lunes, 9 de septiembre de 2013

Salud mental en tiempos de recesión económica: el caso de Europa

MentalHealthEurope 

La salud mental, lejos de ser una cuestión meramente individual e “interna” a la persona, se encuentra afectada por las condiciones sociales, culturales y económicas en las que alguien se desenvuelve. Ya Ortega afirmaba en sus Meditaciones del Quijote,  “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”… y algo así ocurre con los problemas de salud mental. La crisis social y económica que atraviesan numerosos países se corresponde con incrementos en la incidencia de problemas de salud mental, tal y como han puesto de manifiesto algunos estudios previos. Es decir, cuando no se logra salvaguardar la “salud” de una sociedad, tampoco se logra preservar adecuadamente la del individuo. Así, en cierto sentido, el aumento de los problemas de ansiedad y depresión en los últimos años viene a ser un síntoma del mayor nivel de “estrés social” presente en las circunstancias.

Un nuevo estudio, llevado a cabo por un equipo de investigadores angloamericano y publicado en PLOS One en julio de este año, revela no obstante que las relaciones entre enfermedad mental y circunstancias sociales adversas pueden ser más complejas y problemáticas de lo aparente a primera vista. La recesión económica se corresponde con un mayor riesgo de desempleo entre las personas con enfermedad mental, que de esta forma ven agravada su situación. Sería algo así como tratar de escapar de unas arenas movedizas… la crisis incrementa los problemas de salud mental, la enfermedad mental hace más difícil la integración laboral en tiempos de recesión.

La investigadora del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres Sara Evans-Lacko y sus colaboradores han analizado datos contenidos en los Eurobarómetros de 2006 y 2010 para los países de la Europa de los 27, con el fin de conocer cómo han cambiado las tasas de desempleo en este período, comparando a personas con y sin enfermedad mental. 

Los resultados obtenidos indicaron que las personas con enfermedad mental presentaban niveles de desempleo más altos en ambos períodos, en relación con las personas sin enfermedad mental. Pero, aún más, la distancia entre las tasas de desempleo de aquellos con y sin un problema de salud mental se ha acrecentado en el período de crisis económica, si se comparan los datos de 2006 y 2010. Así lo refleja el odds ratio de 1.12 (95% IC: 1.03, 1.34) obtenido para la interacción entre enfermedad mental y momento temporal, que revela un incremento más pronunciado en las tasas de desempleo entre las personas con enfermedad mental, en comparación con el aumento entre aquellos sin problemas de salud mental

En definitiva, tal y como se representa en la figura adjunta, la recesión económica habría tenido un mayor impacto -en lo que a desempleo se refiere- entre aquellos que a priori pueden ser más vulnerables, como son las personas con enfermedad mental. De manera más específica, los investigadores identificaron además que los mayores impactos en términos de riesgo de desempleo se producían en el subgrupo de hombres e individuos con bajos niveles educativos.

EvansLacko et al 2013

En un intento de contextualizar estos resultados, Evans-Lacko et al. (2013) analizan también algunas variables contextuales de este periodo, referentes a las creencias y actitudes de la población general hacia la enfermedad mental. En este sentido, hallaron que en 2010 (es decir, en plena crisis), el riesgo de desempleo entre las personas con enfermedad mental era significativamente mayor en aquellos países donde estaba más extendida la creencia de que estas personas pueden ser peligrosas. Esto, sin embargo, no ocurría en 2006; lo que parece apuntar a que en tiempos de recesión la estigmatización social del colectivo de personas con enfermedad mental implica un mayor riesgo de exclusión social. Así lo expresan los autores del estudio:
Las actitudes estigmatizadoras, concretamente las creencias sobre la peligrosidad de los individuos con problemas de salud mental, podrían ser un importante mediador en la relación entre desempleo y problemas de salud mental que sigue a la recesión. Vivir en un país donde una proporción más elevada de individuos cree que las personas con enfermedad mental son peligrosas se asociaba a una probabilidad más elevada de desempleo para las personas con problemas de salud mental, pero no influía en las tasas de desempleo para aquellos sin problemas de salud mental.”
Otras representaciones sociales también parecen desempeñar un papel relevante. Por ejemplo, las creencias negativas de la población sobre las posibilidades de recuperación de aquellos con enfermedad mental también se asociaban, aunque marginalmente, con un mayor riesgo de desempleo entre aquellos con problemas de salud mental. No obstante, el papel de esta y otras creencias en la población, como la atribución de responsabilidad a las personas con enfermedad mental, parece requerir más investigación, al menos para poder llegar a una interpretación adecuada de su posible influencia en las tasas de desempleo de este colectivo. En este sentido, los investigadores hallaron –según ellos mismos comentan, sorprendentemente- que en las poblaciones donde una atribución de responsabilidad interna a la persona estaba más extendida se observaban menores tasas de desempleo entre las personas con enfermedad mental.

De manera interesante, los autores del estudio hacen una mención especial al caso de España, haciéndose eco del estudio de Gili et al. (2012), anteriormente reseñado en este blog.
En España, donde el impacto de la reciente recesión ha estado entre los mayores, la prevalencia de los trastornos mentales diagnosticados en atención primaria se está incrementando. Tales incrementos se asocian con aumentos en el desempleo y también se encuentran presentes entre individuos cuyos empleos se ven amenazados y entre quienes luchan por hacer frente a los pagos de su hipoteca. Hallazgos recientes, provenientes de Inglaterra y España, sugieren que la recesión se asocia a un deterioro de la salud mental de la población”.
Evans-Lacko et al. (2013) concluyen con una interesante idea, derivada de sus resultados. En tiempos de crisis económica, el desarrollo de programas orientados a combatir la exclusión y promover la salud mental parece aún más necesario si cabe, sobre todo si consideramos el aumento en los niveles de riesgo a que se ven expuestas las personas con enfermedad mental. Algunas creencias inadecuadas y estigmatizadoras pueden contribuir a agravar la situación de este colectivo, por lo que también, podría añadirse, es necesaria una cierta labor preventiva a nivel social, orientada a promover un mejor conocimiento de la enfermedad mental.




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