Más de 12 millones de personas sufren trabajos forzosos por impago de deudas. Se calcula que en el mundo hay 218 millones de niños trabajando
"Nací siendo esclavo. Mi padre estaba endeudado con el dueño de una mina y forzaban a toda mi familia a trabajar 16 horas diarias con poca comida y bebiendo agua de los charcos que formaba la lluvia". Es la historia de Lakshman Singh, un hombre que pasó sus 14 primeros años de vida sin saber que existía un mundo más allá de la cantera en la que estaba atrapado, a 40 kilómetros de Nueva Delhi, la capital de India. Toda la familia -los padres, tres hijos y un tío- estaban sometidos a trabajos forzosos por una deuda equivalente a 300 euros actuales.
La espiral de endeudamiento se transmite de una generación a otra
En India hay millones de personas atrapadas en esta servidumbre por deudas, considerada una forma de esclavitud moderna. Aunque las cifras varían mucho, la Organización Mundial del Trabajo (OIT), estima que el 77% de los sirvientes por deudas en el mundo están en Asia y en el Pacífico: 9.5 millones de los 12.3 millones totales, según los últimos datos de 2005, que la propia OIT reconoce que deben ser actualizados. Las ONG aseguran que podría haber muchos más esclavos en el mundo, "nuestras estimaciones conservadoras indican que hay ahora 27 millones, más que nunca en la historia de la humanidad", según un portavoz Free The Slaves, con sede en EE UU.
El informe de la OIT de este año, El coste de la coacción, publicado el pasado mayo, dice que las víctimas trabajo forzoso en el mundo -excluyendo la explotación sexual- pierden unos 14.000 millones de euros en salarios no recibidos. Con la crisis económica y financiera actual, la esclavitud podría crecer, temen los especialistas. "Si no se toman medidas inmediatas para aumentar la seguridad para los trabajadores vulnerables, especialmente los que migran, hay un gran riesgo de que más personas caigan en esta situación", declara en una entrevista telefónica Roger Plant, al frente del programa especial de la OIT contra el trabajo forzoso. Entre los grupos más vulnerables están los niños, dice. Hasta el 50% de los que son explotados podrían ser menores.
"La crisis afecta a los países en desarrollo por la caída del comercio, precios de materias primas a la baja, menor acceso a crédito, menor envío de dinero por familiares en el extranjero, menor ayuda exterior. Unos países serán más afectados que otros y en cada uno la situación será diferente, pero, en general, habrá mayor vulnerabilidad. Las familias, por ejemplo, no llevarán a los niños al colegio y los enviarán a trabajar, con el riesgo de que caigan en manos de traficantes o formas de explotación laboral", explica Hans van de Glind, experto en tráfico infantil de la OIT.
"No sabemos cómo repercutirá la crisis en cifras", dice Peter Schatzer, director de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en el Mediterráneo, "pero ya está afectando". Con un control más estricto de las fronteras se prevé que se encarezcan los precios que las redes cobran a los inmigrantes irregulares y que haya más riesgo de tráfico humano. En India, el país más afectado, la esclavitud responde a un cóctel de factores, entre ellos la pobreza, la falta de educación y de conocimiento de los derechos, pero, sobre todo, la discriminación está arraigada en el sistema de castas, coinciden los expertos.
El 86% de los esclavos pertenece a los dalits (antes llamados intocables), según el Frente para la Liberación de Servidumbre por Deudas. "Las castas altas se aprovechan económicamente de la creencia de que algunos nacieron para ser explotados, mientras que las víctimas creen que es su karma, que deben pagar algo que hicieron en otra vida", explica Kailash Satyarthi, fundador de Bachpan Bachao Andolan (BBA), una ONG que se dedica a liberar niños esclavos.
