En Lituania que se haga una marcha solemne para honrar a los veteranos de las SS no es un evento marginal. El presidente de Letonia, Andris Berzins ya los elogió en la televisión la semana pasada: “Es una locura pensar que son criminales de guerra, me parece que no es aceptable deshonrar a estas personas, ante las cual debemos inclinar nuestras cabezas”. Y así, en muchos puntos de Europa empieza a ganar fuerza una corriente ultra nacionalista de derechas.
FOTO: FILE PHOTO: Hitler Documentary To Air Exploring Liverpool...
En los Países Bálticos celebran su liberación de la Unión Soviética a mediados de marzo.
Lo peor del invierno gris se encuentra en las calles, pero eso no impide que la gente en Vilnius, capital de Lituania, y en Riga, capital de Letonia, haga una marcha solemne para honrar a los héroes que lucharon en vano para mantener a la Unión Soviética a raya.
Entre los que marchan están los grupos que honran a los que llevaban el uniforme de las Waffen SS, el brazo militar de la tristemente célebre unidad paramilitar nazi. Estas marchas de veteranos de las SS no son eventos marginales. Miles de personas marchan y miles más acuden para animarlos.
Los miembros del partido gobernante son los que solicitan los permisos para los desfiles.
Los manifestantes son defendidos por el Gobierno.
El presidente de Letonia, Andris Berzins elogió supuestamente a los veteranos de las SS en la televisión letona la semana pasada, “Es una locura pensar que son criminales de guerra”, añadió Berzins: “Muchas personas perdieron sus vidas por el futuro de Letonia. No veo ninguna base para negar esto... me parece que no es aceptable deshonrar a estas personas, ante las cual debemos inclinar nuestras cabezas”, dijo.
El pasado nazi no sólo se inmiscuye en la vida pública el Día de la Independencia.
En 2008, el Parlamento lituano aprobó una ley que prohíbe la exhibición de símbolos soviéticos y nazis.
En 2010, un tribunal local lituano dictaminó que las esvásticas estaban exentas de esa ley, porque las cruces torcidas fueron “patrimonio histórico de Lituania, más que símbolos de la Alemania nazi” Sería más fácil aceptar esa explicación si la multitud no animara a los manifestantes con gritos de “Juden Raus” o “Fuera los judíos”, como han atestiguado los testigos.
La tolerancia oficial de las marchas en honor a aquellos que lucharon con las SS es parte de una tendencia general en los Países del Báltico y a lo largo de las fronteras de Europa: un abrazo de una forma de nacionalismo excluyente que pertenece al siglo XIX, en lugar de a la economía globalizada del siglo XXI.
Es el tipo de nacionalismo que sustenta la teoría de Hitler de “un pueblo y un imperio (el Raich)”.
En las últimas semanas, los votantes de Letonia rechazaron una propuesta de que el ruso sea reconocido como el segundo idioma oficial del país. Alrededor del 27 por ciento de la población de Letonia, unos 2 millones de personas, habla el ruso como idioma nativo.
Cuando se contaron los votos el presidente de Letonia, Berzins, dijo: “una abrumadora mayoría de los ciudadanos letones han expresado su apoyo inequívoco a uno de los valores constitucionales fundamentales, la lengua nacional”.
Las tensiones entre Lituania y Polonia también son elevadas por el tema del lenguaje. Oficialmente, los impresos del Gobierno y todos los rótulos de establecimiento se supone que deben estar en la lengua lituana. La principal minoría en Lituania es polaca, alrededor del 6,7% de la población. Hay diferencias significativas en la lengua polaca de Lituania.
La minoría polaca de Lituania está exigiendo el derecho a escribir sus nombres en los documentos oficiales en polaco y no en el alfabeto lituano. También quieren que las tiendas polacas puedan poner sus rótulos en polaco.
Cuantificar la fuerza de los ultranacionalistas es casi imposible. Dovid Katz, un profesor estadounidense con sede en Vilna que dirige Defendinghistory.com, dice que es considerable.
“El ultra-nacionalismo de derechas es una tendencia real en muchos puntos de Europa y está siendo una corriente dominante. Muchos de sus seguidores son jóvenes y tienen un gran dinamismo”. Katz añade: “Es demasiado duro imaginar que estos países de la UE y de la OTAN estén adoptando esta ideología nativista”.
Ciertamente, los homólogos de los Estados bálticos en la UE y la OTAN están profundamente preocupados. El 11 de marzo, la Embajada de Estados Unidos en Vilnius respaldó un desfile alternativo, “Celebrar la libertad”, organizado por los principales defensores de los derechos humanos.
El Consejo de Europa publicó en febrero un informe sobre la marcha nazi en Letonia. Decía: “Todos los intentos para homenajear a las personas que lucharon en las Waffen SS y colaboraron con los nazis deben ser condenados. Cualquier reunión o marcha que legitime de cualquier forma el nazismo debería ser prohibidos”.
El informe llegó a afirmar que la CE, “no puede sino expresar su preocupación por cualquier intento de justificar la lucha de las Waffen SS y colaborar con los nazis, ya que corre el riesgo de alimentar el racismo, la xenofobia, el antisemitismo y la intolerancia…”.
Ese es el punto clave.
El respaldo de la colaboración con los nazis por parte de algunos dirigentes da aliento a los racistas y xenófobos violentos. Se discrimina a las minorías y mantiene un lugar oficial para el tipo de odio racial que se ha regado demasiado en la tierra que se encuentra en el país entre el Báltico y el Mar Negro.
La razón de este resurgimiento del horrible ultranacionalismo es una pregunta sin respuesta de la historia: ¿qué fue peor: Hitler o Stalin? Esto puede parecer una pregunta para la sala de reuniones, pero no aquí.
