Por Dalila Mahdawi
BEIRUT, jul (IPS) - Las defensoras de la igualdad de género no salen de su asombro en Líbano ante la desaparición de las mujeres del gabinete ministerial de 30 miembros del nuevo gobierno del primer ministro, Najib Mikati, conformado tras cinco meses de intensas discusiones políticas.
"Tengo que confesar que no esperaba que aumentara la cantidad de mujeres, pero tampoco pensé que no hubiera ninguna", se quejó Lina Abou-Habib, directora ejecutiva de la organización Colectivo para la Investigación y Capacitación en Desarrollo-Acción (CRTD-A, por sus siglas en inglés).
Las activistas recibieron con "asombro y horror" la lista de los miembros del gabinete. También se sorprendieron de que el asunto fuera casi ignorado por la prensa local e internacional, pese a que ya pasaron dos semanas del anuncio.
La presencia femenina en el gobierno nunca estuvo cerca del 30 por ciento que es considerado adecuado para lograr cambios sociales, pero por lo menos había mujeres. En el anterior gabinete los ministerios de Finanzas y de Estado estaban encabezados por mujeres y había otras cuatro en el parlamento de 128 integrantes.
Las mujeres obtuvieron el derecho de voto en 1952.
Los desafíos que el movimiento femenino tiene por delante son muchos más que lograr una mejor representación política, dijo Farah Salka, de la organización Nasawiya. "Esa es sólo la punta del iceberg", señaló.
"Vivimos en un país donde los derechos inalienables de la mujeres son destrozados por hombres que tratan de adoctrinarnos desde la infancia a que aceptemos el status quo. La falta de mujeres en el gobierno es un duro reflejo de la situación actual en Líbano", explicó.
Este país suscribió la Convención de las Naciones Unidas para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres y su Constitución garantiza la igualdad de género y, sin embargo, se mantiene leyes que las subordinan.
Algunas de las normas más sorprendentes son la que les impide heredar la nacionalidad a sus hijos y las condenas poco severas para hombres sentenciados por los llamados "crímenes de honor".
Hasta 2009, las mujeres no podían abrir una cuenta bancaria para sus hijos. La máxima autoridad sunita de este país, el gran mufti jeque Mohammad Qabbani rechazó la semana pasada una ley para protegerlas de la violencia doméstica por considerarla una amenaza occidental a los valores de la familia islámica.
El gobierno de Líbano se forma sobre la base de un delicado equilibrio entre las 17 denominaciones religiosas reconocidas. Los principales partidos políticos están divididos por sus tendencias confesionales, aunque técnicamente están abiertos a todos los ciudadanos.
Los intereses partidarios siempre desempeñaron un papel mayor en la política libanesa que los de igualdad, indicó Nadya Jalife, investigadora de la organización Human Rights Watch, con sede en Nueva York.
La preocupación por satisfacer los preceptos religiosos perjudicó el empoderamiento femenino. Las pocas mujeres que integraron el gabinete en anteriores oportunidades, fueron designadas por sus vínculos familiares y no por su mérito, calificación o dedicación en defensa de sus derechos.
La naturaleza religiosa de la política libanesa atenta contra la participación femenina, coincidió Abou-Habib. "Cuánto más poder tienen las distintas confesiones en Líbano, más le falla a las mujeres", añadió.
Tribunales religiosos están por encima de las leyes vinculadas al estatus personal, lo que lleva a la discriminación de género sobre cuestiones importantes como divorcio, custodia de los hijos y herencia. "El secularismo no necesariamente equivale a la igualdad de género, pero las confesiones son, sin duda, una de las causas de raíz de la desigualdad", indicó.
Quizá por el sistema confesional del país, la participación política de las mujeres siga rezagada respecto a la de otros países árabes. Ellas constituyen más de la mitad de la población y de las personas habilitadas para votar, pero en 2009 sólo obtuvieron 3,1 por ciento de los cargos políticos.
Las cifras son mucho más bajas que en los países vecinos, considerados más conservadores en materia de derechos femeninos, 12,4 por ciento en Siria, 25,2 por ciento en Iraq y 7,7 por ciento en Kuwait.
La exclusión de mujeres del gabinete coincide con un momento en que se registran grandes retrocesos políticos.
En Egipto, la participación femenina en las protestas populares de este año fue significativa, pero sólo una mujer integra el gabinete de 27 miembros.
En Túnez, donde las mujeres llegaron a tener un cuarto de los escaños parlamentarios, ahora son marginadas con sólo dos ministras en el gabinete de 31 miembros. El movimiento feminista árabe ha sido "ingenuo al pensar que no podía haber un retroceso", indicó Abou-Habib.
"Todas coincidimos en que el desafío es mucho mayor ahora", indicó Abou-Habib, refiriéndose al encuentro estratégico de dos días con movimientos feministas árabes convocado por su organización, CRTD-A. "Hubo un aumento tangible de organizaciones fundamentalistas y religiosas que va perjudicar a las mujeres", añadió.
Las activistas deben repensar de forma radical su curso de acción, indicó Jalife. Primero, sostuvo, "como mujeres tenemos que participar más en política y abandonar la creencia de que está reservada a los hombres", añadió.
