A mediados del siglo pasado se fabricó un discurso que prometía a las periferias alcanzar a los centros a través de su industrialización. La industrialización de las periferias tuvo lugar (aunque de modo desigual), y, luego de realizada, muy lejos de reducir hasta eliminar sus diferencias con los centros, las desigualdades entre éstos se han acentuado todavía más. En realidad, este discurso no constituyó sino la forma renovada de aquel otro que desde fines del siglo XVIII y principios del XIX veía en la industrialización el medio que ineluctablemente llevaría a todas las naciones del orbe al progreso y a la prosperidad.
Fracasado el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, desde principios de la década de 1980 los centros imponen a las periferias un conjunto de (contra) reformas que, como décadas atrás, prometía su crecimiento económico y la reducción sistemática de la pobreza. Los resultados, sin embargo, han sido exactamente al revés.
Los neoliberales hacían del mercado un mecanismo autorregulador de los factores del crecimiento económico. A su vez, promovieron la reconversión de los aparatos productivos con destino al mercado nacional a industrias con destino al mercado externo, así como la apertura irrestricta de los mercados nacionales a los capitales transnacionales. Como era previsible, ninguna de estas medidas logró hacer realidad los objetivos señalados. La resistencia de los trabajadores afectados con las políticas neoliberales no estuvo ausente, y a fines de la década de 1990 y principios de la de 2000 tendrían lugar varias rebeliones masivas en el continente.
En primer lugar, la tasa anual de crecimiento económico alcanzada en América Latina durante el período neoliberal ha sido inferior a la lograda durante el período estatista: “Entre 1990 y 2000, el PIB real de la región (medido en dólares a precios constantes), se incrementó a una tasa anual media del 3.3 por ciento. Dicho crecimiento, aunque mayor al 1.1 por ciento anual registrado en los años ochenta, fue mucho más bajo que el 5.5 por ciento de alza anual lograda a medias en 1950-80” (1).
Asimismo, tampoco se revirtió el descenso sistemático de la tasa de crecimiento del producto interno bruto mundial: si hasta la década de 1960 éste fue superior al 5%, en la década de 1970 cae al 4,5%, en la de 1980 al 3,4%, y en la de 1990 al 2,9% (2).
Este fenómeno está sin duda asociado a la hiperfinanciarización que la economía capitalista mundial viene experimentando en las últimas décadas. La hiperfinanciarización de la economía capitalista es la estrategia de las clases dominantes para aumentar sus ganancias al máximo en el menor tiempo posible, sin recorrer el tortuoso camino de la producción, en un contexto de decreciente capacidad de consumo de las masas.
En segundo lugar, es esencial mostrar que desde la década de 1950 el porcentaje de precarios (con baja capacidad de negociación, súperexplotados, desempleados, empleados en el sector informal) dentro de las clases populares en la población urbana mundial se ha incrementado –como indica Samir Amin- de menos del 25% a más del 50%, de 250 millones a 1.500 millones de personas, llegando a representar en las periferias cerca del 80%, “registrando una tasa de crecimiento que supera aquella que caracteriza la expansión económica, el crecimiento de la población o el propio proceso de urbanización.” (3)
Por el otro lado, las clases dominantes representan necesariamente a un pequeño sector de la sociedad, pero son quienes más concentran las riquezas producidas por los trabajadores. Así, para algunos casos de países de América Latina tenemos que “a finales de los años noventa, el 10 por ciento de los hogares más ricos de Brasil concentraba cerca del 50 por ciento del ingreso nacional total, en tanto que el 40 por ciento de los hogares más pobres alcanzaba sólo el 10 por ciento del ingreso correspondiente. En Chile, la más moderna y dinámica economía de la región, la participación en el ingreso nacional del 10 por ciento de los hogares más ricos fue del 40 por ciento, y la del 40 por ciento de los más pobres estuvo por abajo del 15 por ciento. Las cifras de México y Argentina, así como las de las otras grandes economías de la región, también muestran una acentuada concentración del ingreso.” (4)
Acumulación de riquezas por un lado, crecimiento de la miseria por el otro. Dos fenómenos que se dan simultáneamente dentro de un mismo proceso: la acumulación de capital a escala mundial. La pobreza es condición absoluta del capitalismo. No es pobreza que se origine en la escasez: es pobreza que se produce como resultado de una creciente capacidad de acumulación de capital, como producto de un incremento de la productividad del trabajo. Bajo el capitalismo, cuanto mayor capacidad de producir riquezas, mayor número de pobres, de excluidos, de población sobrante, y mayor sufrimiento, mayor degradación moral. Marx, precisamente, expresaba en los siguientes términos la contradicción inmanente a la acumulación de capital:
“Esta ley es la que establece una correlación fatal entre la acumulación del capital y la de la miseria, de modo que la acumulación de riqueza en un polo es igual a la acumulación de pobreza, sufrimiento, ignorancia, embrutecimiento, degradación moral, esclavitud, en el polo opuesto, del lado de la clase que produce el capital mismo.” (5)
¿Cómo explicaba Marx la acumulación de capital por un lado y el incremento de la pauperización por el otro? ¿Cómo se explica la concentración de las riquezas en los centros y la concentración de la miseria en las periferias del sistema capitalista mundial?
Marx: La ley general de la acumulación de capital
La producción de plusvalía es ley absoluta del capitalismo. Tras las apariencias, Marx da con la realidad profunda. En la superficialidad de las cosas, la plusvalía aparece como ganancia: no sólo el trabajo, sino también la tecnología y el dinero aparecen como creadores de valor. Marx, por el contrario, demuestra que la ganancia del capital tiene su origen en el trabajo no remunerado del obrero. Vale decir, la acumulación de capital tiene su partida de nacimiento en la explotación de los trabajadores que, a su vez, es posible por la propiedad privada sobre los medios de producción de los capitalistas. El capitalista no tiene otro fin que la maximización de sus beneficios, el incremento permanente de la tasa de plusvalía, con consecuencias desastrosas sobre el hombre y la naturaleza. Este es el secreto de la acumulación del capital, la realidad profunda que Marx develó.
Concentración y centralización del capital: acumulación de capital en la clase capitalista. La libre competencia conduce forzosamente a la concentración y a la centralización del capital. La concentración del capital tiene lugar por la vía de la creciente apropiación por capitales individuales del plusvalor producido por los trabajadores. La centralización del capital tiene lugar por la vía de la absorción y de la fusión de capitales distintos, dando origen a uno mayor.
Incremento de la composición orgánica del capital: creciente pauperización de los desposeídos. El desarrollo del capitalismo, mediatizado por las luchas sociales de los trabajadores y la competencia entre los capitalistas, implica un crecimiento constante de la composición orgánica del capital: la inversión en capital constante es cada vez mayor en comparación a la inversión en capital variable. Hay un menor uso relativo e incluso absoluto de fuerza de trabajo en las industrias, pero hay una mayor capacidad de producción de riquezas. El trabajo muerto sustituye y desplaza al trabajo vivo. A esta población que es expulsada del centro productivo o que queda fuera de él, Marx la llamó ejército industrial de reserva o población excedente. A su vez, esta población sobrante presiona a la baja los salarios y al deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores activos.
Acumulación de riquezas, de capital, y población excedente, sobrante, y precarización del trabajo en el sector productivo, esto es, pauperismo creciente, son entonces un resultado inmanente al despliegue del capitalismo, “ley absoluta, general, de la acumulación capitalista”.
