberían hacernos reflexionar sobre qué hemos sido y qué nos deparará el futuro. ¿Una economía similar a la de post guerra tal vez? Y es que sin duda una de las consecuencias de la actual crisis es la disminución de las ventas de productos de primeras marcas, que incluso se han visto obligadas a unirse en un spot publicitario, y el incremento de las llamadas marcas blancas (Mercadona, Dia, Carrefour o Eroski son algunos ejemplos).

¿Estamos realmente preparados para el proceso de empobrecimiento que ya está en marcha? Realmente no hay que mirar demasiado atrás: ya en los años 80 nuestros hábitos de consumo eran mucho más humildes que los actuales. Pero la cuestión es: ¿seremos capaces de asumir que aquellos maravillosos años, empujados por la burbuja inmobiliaria, ya han llegado a su fin?


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