Por Jeffrey d. Sachs
Una vez más, el hambre acecha en el Cuerno de África. Más de diez millones de personas luchan por sobrevivir, sobre todo las comunidades de pastores de las regiones extremadamente áridas de Somalia, Etiopía y el norte de Kenia. Cada día trae noticias de más muertes y enormes flujos de personas hambrientas hacia los campamentos de refugiados en Kenia, en la frontera con Somalia.
Las fronteras políticas son un legado colonial, no realidades culturales y económicas
La causa inmediata de este desastre es clara: no ha llovido lo suficiente en dos años consecutivos en las regiones secas de África oriental. Son lugares donde el agua es tan escasa año tras año, la producción agrícola es marginal en el mejor de los casos. Millones de hogares, con decenas de millones de personas nómadas o seminómadas, crían camellos, ovejas, cabras y otros animales, que desplazan a lo largo de grandes distancias para llegar a los pastizales de secano. Cuando no llueve, los pastos se marchitan, el ganado muere y las comunidades se enfrentan a la hambruna.
El pastoreo ha sido durante mucho tiempo un difícil modo de vida en el Cuerno de África. La ubicación de los pastizales que le dan sustento está determinada por lluvias inestables y en gran medida impredecibles, más que por las fronteras políticas. Sin embargo, vivimos en una época en que las fronteras políticas, no la vida de los pastores nómadas, son sagradas. Estos límites, junto con el crecimiento de la población de agricultores sedentarios, han terminado por acorralar a las comunidades de pastores.
Las fronteras políticas existen como un legado de la época colonial, no como el resultado de las realidades culturales y las necesidades económicas. Por ejemplo, en Somalia vive solo una parte de la población de pastores de habla somalí, muchos de los cuales viven en la frontera con Kenia y Etiopía. Como resultado, la frontera entre Etiopía y Somalia se ha visto devastada por la guerra durante décadas.
No se pudo predecir con exactitud una gran sequía este año, pero el riesgo de una hambruna era fácilmente previsible. De hecho, hace dos años, en una reunión con el presidente de EE UU, Barack Obama, describí la vulnerabilidad de las zonas áridas de África. Cuando no llueve allí, comienzan las guerras. Mostré a Obama un mapa de mi libro Commonwealth, que representa la superposición de los climas de tierras secas y las zonas de conflicto. Le hice notar que la región necesita con urgencia una estrategia de desarrollo, no un enfoque militar.
Obama respondió que el Congreso de EE UU no apoyaría una iniciativa de desarrollo importante para las tierras secas. "Consígame otros 100 votos en el Congreso", dijo.
No sé si el liderazgo de Obama debería haber podido encontrar esos votos, pero sí sé que EE UU no ha respondido de manera eficaz a las necesidades del Cuerno de África. Está demasiado centrado en enfoques militares caros y fallidos en las tierras secas -ya sea en Afganistán, Pakistán, Yemen o Somalia- como para prestar atención a estrategias de desarrollo económico de largo plazo destinadas a abordar las causas profundas de las actuales crisis de estos países.
La sequía de este año ocurrió en un momento de agitación política y económica en EE UU y Europa. El distorsionado sistema político estadounidense da a los ricos todo lo que quieren en la forma de recortes de impuestos, mientras que recorta los programas para los pobres. No hay ningún interés en Washington DC por hacer frente a las necesidades de los pobres de Estados Unidos, y mucho menos a las de los pobres del mundo.
En Europa, la crisis financiera mundial de 2008 dejó un legado de profunda crisis política y económica en las economías más débiles del sur del continente. Esta crisis absorbió casi toda la atención política de la Unión Europea este verano, a pesar de que la hambruna en África no ha hecho más que agravarse.
El desastre en desarrollo en el Cuerno de África no se resolverá por sí mismo, y cuatro factores hacen que la situación sea potencialmente explosiva. En primer lugar, el cambio climático a largo plazo inducido por el hombre parece estar causando más sequías e inestabilidad climática. Estados Unidos y Europa no solo no están dando respuesta a la sequía en África, sino que probablemente hayan contribuido a ella a través de sus emisiones de gases de efecto invernadero.
En segundo lugar, las tasas de fecundidad y crecimiento de la población en el Cuerno de África siguen siendo muy altas, incluso teniendo en cuenta la mortandad infantil provocada por la hambruna. A menos que se establezcan de manera generalizada campañas de planificación familiar y servicios anticonceptivos modernos, el crecimiento demográfico en el Cuerno de África volverá a colisionar con un clima más difícil en el futuro. En tercer lugar, la región ya está viviendo en una pobreza extrema, por lo que los golpes adversos no hacen más que empujarla a la catástrofe. Y por último, la situación política en la región es altamente inestable, lo que la vuelve muy vulnerable a los conflictos.
Sin embargo, todavía hay esperanzas realistas. El proyecto Aldeas del Milenio, que tengo el honor de ayudar a hacer realidad, ha demostrado que es posible empoderar a las comunidades de pastores a través de inversiones específicas en el manejo del ganado, atención veterinaria, el desarrollo de negocios, clínicas móviles de salud, escuelas con internado e infraestructura local, como puntos de agua potable, electricidad fuera de la matriz y telefonía móvil. Las tecnologías de vanguardia, junto con un sólido liderazgo comunitario, pueden generar un desarrollo sostenible en el largo plazo.
Los países de la región del Cuerno de África hoy están dando pasos para avanzar a través de este enfoque. Seis países de la región con grandes zonas de tierras secas -Etiopía, Somalia, Kenia, Uganda, Yibuti y Sudán del Sur- se han unido en una Iniciativa de las Tierras Áridas para utilizar las mejores prácticas y tecnologías de vanguardia con el fin de apoyar los esfuerzos de sus comunidades de pastores por escapar de los flagelos de la pobreza extrema y el hambre. Distintas empresas, como Ericsson, Airtel, Novartis y Sumitomo Chemical, están participando de esta iniciativa, poniendo sus tecnologías a disposición de las comunidades de pastores pobres.
Está comenzando a afianzarse una nueva relación de colaboración regional, a partir de las comunidades afectadas y sus Gobiernos nacionales. Varios países de la península Arábiga, al otro lado del mar Rojo, también están mostrando una alentadora disposición a ayudar con parte de sus ingresos del petróleo al socorro de emergencia y el desarrollo de largo plazo. Asimismo, el Banco Islámico del Desarrollo, en representación de los 57 miembros de la Organización de Cooperación islámica, está demostrando liderazgo. A través de esta nueva colaboración entre comunidades, Gobiernos, empresas y universidades, la crisis actual podría incluso marcar el inicio de la recuperación y el desarrollo de la región.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y director del Earth Institute de la Universidad de Columbia. También es asesor especial del secretario general de la ONU sobre las Metas de Desarrollo del Milenio.
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