Según sus estimaciones hay unos 25 millones de esclavos sólo en India. Prácticamente todos los que viven en estas condiciones fueron víctimas del tráfico humano o adquirieron deudas con sus patrones o las han heredado de sus padres. Los trabajadores más pobres toman un préstamo adelantado de su patrón por alguna herramienta de trabajo o para comprar medicinas, comida o ropa.
Luego los sueldos son tan bajos y los intereses tan altos que caen en una espiral de endeudamiento. "Los empleadores enmascaran una práctica fraudulenta en la que el trabajador deja de tener control y se siente atrapado y sin posibilidad de reclamar sus derechos. Muchas veces sufre también amenazas físicas o psicológicas", explica, desde Londres, Enrique Restoy, de la ONG Anti Slavery Internacional. En algunos casos las deudas pueden pasar de generación en generación.
¿Qué se puede hacer para terminar con este círculo vicioso? Los expertos coinciden en que es necesario el pago de salarios mínimos que garanticen una vida digna y la educación en contra de la discriminación y para conocer los derechos. "Se deben dar alternativas de crédito independientes", agrega Coen Kompier, especialista de la OIT.
En India la situación ha mejorado, pero es difícil avanzar más rápido porque el Gobierno no acepta hablar del sistema de castas y otros países no quieren presionar porque son sus aliados y lo consideran un país democrático, prooccidental, explica Restoy. En África, añade, la esclavitud tiene o bien carácter tradicional en países como Mauritania, Niger, Chad o Sudán, o se centra en los niños, por su número o por su vulnerabilidad, "pero no se puede descartar que la esclavitud por deudas no se dé, por ejemplo, en determinadas etnias indígenas marginadas".
Se calcula que en el mundo hay 218 millones de niños trabajando de una manera u otra. El 26%, en Africa. No se sabe cuántos de ellos están sometidos a trabajos forzosos, aunque se han identificado sectores que usan niños como esclavos: minería, agricultura y pesca. La OIM ha liberado desde 2002 a 618 niños que trabajaban forzadamente para comunidades pesqueras del Lago Volta, en Ghana. En el caso de algunas niñas la explotación es doble: como esclavas sexuales y como criadas.
Permiso del amo hasta para casarse
Boubacar Messaoud nació esclavo, hace 64 años, en Mauritania: "Soy hijo de esclavos y la esclavitud hubiera sido mi sino, pero tuve suerte. El director francés de la escuela del pueblo me vio llorando en la valla de entrada y avergonzó a mi amo por no dejarme ir a clase. Yo tenía siete años". Messaoud sigue hablando de amos, porque en Mauritania, "aun a pesar de mis éxitos [fue el primero en su familia en recibir educación, ir a la Universidad, estudiar en el extranjero y ser arquitecto], sigo siendo, a ojos de muchos, un esclavo".
Los esclavos mauritanos se originaron hace siglos, descendientes de africanos negros capturados por los moros, árabes bereberes, "que dieron su nombre al país y todavía lo dominan". Se calcula que un quinto de la población mauritana, más de medio millón de personas, son esclavos "a los que se prohíbe la educación, tener tierras o heredarlas. Tienen que pedir permiso a sus amos para casarse. Éstos tienen derecho a regalar a sus hijos. Trabajan sin salario, en el pastoreo, en la agricultura. Para las mujeres es peor. Trabajan más. Son las primeras en levantarse y las últimas en ir a dormir. Frecuentemente son golpeadas o violadas", dice Messaoud.
Los esclavos tuvieron un cierto respiro con la llegada al Gobierno en 2007 del primer presidente elegido democráticamente, Sidi Mohammed Ould Sheikh Abdallahi, que criminalizó la esclavitud (aunque no envió a nadie a la cárcel), pero las esperanzas se frustraron con el golpe de Estado militar del pasado mes de agosto. Messaoud organizó SOS Esclaves en 1995, junto con el hijo de un ex ministro, anterior propietario de esclavos. Desde entonces, ha estado en prisión tres veces. En mayo pasado recibió un premio de la organización Anti Slavery International por su lucha contra esta lacra.
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