El desarrollo de las fuerzas productivas, de la ciencia y la técnica, bajo el capitalismo –nos dice Marx-, sigue necesariamente un camino contradictorio:
“Todos los medios para desarrollar la producción se transforman en medios de dominar y explotar al productor: hacen de él un hombre truncado, fragmentario, o el apéndice de una máquina. Le oponen, como otras tantas potencias hostiles, las fuerzas científicas de la producción. Sustituyen el trabajo atractivo por el trabajo forzado. Hacen que las condiciones en que se desarrolla el trabajo sean cada vez más anormales, y someten al obrero, durante su servicio, a un despotismo tan ilimitado como mezquino. Convierten toda su vida en tiempo de trabajo, y arrojan a su mujer y sus hijos bajo las ruedas del Yaggernat capitalista.” (6)
Franz Hinkelammert (7) sostiene la tesis de que lo que se produce en el mundo capitalista es un estancamiento dinámico, que lleva consigo una creciente exclusión de las grandes mayorías. Hay crecimiento intensivo –explica Hinkelammert-, pero no hay crecimiento extensivo. Hay crecimiento intensivo cuando el aumento de la productividad del trabajo es mayor al crecimiento del producto. Hay crecimiento extensivo cuando el crecimiento del producto es mayor al incremento de la productividad del trabajo. Lo que en el mundo hay es crecimiento del producto, en la industria y en la agricultura, y todavía más incremento de la productividad del trabajo, pero no hay generación de empleo. El crecimiento intensivo tiene su fundamento en la incorporación de nuevas tecnologías en los procesos productivos. Tecnología que sustituye y desplaza a los trabajadores. El sector excluido, que proviene del crecimiento demográfico vegetativo y, en las periferias, de la migración campo–ciudad, crece rápidamente. Para no morir de hambre esta población excluida, se autoemplea, y entonces aparece el denominado “sector informal” de la economía, caracterizado por sus bajos ingresos y la precariedad de sus condiciones de vida.
Circunstancias especiales que modifican (relativamente) la ley de la pauperización. La globalización neoliberal, nuevo viraje histórico: la ley de la pauperización se expresa con toda su fuerza.
Intelectuales al servicio del sistema capitalista han intentado más de una vez refutar la ley marxista de la creciente pauperización. Luego de la II guerra mundial, el mundo en su conjunto, pero, sobre todo, Estados Unidos, Europa occidental y Japón, experimentaron altas tasas de crecimiento económico, y, a su vez, en estas regiones, los salarios de los trabajadores aumentaban conforme se incrementaba la productividad del trabajo. Samir Amin -destacado marxista egipcio- explica, a partir del materialismo histórico, que este período de bonanza fue breve y especial, pues sólo duró hasta mediados de la década de 1970. Y fue especial porque estuvo determinado fundamentalmente por la existencia en el mundo de un triple sistema: a) el sistema soviético, b) el Estado de bienestar de Europa occidental y c) los regímenes populistas de América Latina, todos ellos producto de la lucha de los pueblos por su liberación nacional y por el socialismo. Luego de que se desintegrara el bloque soviético, la suerte de los otros dos sistemas no fue distinta (8).
Periclitado este triple sistema, la correlación de fuerzas habría de ser largamente favorable a las clases dominantes del mundo. En especial, al capital financiero. Y, entonces, la transferencia de excedentes, de valor, de trabajo desde las periferias hacia los centros no impedirá que en las últimas décadas la situación material de los trabajadores de estos mismos países sufra un deterioro cada vez mayor. Marx había sido claro: “La acción de esta ley, como la de cualquier otra, resulta modificada, por supuesto, por circunstancias especiales” (9). Estas “circunstancias especiales”, como queda claro, las constituyeron una relación de fuerzas en el mundo más favorable a las clases populares.
Hoy por hoy, en el centro del sistema capitalista mundial, el 40% de las clases populares en actividad son precarias. Ilustremos el crecimiento de la precariedad en el centro con tres ejemplos. En los Estados Unidos, en la década de 1990, el porcentaje de trabajadores que perdía sus puestos de trabajo se incrementó en un 15%, al tiempo que los que luego conseguían reubicarse ganaban un 14% menos en sus nuevos empleos (10). En Francia, el 75% de los contratos tienen duración definida (11). Bajo la lógica unilateral del capital, el trabajo se precariza también en el centro. No de otra manera pueden entenderse las movilizaciones sociales que en las últimas semanas se vienen produciendo en Francia contra una reforma del sistema de pensiones -promovida por el gobierno de Sarkozy-, que atenta contra los intereses de los trabajadores, al aumentar en dos años la edad de jubilación de los trabajadores, de 60 a 62 años de edad, sino como la necesaria respuesta de éstos a los intentos del capital de reducir aún más los costos de la fuerza de trabajo. Mientras tanto, la precariedad dentro de las clases populares urbanas ha pasado a representar del 50% alrededor de 1950 a cerca del 80% en la actualidad.
Lenin: el capitalismo imperialista.
Aunque el imperialismo (no el “Imperio”, como plantean Negri y Hardt) haya sufrido cambios fundamentales en las últimas décadas, es importante referirse a algunos aspectos del mismo estudiados y subrayados por Lenin. Lenin destacaba que el imperialismo es el capitalismo monopolista, que surge del capitalismo de libre competencia. (Lenin, a partir de esta premisa, criticaba ásperamente la crítica pequeñoburguesa al imperialismo, que busca sustituir a éste por el capitalismo de libre competencia; Lenin retrucaba: ¡el capitalismo monopolista, el imperialismo, es un engendro de la libre competencia!). El imperialismo se caracteriza por el predominio del capital financiero, por la superioridad de éste sobre el resto de capitales, por su política colonial, de pillaje y sometimiento de muchas naciones por un grupúsculo de asociaciones monopolistas, a través de la exportación de capitales y otros mecanismos, lo que le da al imperialismo un carácter rentista, parasitario: “El mundo ha quedado dividido entre un puñado de Estados usureros y una mayoría gigantesca de Estados deudores” (12) Por esto, la cuestión nacional bajo el imperialismo se convierte en un problema álgido, pues la tendencia natural del imperialismo es a la dominación, no a la libertad, a la violación de la independencia política de los Estados nacionales, no al respeto de su soberanía. Los ejemplos actuales sobran, sólo mencionemos la actual guerra imperialista que Estados Unidos y sus aliados libran contra Irak.
Samir Amin: La polarización a escala global
El capitalismo unifica al mundo, pero no lo homogeneiza: lo polariza crecientemente. Samir Amin es tal vez el teórico marxista que en las últimas décadas ha insistido más en la naturaleza polarizante del sistema capitalista mundial, y la ha explicado. El capitalismo integra, unifica al mundo por primera vez en la historia de la humanidad, pero no lo homogeneiza; al contrario, lo polariza crecientemente. Hay que combatir decididamente las ilusiones que siembran las potencias imperialistas, y que tienen eco en la burguesía y la pequeña burguesía de las periferias, ilusiones que tienen que ver con la idea de que las periferias pueden alcanzar alguna vez a los centros. El capitalismo es un sistema mundial, y la ley de la pauperización hay que constatarla también a este nivel. Mientras que Marx analizaba la ley de la pauperización al nivel del modo de producción capitalista, Samir Amin lo hace al nivel del capitalismo como sistema mundial, que tiene, sin embargo, su fundamento en aquél.
Cuando los países del centro se constituyeron como tales construyeron economías autocentradas (construcción de industrias de bienes de consumo masivo e industria de bienes de capital en sus propios espacios nacionales), mientras que en los países de las periferias se construían economías extravertidas, especializadas, cuyo motor no se sitúa dentro de las mismos, sino en los centros; vale decir, se constituyeron desde el principio como satélites, como apéndices de las economías capitalistas del centro, al servicio de la acumulación de capital dentro de éstos. Esto fue y es posible porque en los países periféricos sus clases dominantes tienen intereses solidarios con el capital monopolista.
