jueves, 25 de agosto de 2011

Bolivia: "El machismo del MAS me asfixia cada día más"

Por María Galindo

Imaginemos que Fidel Surco hubiera sufrido el accidente y estuviera ciego y sordo, seguramente sería el partido quien lo hubiera abandonado y sería su mujer que lo bañaría, le daría afecto y lo
mantendría económicamente, de eso estoy segura como bruja que lo lee en una bola de cristal.

Surco, al convertirse en senador, ha vivido un ascenso social donde cambiar de mujer es parte intrínseca de su guión de poder; lo mismo hicieron Santos Ramírez y Álvaro García. En el poder necesitan otro tipo de mujer: complaciente, funcional, no madre, que no estorbe y que sea útil para exaltar socialmente su virilidad, de ahí el éxito político de una Jessica Jordan.

También en su tiempo Paz Estenssoro llegó a matar a su mujer, la que lo acompañó en el exilio, para cambiarla por la Miss del momento. Hay cientos de libros escritos sobre él, pero nadie ha escrito una línea sobre el Presidente asesino porque hasta a la hora de escribir historia la complicidad masculina funciona y ese dato ha resultado dizque irrelevante para entender la grandeza del personaje.

Todos los colegas hombres de Fidel Surco han coincidido en declarar que cuestionar en el escenario de la Asamblea Plurinacional el comportamiento de irresponsabilidad paterna es confundir lo público con lo privado.

Separar esquizofrénicamente lo público de lo privado es una de las operaciones políticas básicas en toda sociedad patriarcal. Es ésa la raíz de la doble moral. Una valoración para lo público otra para lo privado, lo público como el lugar de la historia y por lo tanto el mundo de dominio masculino, y lo privado como lo doméstico cotidiano intrascendente y femenino.

Los hombres públicos, como cargan las grandes responsabilidades de la historia, dice que tienen el derecho de descuidar a sus wawas, de servirse de sus compañeras como esclavas y de sustituirlas por otra cuando les resulta necesario y oportuno. Bajo esa premisa es que los senadores colegas de Fidel Surco no hallan ninguna necesidad de cuestionar desde el punto de vista ético a su colega.

Un hombre puede ser un excelente “padre de la patria” y al mismo tiempo un padre irresponsable como lo fue también Evo Morales durante largos años de crecimiento y maduración de sus hijos a quienes hoy exhibe orgulloso. Ahora que están crecidos y que no hay que velar ni cambiar pañales ni enseñar a caminar ni hacer comer la sopa. Ahora que la hija resulta un objeto más que ornamental para su poder, es fácil y útil tenerla a su lado. Y no salto de Paz Estensoro a Fidel Surco o a Evo por gusto, son incontables las denuncias que recibimos sobre la irresponsabilidad paterna del abogado, del diputado, del juez, del policía, del militar, del cirujano, del
diplomático.

La irresponsabilidad paterna en nuestra sociedad es un fenómeno masivo que tiene un carácter político. No es un fenómeno de insolvencia, es un fenómeno de poder y de la forma cómo en la sociedad boliviana se entiende la paternidad. La paternidad no es cargar la wawa en el aguayo, la paternidad es otorgar el apellido, la paternidad en la sociedad boliviana no es el ejercicio de crianza sino figurar como padre cuando el hijo sale bachiller, cuando sale profesional, cuando se recibe como militar. El padre en nuestra sociedad es un padre ausente y canalla. Si permanece en la casa resulta ser el quinto hijo caprichoso al que hay que atender cuando llega, si se va es lo que se añora y desea porque supuestamente queda incompleta la familia. El padre resulta ser el insustituible y por eso se larga seguro de que su lugar no está nunca en peligro.

En el caso de los hombres en el “poder” esta deshumanización es mayor, la erótica del poder en una sociedad patriarcal necesita que el “líder” dé pruebas de virilidad, por eso Evo Morales no abandona su grotesco lugar de “conquistador” en ningún momento y considera esa actitud intrínseca a su carisma de seducción de las masas.

No se trata de una crítica moralista a la libertad humana en el amor. Es una crítica al machismo que no es que afecta los derechos o la dignidad de las mujeres en “particular”, sino que deshumaniza todas las relaciones sociales empezando por las relaciones padre-hijo, padre-hija, hasta las relaciones en el amor, el placer y la búsqueda de una sociedad horizontal y justa.



María Galindo es miembro de Mujeres Creando.




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