jueves, 12 de noviembre de 2009

Zoila Úrsula Custodia Espinoza Minda: El lenguaje de la bomba ecuatoriana



Ella domina los escenarios con el baile y la copla. Es una de las mejores bailarinas de bomba, líder afroecuatoriana y madre de once hijos que crió sola.


Por Galo Betancourt

A las espaldas de la ciudad. Carcelén Bajo, barrio caliente. Más de mil personas se reúnen para celebrar el Día Nacional del Pueblo Afroecuatoriano, en la concha acústica del parque central. Zoilita irrumpe cerca de las 15:00. Los dardos van directo hacia el jurado del concurso de bomba: “Calificarán bien, desgraciados…”, les dice. Sus uñas y sus dedos alargados aprietan la botella de un litro, decorada por ella misma. Coloca el envase sobre su cabeza. La falda vuela al ritmo del viento. Su movimiento de cadera, un público que la aclama, una vela que se prende. Candela en Quito.

Zoilita creció en el Valle del Chota, en el tiempo que la carretera todavía no cruzaba por el ahí. Cuando con los alumnos del profesor Salomón Chalá no dejaban de jugar y la selección aún no clasificaba a su primer Mundial, con algunos niños que nacieron en el pueblo…

Fue hija de un guardia de estanco y de una agricultora. Hermana de Aída Espinoza, una mujer líder afro de Imbabura. Y es abuela de Geovanny la ‘Sombra’ Espinoza, defensa de la selección ecuatoriana y del Birmingham de Inglaterra.

Sin embargo, su esencia no está en los demás. Zoilita tiene una historia propia. Desde niña le gustó bailar. Soñó ser costurera y cuando más cerca estaba de lograrlo, su vida cambió. A los 19 años se casó y desde entonces procreó a 11 hijos con su esposo, quien pocos años más tarde la abandonó a su suerte.

“Cuando pasé por tu patio me jalastes un limón/ el zumito me fue al ojo / la pepita al corazón”


“A mí me gusta decir la verdad, saqué adelante a mis guaguas lavando ropita ajena. Fui a Ibarra para darles la primaria. Mi mamá, que me ayudaba, se murió…”.

A pesar de que ocupaba todo su esfuerzo en educar a sus hijos, encabezó muchas marchas por el respeto del pueblo afroecuatoriano y los derechos de la mujer: “Iba adelante y gritaba cosas que salían de mi cabeza: Abajo la violencia/Arriba la paz/ Que los maridos no nos peguen más/ En vez de pegarnos que nos lleven a bailar/”.

Al cumplir cuarenta años, cuando sus hijos e hijas ya habían crecido, regresó una pasión de antaño. Su hermana Aída, que sufría de discapacidad en sus piernas, bailaba con una botella en la cabeza. Zoilita se dijo a sí misma: “si ella puede, yo también”, y aprendió observando.

De a poco fue invitada a diversos pregones de varios pueblos del país. A pesar de sus movimientos y su coquetería jamás dejó caer ninguna botella, hasta que en unas fiestas de Ibarra, mientras bailaba con el Alcalde y levantaba sin problema una poma de vino de cuatro litros, una de sus compañeras la empujó al disimulo y terminó bañada. “Usted sabe que la envidia siempre está ahí…”.

Aun con ese bochorno público, una investigadora de danzas tradicionales descubrió su talento. Promocionó su llegada a Quito y tuvo como escenarios la Casa de la Cultura y el Teatro Sucre. Ganó premios y solo fue superada por un hombre, que bailaba tan bien como ella, Teodoro Méndez, hoy su pareja de baile. Con él fueron hasta Bogotá, Colombia, en 2005, y lograron un primer lugar. Y hasta fueron nombrados “Maestros de Baile”.

En sus presentaciones, Zoilita fusiona escenas picarescas con la copla popular. Su ironía nunca fue irrespetuosa. Divirtió y hasta unió parejas con sus palabras: “Cuando pasé por tu patio me jalastes un limón/ el zumito me fue al ojo / la pepita al corazón”.

Entre cientos de presentaciones recuerda dos episodios que le inquietan, prenden la luz de sus ojos y la divierten por un rato. Una vez, un manabita le faltó el respeto con algunas frases, Zoilita contestó: “Mis coplas no son deshonestas pero le voy a responder: Un negro me pidió cinco varas de baeta/ Yo le dije negro feo, muy grande tienes esa jeta/”.

El otro, fue el desempate más grande que haya tenido. En uno de los espectáculos populares, allá por Salinas, divisó a su ex esposo que descansaba cerca del escenario. Zoilita adelantó su presentación. Tomó el micrófono y dirigió su copla a ese hombre que representaba algunos abusos e injusticias de su pasado.

Lo dijo con todas las fuerzas: “Por la calle que yo andaba / el que se comió mi real / cadera de puerco flaco, boca de locro sin sal”.

Datos
Zoila Úrsula Custodia Espinoza Minda tiene 76 años. Nació en el Valle del Chota, parroquia Ambuquí. Creció junto a cinco hermanos de los cuales solo vive ella. Tiene once hijos, 33 nietos y 17 bisnietos.

Es considerada una leyenda, quizá la bailarina más representativa de este ritmo tradicional ecuatoriano. Un cuadro, que se conserva en la Universidad Andina Simón Bolívar, de Quito, inmortaliza su espíritu de mujer luchadora y patrimonio vivo de la cultura afroecuatoriana.

Fue lavandera y líder afro durante casi toda su vida., hoy espera fundar una escuela que lleve su nombre. Asegura que el verdadero baile de la bomba se perdió ya hace muchos años y hoy solo se presentan imitaciones.

Tenía dudas sobre su nieto Geovanny la ‘Sombra’ Espinoza, quien solo se pasaba jugando fútbol. Con el tiempo se dio cuenta de que cometió un grave error. Hoy se enorgullece de él y de su trayectoria. Es considerado uno de los mejores defensas ecuatorianos.

Fue presidenta de las mujeres de la tercera edad del Valle del Chota y gestionó un lugar para este grupo. En esta década sufrió graves problemas del corazón. Le costó bailar y hasta caminar. Pero hoy dice: “Mi corazón está bien, con fuerza y feliz”.

Galo Betancourt
gbetancourt@telegrafo.com.ec
Reportero


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