La polarización entre centros y periferias es inmanente al despliegue del capitalismo a escala mundial. Mientras que la riqueza se concentra en los centros, la pobreza se concentra en las periferias. Samir Amin explica la situación privilegiada de los centros por la posición de dominio que tienen en el sistema capitalista mundial, por la transferencia de valor que se produce desde las periferias hacia sus espacios nacionales. A su vez, la situación de las periferias se explica por el bloqueo a que están sujetas por la posición que ocupan en el sistema capitalista mundial, por la forma en que se relacionan con el mercado mundial, con las economías capitalistas del centro, por su sometimiento a los intereses de los grandes capitales monopolistas.
Es pertinente recordar que en el Perú, nuestro Amauta José Carlos Mariátegui visionariamente comprendió la naturaleza del desarrollo capitalista periférico en la época del imperialismo:
“La condición económica de estas repúblicas [latinoamericanas], es, sin duda, semicolonial, y, a medida que crezca su capitalismo y, en consecuencia, la penetración imperialista, tiene que acentuarse este carácter de su economía” (13).
Cómo funciona la polarización a escala global: el intercambio desigual. Hay que destacar que el subdesarrollo de nuestros países no es tanto igual a la persistencia de formas precapitalistas de producción, como lo pretenden algunos analistas al servicio del gran capital. El subdesarrollo es ante todo un producto de la penetración del capital monopolista en nuestras economías – que las clases dominantes locales hacen posible-, a través de formas como a) la explotación de sus recursos naturales, b) la exportación e inversión de sus capitales excedentes en nuestras regiones y c) la venta de sus productos manufacturados en los mercados de las periferias (14). Ahora bien, Amin no analiza el intercambio desigual en el plano del intercambio, sino que va al fondo de las cosas, al plano del proceso de producción. En primer lugar, Amin afirma que la producción de mercancías está destinada al mercado mundial y el trabajo que cristaliza en las mercancías tiene también carácter mundial. Una hora de trabajo en dos países distintos, uno del centro y otro de la periferia, produce el mismo valor. Pero el salario del trabajador de la periferia está muy por debajo del salario del trabajador del centro. Esta situación no se debe a las diferencias de productividades, sino a la inmovilidad del trabajo. En las periferias hay superexplotación de la fuerza de trabajo, una tasa de plusvalía muy superior a la tasa de plusvalía que se produce en los centros. Amin lo explica de la siguiente manera:
“Es evidente que la hora de trabajo aquí y allá crea el mismo valor, y si la fuerza de trabajo tiene aquí un valor inferior, es decir, si el salario real es inferior, la tasa de plusvalía es necesariamente superior. Los bienes salariales que constituyen la contrapartida real del valor de la fuerza de trabajo son mercancías internacionales que tienen un valor internacional. Si la jornada de trabajo es igual en A y en B (por ejemplo 8 horas), si la remuneración real del trabajador es diez veces superior en B (salario real en B igual a 10 kilogramos de trigo por día contra solamente un kilogramo en A), y si 10 kilogramos de trigo son producidos en el mundo (allí donde la productividad en esta actividad es la más elevada) en 4 horas, la tasa de plusvalía en B será del 100% (4 horas de trabajo necesario y 4 horas de sobretrabajo), mientras que se elevará a 1.900% en A (24 minutos de trabajo necesario y 7 horas 36 minutos de sobretrabajo). Para mantener este razonamiento, no hay que comparar la productividad en las dos producciones capitalistas en las que A y B se especializan: eso no tiene sentido” (15)
Samir Amin concluye: 1) hay transferencia de valor, desde las periferias hacia los centros, por la superexplotación del trabajo en las periferias, lo que contribuye a aumentar la masa de plusvalía relativa en los centros, al abaratar así en éstos los medios de subsistencia, y 2) hay intercambio desigual cuando las diferencias salariales son mayores a las diferencias de productividad.
Cómo funciona la polarización a escala global: la ley del valor mundializada. Ahora bien, ¿por qué existen grandes diferencias salariales entre los trabajadores del centro y de las periferias en ramas de la economía que tienen análogos niveles de productividad? Samir Amin llama la atención sobre el hecho de que Marx teoriza sobre la ley del valor de un modo “general, abstracto e indeterminado”, dentro del marco de un espacio nacional. Dentro de éste, hay un triple mercado integrado: de mercancías, de capitales y de trabajo. En el sistema capitalista mundial, empero, hay sólo un doble mercado libre: de mercancías y de capitales. El mercado de trabajo, por el contrario, se encuentra compartimentado en lo fundamental en el marco de los estados nacionales. A escala mundial la ley del valor está truncada. Es así como Samir Amin explica las diferencias salariales existentes entre los trabajadores de los centros y las periferias, dentro de sectores de la economía que tienen similares niveles de productividad. En palabras de Amin, “la ley del valor mundializada engendra por fuerza la polarización, y expresa la pauperización que supone la acumulación a escala mundial. Se trata de un fenómeno nuevo, sin precedentes en la historia anterior” (16) (las cursivas son nuestras).
Las clases dominantes del mundo levantan la ideología del “libre mercado”, pero conservan en lo esencial sus fronteras cerradas a los trabajadores de las periferias. La construcción de un muro en la frontera entre Estados Unidos y México, y las leyes aprobadas o por aprobarse en países de Europa y los Estados Unidos contra los inmigrantes de las periferias, de América Latina, de África y de Asia, ilustran dramáticamente el hecho mencionado.
Los cinco monopolios del centro. La polarización es ley del desarrollo del sistema capitalista mundial, pero cambia de formas. Entre 1500 y 1800 el “capital mercantil es hegemónico en los centros atlánticos dominantes” y se forman “zonas periféricas (América) cuya función presuponía su total aceptación de la lógica de acumulación del capital” (17). Entre 1800 y 1945 la polarización toma la forma de contraposición entre países industrializados versus países no industrializados (exportadores de materias primas y productos agrícolas). Luego, gradualmente, con los procesos de industrialización que impulsaran las periferias gracias a los movimientos de liberación nacional y a los regímenes del “socialismo real”, la polarización global irá cobrando una forma histórica distinta.
Así, desde 1945 a la actualidad la polarización global irá adquiriendo su fundamento en los cinco monopolios de los centros sobre los que Amin llama la atención desde hace más de una década (18):
1) Monopolio tecnológico.
2) Control de los mercados financieros mundiales.
3) Control de los recursos naturales del planeta.
4) Monopolio de los medios de comunicación.
5) Monopolio de las armas de destrucción masiva.
Resulta decisivo por varias razones comprender en profundidad la nueva forma que ha tomado la polarización global. La industrialización que cobró impulso en las periferias a mediados del siglo pasado no ha dado fin con la polarización a escala mundial. Reconocido este hecho, no se trata de negar importancia al impulso del desarrollo de las fuerzas productivas en las periferias. Y de ninguna manera aceptar y adaptarse genuflexamente al sistema imperialista. Un gran número de países de las periferias lograron muy bajos niveles de industrialización, incluso dentro de la industria de bienes de consumo masivo. Estos países continúan dependiendo en gran medida de la exportación de materias primas y productos agrícolas, y su industrialización es una tarea pendiente. De lo que se trata, en cambio, es de subrayar la importancia que en la actualidad tiene para las periferias hacer frente a los monopolios indicados, condición insoslayable de su desarrollo. La industrialización de las periferias, dentro de este nuevo marco mundial de polarización, sobre todo, dentro del marco del monopolio de las tecnologías y del capital financiero por los centros, “puede volverse una especie de sistema moderno de putting out (de encargos), controlado por los centros financieros y tecnológicos” (19).