En los países entre el Báltico y el Mar Negro, la pregunta es profundamente emocional.
Se ha reformulado de esta manera: ¿La sangre de alguien que murió luchando contra la Unión Soviética grita más fuerte desde la tumba que la de alguien que murió peleando con los soviéticos contra los nazis? ¿Y qué pasa con aquellos que fueron simplemente asesinados sin que hubieran empuñado un arma?
Entre los que marchan están los grupos que honran a los que llevaban el uniforme de las Waffen SS, el brazo militar de la tristemente célebre unidad paramilitar nazi. Estas marchas de veteranos de las SS no son eventos marginales. Miles de personas marchan y miles más acuden para animarlos.
Los miembros del partido gobernante son los que solicitan los permisos para los desfiles.
Los manifestantes son defendidos por el Gobierno.
El presidente de Letonia, Andris Berzins elogió supuestamente a los veteranos de las SS en la televisión letona la semana pasada, “Es una locura pensar que son criminales de guerra”, añadió Berzins: “Muchas personas perdieron sus vidas por el futuro de Letonia. No veo ninguna base para negar esto... me parece que no es aceptable deshonrar a estas personas, ante las cual debemos inclinar nuestras cabezas”, dijo.
El pasado nazi no sólo se inmiscuye en la vida pública el Día de la Independencia.
En 2008, el Parlamento lituano aprobó una ley que prohíbe la exhibición de símbolos soviéticos y nazis.
En 2010, un tribunal local lituano dictaminó que las esvásticas estaban exentas de esa ley, porque las cruces torcidas fueron “patrimonio histórico de Lituania, más que símbolos de la Alemania nazi” Sería más fácil aceptar esa explicación si la multitud no animara a los manifestantes con gritos de “Juden Raus” o “Fuera los judíos”, como han atestiguado los testigos.
La tolerancia oficial de las marchas en honor a aquellos que lucharon con las SS es parte de una tendencia general en los Países del Báltico y a lo largo de las fronteras de Europa: un abrazo de una forma de nacionalismo excluyente que pertenece al siglo XIX, en lugar de a la economía globalizada del siglo XXI.
Es el tipo de nacionalismo que sustenta la teoría de Hitler de “un pueblo y un imperio (el Raich)”.
En las últimas semanas, los votantes de Letonia rechazaron una propuesta de que el ruso sea reconocido como el segundo idioma oficial del país. Alrededor del 27 por ciento de la población de Letonia, unos 2 millones de personas, habla el ruso como idioma nativo.
Cuando se contaron los votos el presidente de Letonia, Berzins, dijo: “una abrumadora mayoría de los ciudadanos letones han expresado su apoyo inequívoco a uno de los valores constitucionales fundamentales, la lengua nacional”.
Las tensiones entre Lituania y Polonia también son elevadas por el tema del lenguaje. Oficialmente, los impresos del Gobierno y todos los rótulos de establecimiento se supone que deben estar en la lengua lituana. La principal minoría en Lituania es polaca, alrededor del 6,7% de la población. Hay diferencias significativas en la lengua polaca de Lituania.
La minoría polaca de Lituania está exigiendo el derecho a escribir sus nombres en los documentos oficiales en polaco y no en el alfabeto lituano. También quieren que las tiendas polacas puedan poner sus rótulos en polaco.
Cuantificar la fuerza de los ultranacionalistas es casi imposible. Dovid Katz, un profesor estadounidense con sede en Vilna que dirige Defendinghistory.com, dice que es considerable.
“El ultra-nacionalismo de derechas es una tendencia real en muchos puntos de Europa y está siendo una corriente dominante. Muchos de sus seguidores son jóvenes y tienen un gran dinamismo”. Katz añade: “Es demasiado duro imaginar que estos países de la UE y de la OTAN estén adoptando esta ideología nativista”.
Ciertamente, los homólogos de los Estados bálticos en la UE y la OTAN están profundamente preocupados. El 11 de marzo, la Embajada de Estados Unidos en Vilnius respaldó un desfile alternativo, “Celebrar la libertad”, organizado por los principales defensores de los derechos humanos.
El Consejo de Europa publicó en febrero un informe sobre la marcha nazi en Letonia. Decía: “Todos los intentos para homenajear a las personas que lucharon en las Waffen SS y colaboraron con los nazis deben ser condenados. Cualquier reunión o marcha que legitime de cualquier forma el nazismo debería ser prohibidos”.
El informe llegó a afirmar que la CE, “no puede sino expresar su preocupación por cualquier intento de justificar la lucha de las Waffen SS y colaborar con los nazis, ya que corre el riesgo de alimentar el racismo, la xenofobia, el antisemitismo y la intolerancia…”.
Ese es el punto clave.
El respaldo de la colaboración con los nazis por parte de algunos dirigentes da aliento a los racistas y xenófobos violentos. Se discrimina a las minorías y mantiene un lugar oficial para el tipo de odio racial que se ha regado demasiado en la tierra que se encuentra en el país entre el Báltico y el Mar Negro.
La razón de este resurgimiento del horrible ultranacionalismo es una pregunta sin respuesta de la historia: ¿qué fue peor: Hitler o Stalin? Esto puede parecer una pregunta para la sala de reuniones, pero no aquí.
En los países entre el Báltico y el Mar Negro, la pregunta es profundamente emocional.
Se ha reformulado de esta manera: ¿La sangre de alguien que murió luchando contra la Unión Soviética grita más fuerte desde la tumba que la de alguien que murió peleando con los soviéticos contra los nazis? ¿Y qué pasa con aquellos que fueron simplemente asesinados sin que hubieran empuñado un arma?
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