Abou-Habib, por su parte, fue más drástica. "Es un buen momento para salir al ataque desde el punto de vista intelectual, no sólo en la calle. No tiene más sentido seguir avanzando de a pequeños pasos, es hora de realizar una revolución femenina", sostuvo.
Las activistas recibieron con "asombro y horror" la lista de los miembros del gabinete. También se sorprendieron de que el asunto fuera casi ignorado por la prensa local e internacional, pese a que ya pasaron dos semanas del anuncio.
La presencia femenina en el gobierno nunca estuvo cerca del 30 por ciento que es considerado adecuado para lograr cambios sociales, pero por lo menos había mujeres. En el anterior gabinete los ministerios de Finanzas y de Estado estaban encabezados por mujeres y había otras cuatro en el parlamento de 128 integrantes.
Las mujeres obtuvieron el derecho de voto en 1952.
Los desafíos que el movimiento femenino tiene por delante son muchos más que lograr una mejor representación política, dijo Farah Salka, de la organización Nasawiya. "Esa es sólo la punta del iceberg", señaló.
"Vivimos en un país donde los derechos inalienables de la mujeres son destrozados por hombres que tratan de adoctrinarnos desde la infancia a que aceptemos el status quo. La falta de mujeres en el gobierno es un duro reflejo de la situación actual en Líbano", explicó.
Este país suscribió la Convención de las Naciones Unidas para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres y su Constitución garantiza la igualdad de género y, sin embargo, se mantiene leyes que las subordinan.
Algunas de las normas más sorprendentes son la que les impide heredar la nacionalidad a sus hijos y las condenas poco severas para hombres sentenciados por los llamados "crímenes de honor".
Hasta 2009, las mujeres no podían abrir una cuenta bancaria para sus hijos. La máxima autoridad sunita de este país, el gran mufti jeque Mohammad Qabbani rechazó la semana pasada una ley para protegerlas de la violencia doméstica por considerarla una amenaza occidental a los valores de la familia islámica.
El gobierno de Líbano se forma sobre la base de un delicado equilibrio entre las 17 denominaciones religiosas reconocidas. Los principales partidos políticos están divididos por sus tendencias confesionales, aunque técnicamente están abiertos a todos los ciudadanos.
Los intereses partidarios siempre desempeñaron un papel mayor en la política libanesa que los de igualdad, indicó Nadya Jalife, investigadora de la organización Human Rights Watch, con sede en Nueva York.
La preocupación por satisfacer los preceptos religiosos perjudicó el empoderamiento femenino. Las pocas mujeres que integraron el gabinete en anteriores oportunidades, fueron designadas por sus vínculos familiares y no por su mérito, calificación o dedicación en defensa de sus derechos.
La naturaleza religiosa de la política libanesa atenta contra la participación femenina, coincidió Abou-Habib. "Cuánto más poder tienen las distintas confesiones en Líbano, más le falla a las mujeres", añadió.
Tribunales religiosos están por encima de las leyes vinculadas al estatus personal, lo que lleva a la discriminación de género sobre cuestiones importantes como divorcio, custodia de los hijos y herencia. "El secularismo no necesariamente equivale a la igualdad de género, pero las confesiones son, sin duda, una de las causas de raíz de la desigualdad", indicó.
Quizá por el sistema confesional del país, la participación política de las mujeres siga rezagada respecto a la de otros países árabes. Ellas constituyen más de la mitad de la población y de las personas habilitadas para votar, pero en 2009 sólo obtuvieron 3,1 por ciento de los cargos políticos.
Las cifras son mucho más bajas que en los países vecinos, considerados más conservadores en materia de derechos femeninos, 12,4 por ciento en Siria, 25,2 por ciento en Iraq y 7,7 por ciento en Kuwait.
La exclusión de mujeres del gabinete coincide con un momento en que se registran grandes retrocesos políticos.
En Egipto, la participación femenina en las protestas populares de este año fue significativa, pero sólo una mujer integra el gabinete de 27 miembros.
En Túnez, donde las mujeres llegaron a tener un cuarto de los escaños parlamentarios, ahora son marginadas con sólo dos ministras en el gabinete de 31 miembros. El movimiento feminista árabe ha sido "ingenuo al pensar que no podía haber un retroceso", indicó Abou-Habib.
"Todas coincidimos en que el desafío es mucho mayor ahora", indicó Abou-Habib, refiriéndose al encuentro estratégico de dos días con movimientos feministas árabes convocado por su organización, CRTD-A. "Hubo un aumento tangible de organizaciones fundamentalistas y religiosas que va perjudicar a las mujeres", añadió.
Las activistas deben repensar de forma radical su curso de acción, indicó Jalife. Primero, sostuvo, "como mujeres tenemos que participar más en política y abandonar la creencia de que está reservada a los hombres", añadió.
Abou-Habib, por su parte, fue más drástica. "Es un buen momento para salir al ataque desde el punto de vista intelectual, no sólo en la calle. No tiene más sentido seguir avanzando de a pequeños pasos, es hora de realizar una revolución femenina", sostuvo.
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