Amin anota que la diferenciación entre un “Cuarto Mundo” y un “Tercer Mundo”, “en vías de industrialización”,
“no es inofensivo en el espíritu de quienes lo proponen: supone que el Tercer Mundo de los NIC (Newly Industrializad Countries, Países de Reciente industrialización) está ‘cubriendo la brecha’ (o puede hacerlo), mientras que el Cuarto Mundo se hunde. Olvida que la industrialización ya no es el fundamento de la polarización. Prefiero decir por ende que el corazón de la periferia de mañana –en formación- está constituido por los países que tendrán como función esencial suministrar los productos industriales; y que el “Cuarto Mundo” ilustra el carácter destructivo de la expansión capitalista, lo que no es nuevo, sino que siempre acompañó la historia real del capitalismo.” (Las cursivas son nuestras) (20)
De lo que se trata, pues, es de llamar la atención acerca del nuevo contexto internacional bajo el que las periferias continúan su industrialización. De lo que se trata, pues, es de hacer la crítica radical de los proyectos desarrollistas en cualquiera de sus versiones. De lo que se trata es de hacer la crítica radical de los proyectos “socialistas” que rinden culto al desarrollo de las fuerzas productivas, reproduciendo, así, la alienación economicista propia del modo de producción capitalista. De lo que se trata, pues, como sostiene Amin, es de “asociar… los objetivos de cierto desarrollo de las fuerzas productivas de las periferias del sistema a los objetivos de superar las lógicas de conjunto de la gestión capitalista de la sociedad” (alienación economicista, creciente polarización) (21).
Hasta el día de hoy la inversión extranjera directa sigue produciéndose en países como los nuestros básicamente en el sector primario exportador, pero –y esto es menos reconocido en general-, las inversiones en la industria manufacturera de exportación, que se fundamentan en la superexplotación de la fuerza de trabajo, están perfectamente integradas en la nueva división internacional del trabajo.
Por lo demás, el incremento de las tasas de crecimiento económico de los países de América Latina en la década de 2000, determinada por una coyuntura internacional favorable consistente en el incremento de la demanda de materias primas, no constituye sino el “desarrollo del subdesarrollo”, como sentenciara André Günder Frank.
Transformar el mundo. El socialismo: única alternativa a la barbarie del capitalismo
El discurso de “lucha contra la pobreza” de instituciones financieras internacionales al servicio del gran capital como el Banco Mundial no puede sino ser comprendido como el cinismo de los expropiadores. Siembran ilusiones: ¡pero no cosechan paz! Porque la resistencia de los pueblos ha estado presente en la historia desde los orígenes del capitalismo hasta la actualidad. El día de mañana no será diferente. En este sentido, la revolución social constituye la forma más alta que cobra la resistencia de los desposeídos a su deshumanización objetiva y subjetiva, para utilizar la expresión de Hinkelammert.
La alienación economicista impide ver las causas profundas de la creciente pauperización de las masas, y a no pocos de reconocer el problema mismo. Revertir cualitativamente la actual situación implica una nueva correlación de fuerzas a nivel mundial, favorable a las clases populares. De aquí la urgente necesidad de construir un verdadero internacionalismo de los pueblos del mundo. De aquí la imperiosa necesidad de la militancia revolucionaria. De aquí la perentoria necesidad de que esta militancia se articule decididamente con los excluidos del sistema capitalista para atacar el problema por la raíz.
Hace mucho que el capitalismo dejó de coincidir con el progreso. El capitalismo no ofrece a las inmensas mayorías sino más miseria, mayores sufrimientos. Ningún proyecto de “capitalismo nacional”, de “capitalismo popular” o de “capitalismo con rostro humano” es capaz de dar fin con la pauperización creciente de las masas. El socialismo mundial es la única alternativa verdaderamente humana a la creciente deshumanización que nos impone el capitalismo mundial. Mas el socialismo no puede ser reducido a un proyecto de desarrollo de las fuerzas productivas. Debe retomarse el proyecto de socialismo como la conquista de una civilización cualitativamente superior al capitalismo. Y el socialismo en el siglo XXI, así como en el siglo XX, será otra vez el resultado de las luchas de los trabajadores contra el capital.
Notas:
(1) Moreno Brid, Juan Carlos, Pérez Caldentey, Esteban y Ruiz Nápoles, Pablo, “El consenso de Washington: aciertos, yerros y omisiones” en: Perfiles Latinoamericanos, diciembre, número 25. Facultad Latinoamérica de Ciencias Sociales, Distrito Federal, México, 2004, pp. 149-168. La cita es de la página 153. Como puede verse por el título de este artículo, se trata de autores no marxistas, que utilizamos como muestra de lo afirmado por nosotros.
(2) Datos de la OCDE, trabajados por Beinstein, Jorge, La larga crisis de la economía global. Argentina-Buenos Aires, Corregidor, 1999.
(3) Amin, Samir, “Pobreza mundial, pauperización y acumulación de capital” en www.rebelion.org, 26 de octubre de 2003.
(4)Moreno Brid, Juan Carlos, Pérez Caldentey, Esteban y Ruiz Nápoles, Pablo, op. cit., p. 157.
(5) El Capital (Tomo I). Argentina, Editorial Cartago, 1974, p. 620.
(6) Ibid., p. 619.
(7) “Estancamiento dinámico y exclusión en la economía mundial” en Herramienta. Revista de debate y crítica marxista. Número 22, Buenos Aires, otoño de 2003, pp. 45-54.
(8) Amin hace referencia a este período histórico en varios pasajes de su obra.
(9) Marx, Carlos, op. cit., p. 618.
(10) Brenner, Robert, Turbulencias en la economía mundial. Santiago de Chile, Editorial LOM-Encuentro XXI, 1999, p.387, citado por Sotelo, Adrián, La reestructuración del mundo del trabajo. Superexplotación y nuevos paradigmas de la organización del trabajo. México D.F., Universidad Obrera de México-Escuela Nacional para Trabajadores-Editorial Itaca, 2003, p. 56.
(11) Coutrot, Thomas, “Crítica de la organización del trabajo” en www.rebelion.org, 14 de febrero de 2001, citado por Sotelo, Adrián, op. cit., p. 56.
(12) Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo en Obras Escogidas en tres tomos, Tomo I, Moscú, Progreso, 1970, p. 775.
(13) “Punto de Vista Anti-imperialista” en: Obras Completas de José Carlos Mariátegui, Tomo 13. Perú-Lima, Empresa Editora Amauta, 1978.
(14) Ver Roffinelli, Gabriela, Samir Amin y la mundialización del capital. España-Madrid, Campo de Ideas, 2004, p. 72. Hemos organizado los dos acápites acerca de cómo funciona la polarización a escala mundial con la ayuda de la didáctica exposición que hiciera G. Roffinelli del pensamiento de Samir Amin.
(15) Palabras de Samir Amin, citado en Roffinelli, Gabriela, op.cit., pp. 75-76.
(16) “3. Capitalismo y sistema-mundo” en: Amin, Samir, Los desafíos de la mundialización. México D.F.-España, Siglo XXI Editores, 1999, p. 59.
(17) “El futuro de la polarización global” en: Amin, Samir, El capitalismo en la era de la globalización. España-Barcelona, Ediciones Paidós, 1999, pp.15-26.
(18) Ibid.
(19) “3. Capitalismo y sistema-mundo” en Amin, Samir, Los desafíos…, p. 68.
(20) Ibid., p.70.
(21) Amin, Samir, Más allá del capitalismo senil. Por un siglo XXI no norteamericano. Argentina-Buenos Aires, Editorial Paidós SAICF, 2003, p. 14.
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