sábado, 10 de septiembre de 2011

¿Porqué celebrar los 482 años de fundación de Maracaibo?

Por: Miguel Prieto
Fecha de publicación: 09/09/11


Cuán lejos estamos de la revolución del pensamiento. Celebrar 482 años de fundación de Maracaibo sería reconocer y reivindicar el pensamiento colonial europeo, asumir la historia desde un punto de vista europeizante o eurocéntrico, reconocer en el colonizador la mano salvadora, la gran empresa de fundaciones, sobre los cadáveres de miles de indígenas del occidente venezolano.

Celebrar los 482 años de la fundación de Maracaibo, sin reconocer lo tragicómico de la empresa del alemán Ambrosio Alfinger, sería olvidar que los europeos, en especial los españoles, en el nombre de Cristo, con una cruz en la mano, y en la otra empuñada la espada, asesinaron a más de 120 millones de indígenas en América, como lo recoge el historiador francés Serjoune Laurett en la Historia de América durante el período indígena.

Recordemos la sentencia de Frantz Fanon en Los condenados de la Tierra: “El colonialismo no se conforma simplemente con imponer su dominio sobre el presente y el futuro de un país dominado… Por una suerte de lógica perversa, se vuelve al pasado del pueblo oprimido, lo distorsiona, lo desfigura y lo destruye”.

Y vaya que nos están desfigurando la memoria, la estamos desfigurando. Siento que nos venden un paquete hacia la barbarie conquistadora, a la tierra prometida, sin memoria ni culpables, con más ídolos que muertos. Seguimos como sujetos pasivos de una historia positivista, hegeliana, que desconoce la otredad, la historia de los pueblos “a históricos”.

¿Quiénes fueron los triunfadores con la supuesta fundación de Maracaibo? Los indígenas o los europeos. La historia ha demostrado que desde la incursión española en las Antillas los pueblos indígenas se convirtieron en el problema para la sociedad, y hoy lo siguen siendo al figurar como comunidades “generadoras de problemas”, invisibilizadas de cualquier celebración, desfiguradas y desaparecidas de la historia oficial escolar que escasamente nos han impuesto, porque de paso la historia escolar se ha escrito desde Caracas.

Estamos reconociendo con ello la lógica de la retórica modernista, que oculta y justifica, reproduce la colonialidad: el robo y el pillaje europeo estuvo justificado por la supuesta carencia de los pueblos nativos de un Dios y un alfabeto occidental, y Alfinger y su empresa actuaron bajo la misma dinámica: ¿por qué reconocerlo como símbolo histórico magnificado?

No fue lo mismo que sucedió con la extracción del oro de las minas de la isla de Haití (La Española), donde Colón acabó con 3.500.000 personas, como lo apunta Carlos Mamani Condori en Rebelión. O lo que hizo Hernán Cortés en Méjico. “La carnicería, como la ocurrida el 16 de noviembre de 1532 cuando fue secuestrado el Inka Atawallpa, fue el método para el escarmiento, la despersonalización y la humillación de la víctima”, nos recuerda Mamani Condori.

Y estas carnicerías fueron recogidas por los cronistas de indias, autorizados por los reyes españoles para recoger las “experiencias” en el continente recién colonizado y esclavizado.

Sospechoso hacer silencio ante tanta imposición histórica, e ideológica. Es como aceptar, sin más, las celebraciones de un Bicentenario a partir del 19 de abril de 1810 y del 5 de julio de 1811, que se asemejan más con una camisa de fuerza que con un verdadero proceso de liberación nacional.

¿O es que acaso nos fueron los mantuanos los que figuraron en la gesta del 19 de abril de 1810 sólo para reivindicar la autoridad de Fernando VII ante la invasión napoleónica en España? Un año después decretaron la separación de Venezuela de la colonia, pero mantuvieron el sistema esclavista. Cuál fue la independencia lograda.

Como lo apuntara Santiago Acornada Rodríguez en un extraordinario artículo titulado Contra el Bicentenario, el verdadero pensamiento libertario en Venezuela comienza a prefigurarse en 1816 con Bolívar, luego de palpar la real abolición de la esclavitud en Haití.

Una cosa es debatir la Maracaibo que queremos, rescatar la historia de su pueblo, su economía y culturas, el voseo, la arquitectura colonial, y otra es dejar pasar la fecha sin acusar al conquistador.

Peligroso, porque es como aceptar el retorno de los traidores, guardar silencio y preparar la guillotina para sacrificar nuestras cabezas, mientras el inquisidor sobrevenido en héroe se frota las manos ante la maldad concebida.

carrizoprieto@gmail.com

(Tomado de aporrea.org)



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