Original en www.larepublica.pe
El destacadocientífico social Julio Cotler acaba de cumplir ochenta años y con ese motivoconversó con La Repúblicasobre sus años mozos.
Antonio Zapata¿Cuándo y dónde naciste?
En el Rímac, en 1932. Mis padres eran judíos provenientes de Moldavia yhabían llegado al Perú no hacía mucho. En el Rímac estuve poco tiempo, porqueunos cinco años después nos mudamos a Breña y ahí estuve una temporada larga,hasta que cumplí 25 años. Vivíamos en la calle Portugal, que desembocadirectamente en El Sexto, a unas tres cuadras de la Avenida AlfonsoUgarte. Era un barrio heterogéneo y yo disfruté mucho de sus calles, jugábamosfútbol y andábamos en grupos grandes de muchachos y muchachas. Hasta hoy veo devez en cuando algunos amigos de entonces. Me sirvió mucho en la vida crecer enun barrio donde todos éramos amigos, el hijo del portero, del carpintero ynosotros, con toda naturalidad.
¿A qué colegio fuiste?
A partir de tercero de primaria me matricularon en el Anglo Peruano, hoy SanAndrés, situado en la primera cuadra de la Av. Petit Thouars. Aprendí bastante inglés; elcolegio disponía de una buena biblioteca y sus profesores eran excelentes. Porejemplo, recuerdo a Walter Peñaloza, que era de gran calidad como maestro.Cuando estuve en quinto de secundaria tuvimos un tutor excelente, era elprofesor Eduardo Nugent, quien conducía a un pequeño grupo de ocho estudiantesa realizar investigaciones en Ciencias Sociales. Inicialmente estuvecomprometido con una historia de la música, que se amplió a la pintura y a lacultura artística en general. Ahí cultivé mis primeras aficiones serias por lassociedades humanas. También estando en quinto de media fui elegido prefecto dela biblioteca y organizamos un grupo para recorrer librerías y comprar librospara el colegio. Diariamente iba caminando y me ahorraba unas monedas paragastarlas en la Cabañita,que era una heladería situada en el Parque de la Exposición. Recorrerdiariamente ese hermoso parque le añadía interés a la rutina escolar.
¿Qué valoras especialmente de tu colegio?
Era muy especial. Los estudiantes estábamos organizados en houses, la míaera Douglas y nuestro color era azul. Había un conjunto de competencias y serealizaban muchas elecciones para seleccionar responsables de las tareasescolares. Así, la vida interna del colegio era bastante participativa, seestimulaba el debate y la tolerancia; el ambiente era muy liberal y lacomposición era variada. En nuestro salón había siete religiones distintas ypor lo tanto imperaba el respeto y el intercambio. Si Breña era heterogéneo, micolegio le añadió variedad de mosaico a mis primeras experiencias.
¿Sentiste discriminación por tu condición de judío? ¿Cómo teacomodaste a tu situación de minoría?
Había bastante antisemitismo y se sentía en el aire. No te olvides que erala época de la Segunda Guerra Mundial y las bromas que uno debía soportar eran losanuncios de próximos campos de concentración y exterminio físico. Me acuerdo deuna revista humorística de aquellos años, que precisamente se llamaba “BuenHumor”, que una y otra vez repetía que los judíos monopolizábamos los ajos. Nosinsultaban por todas partes y había que soportar la incertidumbre de lostiempos. Cierto es que no hubo ninguna persecución contra la comunidad judía,pero estuvo cerca, acuérdate del destino de los japoneses en la misma época: ellosfueron perseguidos con saña. Por mi parte, a partir de mis 17 años me alejé dela comunidad, a la que no he frecuentado.
Luego entraste a San Marcos, ¿cierto?
Efectivamente, era el año 1948 y se terminaba una época de intensa actividady agitación política y cultural, que había sido una primavera en contraste conlos años treinta y el período de la II Guerra, que habían sido de persecuciones yelevada represión. En octubre del 48 volvieron los días grises, esta vezconducidos por la dictadura de Odría. Mientras que, desde el colegio, yo habíaescuchado y participado en debates muy animados y la política era una pasióncompartida con otros jóvenes de mi tiempo. En mi clase estaba Ismael Frías, queentonces era aprista y discutía ardorosamente con los comunistas y conpartidarios de Eudocio Ravines, que ya había dado su volteretazo. Todo fue muyanimado hasta el golpe contra Bustamante. Pues bien, la agitación se terminó elaño que entré y el ambiente universitario se enrareció. Las clases no eran tanimportantes, mientras que el patio de Letras cobró una gran vida; ahí uno eralibre y cuidándose de los soplones se podía debatir con pasión, intercambiarinformación y recibir ayuda intelectual. La generación del cincuenta, a la quepertenezco, se formó en el patio y no en el aula sanmarquina.
¿Cuál fue tu inclinación profesional? ¿Qué carrera estudiaste?
Inicialmente quería ser maestro, tenía vocación por la enseñanza, como micolegio me había gustado, quería repetir la experiencia. Pero, fui derivando enotros intereses y acabé estudiando Antropología. Realicé trabajo de campo enlos Andes y me fascinó. Estuve en Huarochirí, Huancavelica y Yauyos, recuerdola cuestión campesina como un gran descubrimiento personal. El mundo indígename ganó para la antropología.
¿Seguiste la carrera sin interrupción?
No. En 1950 me fui a vivir unos meses a Arequipa, tenía 18 años. Eraasmático, quería curarme, recibí una invitación y me fui con unos amigos.Estando allá sucedió la revuelta de 1950 contra Odría, me metí a los acontecimientosy acabé sirviendo de mensajero al líder Francisco Mostajo. Yo le pasé elpañuelo a Villegas para que pida la tregua en el instante anterior a su muerte.Esta fue una experiencia fuerte porque pude ver una insurrección urbana enregla, conversar con mis amigos comunistas que soñaban con un soviet, porejemplo Toto Núñez Ureta y luego la represión y la muerte. Fue el encuentrojuvenil con la movilización de masas, aunque todo terminó con la dictadura ysus horrores. Luego, retorné a San Marcos y estudié hasta terminar en 1957.
¿Cuál fue tu tema de tesis?
En el período de preparación realicé un intenso trabajo de campo; habíamosfundado un colegio secundario en Huarochirí y ahí trabajaba unos días de lasemana, luego me iba a mi comunidad a investigar. Estudié los cambios en elpatrón de dominación y en la organización familiar de la comunidad de SanLorenzo de Quinty; después estuve un tiempo en lo mismo, pero en el valle deChancay.
¿Cuándo te casaste con Leonor?
Ahí mismo y nos fuimos a Burdeos, donde al año nació mi hijo mayor. Mi tutorfue Francois Borricaud, quien había estado en el Perú dictando unos cursos deactualización; él me empujó a realizar una tesis doctoral muy interesante sobrela comunidad española emigrada en Francia. Estudié la segunda generación y pudeobservar varios elementos que habían estado presentes en mi vida, puesto que yotambién era hijo de inmigrantes, que no hablaban el mismo idioma del país quelos había recibido. Tuve un sentimiento de identificación con mi tema. Aunqueera una tesis con todo el aparato científico, estudio cualitativo de unos ciencasos, complementado con estadísticas, cuadros y estudio cuantitativo.
Por otro lado, el contexto era muy especial, porque eran los años quesiguieron al informe de Jrushov, denunciando los crímenes de Stalin y el mundode las izquierdas estaba en conmoción, a continuación se habían sucedidorebeliones obreras en Budapest y otros lugares de Europa del este; eranmovimientos masivos contra la burocracia y fueron aplastadas por los tanquessoviéticos. El comunismo atravesaba grandes problemas y no lucía como lasolución que había parecido poco tiempo atrás. Por lo tanto, el debateintelectual y político era intenso y yo me dedicaba de lleno a leer y conversarcon gente de todo tipo. Mi sustentación fue un poco movida, porque me habíahecho conocido entre la comunidad española y algunos asistieron e hicieronpreguntas incómodas.
En una oportunidad estuve en París y me encontré con mi amigo GuillermoLobatón, que años después moriría como comandante guerrillero. Nos habíamosconocido en San Marcos, ambos éramos delegados estudiantiles y caímos presos en1953; a mi no me deportaron, pero a él sí lo sacaron del país y nos perdimos devista unos años, hasta que nos reencontramos con gran cariño en el París decomienzos de los sesenta.
¿Al terminar tu doctorado volviste al Perú?
No. Fui a Venezuela a trabajar en un instituto de investigaciones y luego aBoston, al MIT, igualmente a trabajar. Recién retorné en 1967, había pasadocasi diez años fuera y sentía que debía volver a estudiar al Perú, paraconsiderar sus cambios, que eran notables a simple vista. Ese año me incorporétanto a San Marcos como profesor, como al Instituto de Estudios Peruanos como investigador.En ese entonces tenía 34 años.
