Érase una vez una joven república llamada Irlanda que se lio la manta a la cabeza con la Vieja Europa. Aunque Europa tenía una novia en cada puerto y nunca le juró fidelidad, Irlanda estaba encantada: con una población joven, bien formada, flexible y de habla inglesa, le sacó un enorme provecho a los cheques que le enviaba Europa y al ventajoso sistema fiscal que le consintió.
No faltaron sobresaltos, como cuando Irlanda se hizo la remolona en la reforma de los tratados en 2001 y 2008. Pero las cosas iban más o menos bien hasta que un primo lejano, Estados Unidos, contrajo una rara enfermedad llamada subprimes, un virus muy contagioso que se propagó por toda la UE. Irlanda fue uno de los enfermos más graves debido a la debilidad de su sistema bancario y a su burbuja inmobiliaria. Recibió un tratamiento de choque administrado con muy malas maneras por la llamada troika (BCE, Comisión, FMI), que dejó en la relación heridas aún no cicatrizadas.
Esa humillación, para un país europeísta por necesidad pero nacionalista por vocación, puede acabar convirtiendo a Irlanda en la china en el zapato de la reforma de los tratados que hoy parece más inevitable que nunca. “En estos momentos es difícil que se pudiera aprobar un referéndum en Irlanda. Aunque no estamos descartando un cambio del tratado. Si ese cambio es necesario, ya discutiremos los detalles”, declaró hace unos días, con calculada ambigüedad, el ministro irlandés de Finanzas, Michael Noonan, en un encuentro con periodistas europeos en Dublín.
El problema no es el euro, el problema son algunas partes de la zona euro por las condiciones fiscales de sus economías
La República de Irlanda afronta dos problemas en el escenario de unificación de políticas fiscales que propugna el eje franco-alemán. Por un lado, las heridas aún sangrantes del rescate del año pasado. Pero, sobre todo, el problema que plantea el actual impuesto de sociedades irlandés, con un tipo medio del 12,5%, que difícilmente puede resistir una (seria) política fiscal unificada en la zona euro. Lo que puede poner a Irlanda en el dilema de quedarse fuera del núcleo duro europeo o renunciar a sus privilegios fiscales. Complejo dilema.
¿Aceptará Irlanda la disciplina fiscal europea como precio para salvar el euro? “Nosotros ya hemos pagado el precio”, responde Noonan. “Todo lo que se ha sugerido, una nueva serie de reglas para la zona euro, es lo que estamos haciendo. Cada trimestre tenemos que mantener conversaciones con la troika en Dublín y presentar documentos que se envían no solo a las autoridades europeas y al FMI sino a los Ministerios de Finanzas de los otros 26 Estados”.
Pese a todo, el Gobierno sigue teniendo fe en el euro. “Creemos que el euro es una moneda muy fuerte y que su futuro es el de una gran moneda de reserva”, opina Noonan. “El problema no es el euro, el problema son algunas partes de la zona euro por las condiciones fiscales de sus economías. Hay que distinguir entre la zona y la moneda. La moneda es muy fuerte. Y seguirá siendo fuerte”.
Una fe que no comparte todo el país. “Ahora diría no al ingreso en el euro, pero lo cierto es que en estos momentos la única opción real es profundizar en la integración. Esta es una opinión personal”, admite David Begg, el veterano secretario general de ICTU, el organismo que agrupa a 55 sindicatos irlandeses en representación de 830.000 trabajadores.
Los sindicatos tienen en Irlanda una larga historia de flexibilidad y los pactos sociales fueron una de las claves de la revolución económica irlandesa en los años noventa. En eso, esta crisis es igual a las anteriores: sigue habiendo negociaciones y acuerdos. Pero, en todo lo demás, es diferente. “Esta es una crisis económica, social, fiscal, bancaria y de reputación”, apunta Begg. “Estamos ante un verdadero momento crucial en Irlanda. El modelo en que confiábamos está roto. Completamente roto”, añade. La crisis de los cincuenta desembocó en la industrialización y de la de los ochenta acabó surgiendo el Tigre Celta. Pero aún no se sabe cómo acabará esta.
Acabe como acabe, en Irlanda parecen darse por superadas las turbulencias monetarias internas. “Algunos importantes inversores globales han llegado a la conclusión de que Irlanda va a poder pagar su deuda. Pero no creen que eso sea porque los fundamentos de la economía de Irlanda sean buenos, sino porque creen que se ha hecho la apuesta política de que si Irlanda necesita más dinero, Europa lo pondrá si se porta bien”, explica el economista Philip Lane, profesor del Trinity College Dublin. Pero hay nubarrones: “Un problema es la incertidumbre del eurosistema. Otro problema es que la expansión de la economía real depende de la demanda externa y eso a su vez depende del comportamiento de la economía mundial”.
Al sentimiento general sobre la gravedad del momento se ha unido el primer ministro, Enda Kenny, que el domingo por la noche sorprendió a los irlandeses con una solemne declaración en televisión para pedir más austeridad. No se sabe si la alocución tendrá éxito, pero tuvo impacto: acaparó el 60% de la audiencia.
Y no es que el país no conozca ya el significado de la palabra austeridad. Desde mediados de 2008 ha visto una sucesión de ajustes presupuestarios equivalentes a 21.000 millones de euros, el 13% del producto interior bruto (PIB). Precisamente por eso, Irlanda presume de ser el mejor alumno de los tres países intervenidos y aspira a volver a financiarse a través de los mercados el año que viene. Pero el parón en la zona euro le ha afectado como a todos: la economía solo crecerá un 1,1% este año y lo mismo el próximo, según Bruselas (lejos del 1,6% al que aspira Dublín en 2012).
El problema no es solo el crecimiento. Al estar su economía poblada de multinacionales que crean poco empleo y pagan pocos impuestos pero estadísticamente crean mucha riqueza que no se queda en el país, la vida real es para los irlandeses aún más dura de lo que indican los datos del PIB.
Eso explica la paradoja que vive Mary Lou Nolan, gerente en Irlanda de la estadounidense Cisco. “En Cisco en Estados Unidos están muy sorprendidos porque no entienden qué pasa en Irlanda, porque el negocio funciona muy bien aquí. La percepción que se tiene sobre Irlanda por la prensa es que el país está muy mal, pero nosotros en lo que llevamos de año hasta octubre hemos doblado el negocio y no pueden entender qué pasa aquí”. Paradojas del capitalismo moderno.
¿Seguiría su empresa en Irlanda si se saliera del euro? “Sí, porque las razones por las que Cisco decidió venir seguirían siendo válidas: una fuerza de trabajo altamente educada, la agilidad y flexibilidad que necesitan las multinacionales y porque aquí están casi todas las empresas norteamericanas con presencia en Europa y muchos son clientes que necesitamos tener cerca”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario