martes, 5 de junio de 2012

Para descolonizar la conciencia, notas sobre Silvia Rivera Cusicanqui

Martes 05 de junio de 2012, Silvia Rivera Cusicanqui estuvo el pasado 2 de junio en Bogotá (Colombia). Una charla para una minoría y unos conceptos imprescindibles para la pervivencia de la mayoría: autonomía de pensamiento, memoria, construcción de comunidades... La descolonización en el pensamiento y la práctica de la socióloga boliviana.

Rivera, en una conferencia anterior.

Rivera, en una conferencia anterior. Frances Pollit

Por Álvaro Zerda Sarmiento

Un gran auditorio, semi-vacío. 50 personas a lo sumo en la sede de La Candelaria de la Universidad Libre. Llegó con su sombrero, sus gafas, y se instaló detrás de su portátil. Comenzó a hablar pausado, claro y preciso sobre el trabajo que viene haciendo en torno a la descolonización, sobre el Movimiento Katarista, sobre la construcción de “la casa”. Retomó el tema que Nila Vigil venía desarrollando sobre el análisis del discurso en torno a la relación entre indígenas y colonos y la leyenda de los niños brujos Ashaninkas en la Amazonia peruana. Inició indignada por las tan diversas formas soterradas de colonialismo, su insatisfacción con la apropiación del concepto y la manera como académicos de Estados Unidos lo utilizan. Ella misma estuvo en Princeton y se sentía incómoda hablando de unos temas que nada decían a estudiantes que simplemente querían conocer un idioma. Prefirió hacerlo desde lo cotidiano. ¿Qué les podía decir a aquellas personas un discurso en torno a la liberación y los movimientos indígenas? Recordó a [Frantz] Fanon y aquello que nunca pudo entender sobre los africanos, lo que denominó “síndrome norafricano” (Fanon era psiquiatra), la relación entre piel negra – máscara blanca: la introyección que hace el colonizado (caso Martinica: no se reconocían como negros, hasta que alguno fue a Europa). También recordó a [Pablo] González Casanova y su sociología de la explotación, que explicaría mejor Fausto Reinaga hablando del sistema de dominación o mejor, del “modo de dominación”, no económica tan solo sino en su dimensión política.

Silvia Rivera prefiere adoptar la estructura arborizada del colonialismo, esa que se va reproduciendo como en ramas desde la metrópoli hasta las élites locales, por niveles, en donde cada nivel sojuzga al inferior pero es servil al inmediato superior. Menciona la genealogía en Bolivia entre los años 50 y los 70, con su crítica de la revolución del 52 y, más tarde, se manifiesta en la lucha contra la droga, contra la coca, el plan triangular como expresión de la “colonización mental”, que Anibal Quijano expresa tan bien como la colonización del saber. El Movimiento Katarista plantea entonces la negación de que son objeto los conocimientos tradicionales por diferentes medios, “progreso” vs. “atraso”, y su expresión en la política educativa que vehicula (mi expresión) la negación de lo propio.

Mejor entonces hablar de “colonialismo interno” más que de colonialidad, en donde no habría sujeto. Se trata mejor de un estado que de una condición y, a su vez, del retorno del “actor” y sus procesos en las ciencias sociales, que había sido abandonado a favor del agente y otros. Así, el término “Decolonial” es un anglicismo malo, ante el cual es preferible acuñar neologismos indígenas, tan afectos, hablar de condición y no de acciones. De tal forma, tampoco sería preciso el término postcolonial, que da la idea de algo superado, lo que todavía no ha ocurrido. Y qué decir de las peleas internas entre los académicos...

Prefiere hablar la socióloga boliviana de Descolonización, que implica un proceso, luchas: “Bebemos de distintas fuentes, mejor injertos que capillas, y trabajar con las comunidades para descolonizar el mestizaje”. Porque la propuesta de convertir al indio en campesino es negarlo. Se reproduce la cadena de dominación cultural desde abajo hacia arriba. El colonizado reproduce la dominación de los europeos o euroamericanos cuando vuelve a su tierra. El clientelismo es una nueva variedad del colonialismo.

Deriva de esto la propuesta de la micropolítica. Es hasta gracioso ver la apropiación del “buen vivir” que se hace desde afuera -como la que hace Walter Mignolo-: no se sabe de lo que se habla, pero se apropian el concepto y comienzan a pontificar.

Se trata de descolonizar la conciencia propia: sacar al indio o india que todos llevamos dentro. Y de reflexionar y trabajar para precisar: ¿Quiénes nos subordinan y a quiénes subordinamos?, ¿en qué eslabón estamos? [un buen ejemplo sería la relación que establece la clase media con las empleadas domésticas]. Hay que romper entonces la dicotomía público–privado, que implica la división entre la esfera de la polis y la de la sobrevivencia (el hogar). Hay que recuperar la autonomía de nuestro pensamiento, para lo cual utiliza Rivera la sociología de la imagen, pero también de lo olfativo, del tacto, del gusto... Recuperar la memoria que llevamos dentro. Fundamental es superar la reticencia al trabajo manual (“ganarás el pan con el sudor de tu frente”, mostrado como castigo): construir la casa, aprender los oficios, crear comunidades. Buscar la libertad, pero no en el paquete consumista neoliberal. Construir solidaridad (no fraternidad, que implica sólo a los hombres). Buscar la igualdad, somos iguales en tanto humanos, diferentes en tanto grupos que constituyen mundos diferentes.

Respuestas a interrogantes

* No es correcto calificar esta propuesta y su discurso como “esencialismo”. Ese sí es el del neoliberalismo. La metáfora de hibridación es equivocada, los híbridos son estériles.

* El mercado no hace “impuro” al indio. Eso es estar lejos del esencialismo. Se justifica una fase de esencialismo, pero pasada una etapa se debe superar.

* Hay que “coexistir” con el mercado. Sería hipócrita negar el mercado pero al tiempo vender los productos. El mercado existe desde antes del capitalismo. Los fenicios tenían mercado. Es imposible volver al trueque. Hacemos trueque pero no es la forma dominante ni mucho menos.

* Se puede acercar la academia al “Sumak Kawsay” pero no sin permiso. Eso es racismo. Y mirar a los otros con condescendencia es más peligroso que agredirlo.

* Se debe recuperar la ética del trabajo desde los actos significantes (varios lenguajes). Que el trabajo degrada es una idea colonialista. Trabajar es metabolismo, fiesta, minga. ¿Hacer la revolución para volverse ocioso? ¡Qué barbaridad!

Y se retiró entre aplausos y admiración del público…

Trajo una Revista (Colectivo 2 dedicada al tema “Conocer con el cuerpo”) y un libro “Memoria y presente de las luchas libertarias en Bolivia”. Y mucha ternura.




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