¿Cuáles eran estos cambios que apreciaste a simple vista?
Por ejemplo, antes de partir la población masculina vestía de terno, usabasombrero, camisa blanca y corbata. Cuando regresé todo el mundo estaba en mangasde camisa. Las mujeres antes usaban faldas largas, las encontramos conpantalones. Las universidades estaban llenas de mujeres, antes eran laexcepción. El ambiente social era mucho más distendido. Yo había visto estoscambios en el extranjero, pero ahora los constataba en el país.
¿Cómo hiciste para volver a estudiar al Perú?
Me acuerdo que acopié 44 textos nuevos que me parecieron relevantes y losestudié a fondo. Ahí había algo de economía, historia, antropología y bastantenovela. El indigenismo vivía su última etapa de esplendor y aportaba bastantepara formar una mirada de conjunto. También hice varios viajes a Ayacucho, fuimuy amigo de René Casanova; eran años anteriores a la reforma agraria y porsupuesto mucho antes de Sendero. Percibí que el país se estaba moviendoaceleradamente en varias direcciones y traté de entender su dinámica.
¿Qué trabajos publicaste?
Finalizando los sesenta, en el IEP publicamos el número uno de la serie PerúProblema y ahí apareció un ensayo mío sobre la mecánica de la dominacióninterna y el cambio social en el Perú. En ese trabajo critico los enfoquesdualistas que planteaban la existencia de dos esferas separadas al interior delpaís, la una capitalista y la otra atrasada. Yo estudiaba cómo estas dosesferas en realidad estaban conectadas y cómo ese vínculo era clave paraentender la dominación. Por ejemplo, las elites se vinculaban con sectoresmarginales para encontrar en ellos, a través de métodos paternalistas, apoyosocial y legitimidad para su dominación. La cooptación y el clientelismoaparecían como sujetos claves de estudio para comprender al país.
En esos años finales de los sesenta también presenté un artículo titulado“Pautas de cambio en la sociedad rural”, que era parte de un libro sobre ladominación y el cambio social en el Perú. En este artículo desarrollé unconcepto que luego he incorporado en el conjunto de mi reflexión profesional.Me refiero al “triángulo sin base”, que visualiza la base de la sociedadperuana como fragmentada y sin conexión horizontal entre sus componentes. Porel contrario, esa misma base de la sociedad se conecta directamente con laelite, a través de radios que convergen arriba, pero que carecen de vínculoscon sus pares. De abajo arriba un poderoso lazo te amarra, pero entre los deabajo predomina la ausencia de vínculos. Lo estructural entonces es lafragmentación y el clientelismo. Con estos conceptos terminé los años sesenta,cuando llegó el gobierno militar de Juan Velasco.
----"Me pareció indispensable entender la historia que habíallevado al '68"
¿Ha mejorado tu apreciación de Velasco con el paso de los años?
No. Mantengo la misma posición que tuve en el artículo que escribí para larevista “Sociedad y Política”, que motivó mi deportación en 1974. Entendí a losmilitares del 68-75 como generadores de un proceso de cambios socialesprofundos. Es más, pensaba que era el mayor período de transformaciones de lahistoria nacional, pero que era realizado por la vía autoritaria. Se trataba deun fenómeno muy peruano por su complejidad, el mayor esfuerzo por democratizarla sociedad peruana y hacernos semejantes los unos a los otros, pero realizadode una forma dictatorial, que precisamente dificultaba la posibilidad de éxito.Esa fue la verdadera gran transformación y si no salió adelante fue por laausencia de democracia. Yo estaba estudiando el proceso histórico que llevó algobierno militar. Mi propósito era escribir un libro sobre Velasco y me parecióindispensable entender la historia que había llevado al 68. Al estudiar los antecedentesme salió el libro titulado “Clases, Estado y Nación en el Perú contemporáneo”,que inicialmente era el primer capítulo de otro libro, pero que cobró vidapropia y como en una fábula se convirtió en el escrito más popular que hetenido. Pero, para llegar a “Clases…” transcurrieron los años setenta, medióuna deportación y unos años en México. Ahí cobré las fuerzas que me llevaron aese libro. Como tú sabes, para aquel entonces ya había terminado mi juventud,la que te interesaba hoy día, porque ya era mayorcito, tenía 46 años de edad.
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