José Antich - DIRECTOR de La Vanguardia
Las declaraciones del portavoz del Gobierno húngaro admitiendo ayer que el anterior ejecutivo del país había falseado las cuentas públicas y que la economía magiar estaba en una situación muy grave han vuelto a situar la economía mundial en un momento delicado, amplificando las dudas que aún pesan sobre ella.
¿Será la nueva Grecia?, era la pregunta aún sin respuesta que recorría anoche las aparentemente desconcertadas cancillerías, que no habían puesto sobre la mesa de los problemas inmediatos la situación económica en Hungría.
En principio, el efecto contagio de Grecia entre los países de la zona euro y la especificidad de Hungría con su moneda propia, el florín, deberían ser suficientes para superar la situación de relativo caos que se vivió anoche durante varias horas. Pero también hay cierta conciencia entre los sectores financieros de que la confianza en la evolución de la economía es tan frágil que no hay que descartar nada.
En el 2008, el anterior gobierno socialista ya tuvo que pedir unos 20.000 millones de euros al Banco Mundial, a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional para superar los graves problemas que pasó el país entonces.
Las elecciones del pasado abril dibujaron un escenario de cambio político radical: el partido de centroderecha Fidesz obtuvo una aplastante victoria en las urnas, tras ocho años de gobierno socialista, que acabó su mandato en medio de duras acusaciones de corrupción y de una deficiente gestión de la crisis económica.
Las noticias de ayer permiten vislumbrar un fin de semana de nervios a la espera del plan de acción que el Gobierno húngaro presentará el lunes. Entonces se sabrá si Hungría provoca los mismos terremotos financieros que Grecia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario