Este lunes Europa celebra 20 años de la concesión, el 9 de noviembre de 1989, del permiso a los alemanes orientales para atravesar libremente la línea de delimitación con el Berlín Occidental.
Esa misma noche, centenares de miles de personas derribaban los cimientos de los 160 kilómetros del muro de separación entre ambas áreas, un acontecimiento conocido desde ese momento como la Caída del Muro de Berlín, y que se conmemora este lunes con la presencia de los principales líderes mundiales ante la Puerta de Brandeburgo.
La Caída del Muro supuso el símbolo de la caída del Telón de Acero, la frontera física e ideológica que dominó la vida en Europa tras el final de la Segunda Guerra Mundial, y el antecedente inmediato del fin de la Guerra Fría en 1991 con el colapso de la Unión Soviética. Fue también el inicio de la Reunificación Alemana y de la eventual reintegración europea que este año culmina una fase crucial con la ratificación del Tratado de Lisboa, y un momento clave del proceso iniciado en 1989 con la Revolución polaca y la apertura de fronteras entre Hungría y Austria.
Todo fue producto de una equivocación. El portavoz del politburó de Alemania Oriental, Günter Schabowski, anunció el día 9 la concesión del permiso sin saber que la cúpula del partido había decidido que la orden entrara en vigor doce días después, para coordinar la desinstalación del muro, que terminó siendo realizada miles de personas armadas con mazos, palancas y, en general, cualquier objeto contundente que tuvieran a mano.
Para los alemanes, suponía una clara oportunidad de reconciliación y acercamiento, eliminando una línea de separación cuya mera existencia se cobró la vida de entre 100 y 200 personas que intentaron saltar el muro en busca de una vida mejor en el Berlín Occidental.
Veinte años después, no obstante, esta reconciliación no es tan contundente como se esperaba, primero por las diferencias culturales entre alemanes occidentales y orientales, después por la incapacidad del Gobierno alemán para condenar los crímenes históricos de la policía secreta de Alemania del Este, la Stasi. A nivel económico, el crecimiento de la antigua Alemania Oriental es más lento de lo esperado.
CONMEMORACIÓN
A la ceremonia de conmemoración acudirán la canciller alemana, Angela Merkel, el primer ministro británico, Gordon Brown, el presidente ruso Dimitri Medvedev y la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton. La Unión Europea estará representada a través del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.
Todos ellos, acompañados por testigos directos de los eventos como el entonces presidente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, o el ex presidente polaco Lech Walesa, asistirán al concierto que dirigirá el pianista israelí Daniel Baremboim que conmemorará otro 9 de noviembre de recuerdo más infausto: el asesinato de centenares de judíos y la vandalización de sus propiedades a manos de los Nazis en la conocida como Noche de los Cristales Rotos, en 1938.
La celebración culminará con la caída de más de mil fichas de dominó gigantes desde la plaza de Potsdam, a un kilómetro de la puerta de Brandenburgo, hasta el Reichstag, en el norte de Berlín, después de que el cantante Jon Bon Jovi interprete la canción 'We Weren't Born To Follow (No Nacimos para Servir)' escrita especialmente para este aniversario.
VEINTE AÑOS DESPUÉS
Muchos alemanes occidentales se quejan regularmente del enorme coste que siguen pagando por la reunificación y suelen considerar a sus vecinos como unos "desagradecidos" que nunca han aceptado la caída del comunismo. Los orientales critican el "aire de superioridad" de los occidentales, y muchos echan de menos el generoso sistema de Seguridad Social que tenían en la entonces República Democrática Alemana.
"Nos sentimos como una nación colonizada, ahora mucho más que entonces", declaró a Radio Free Europe el antiguo director del teatro Volksbuehne, Fritz Roedel. Tal y como se temía, muchos de sus compañeros fueron reemplazados por alemanes occidentales, deseosos de entrar en el mercado laboral de la Alemania del Este.
El último primer ministro de la República Democrática Alemana, Lothar de Maizière, comprende parcialmente este sentimiento. "Hay que entender que una nación entera se encontró con un nuevo sistema político, económico, legal y educativo, una cuestión muy espinosa", declaró a 'Russia Today', quien calificó la Caída del Muro como "el fin del siglo XX".
No hay que olvidar tampoco que muchísimos alemanes orientales siguen exigiendo a la canciller Merkel que persiga los crímenes cometidos por la temida policía secreta de la Alemania Oriental, la Stasi. Según un grupo de apoyo a las víctimas de la Stasi, el Foro para la Educación y la Rehabilitación, la primera década fueron condenados menos de un centenar de presuntos miembros de la Stasi, de entre 79.108 casos investigados.
El caso más flagrante es el del entonces ministro para la Seguridad del Estado y director de la policía secreta, Erich Mielke, que sólo fue condenado a dos años de cárcel por los asesinatos de dos policías en 1931, pero no por su labor al frente de la Stasi. "El hecho de que tuviera que luchar para que se hiciera justicia me dejó muy desilusionado", declaró al diario alemán 'The Local' el disidente político Wolfgang Welsch, superviviente de hasta tres intentos de asesinato por una de las unidades más temidas de la policía secreta, el grupo "Escorpión".
Las víctimas lamentan además que la compensación económica que reciben del Gobierno federal ha llegado tarde y es escasa. Esta retribución comenzó a ser repartida en 2007 y la cantidad media que reciben apenas rebasa los 250 euros al mes, pero sólo tienen derecho a recibirla si han estado encarcelados más de seis meses y ganan menos de 12.500 euros al año.
DEBILIDAD ECONÓMICA
A día de hoy, las provincias pertenecientes a la antigua RDA siguen atravesando enormes problemas económicos. "Creo que la mayoría de los alemanes del Este apostó por la reunificación, pero hay muchos también que no han sido capaces de asimilar la vasta transformación económica que suponía", opinó De Maizière.
La euforia inicial tras los primeros meses de la caída del Muro fue rápidamente reemplazada por un descenso en picado de la producción industrial, que cayó en dos terceras partes en la antigua Alemania Oriental un año después de la unificación. Sólo ahora se ha conseguido llegar a los niveles de producción de 1989, pero la tasa de desempleo sigue siendo de un elevadísimo 12 por ciento, según cifras recogidas por el 'Financial Times'.
Para los analistas consultados por el diario, la dificultad de la antigua Alemania Oriental para ponerse a la altura de Occidente no es un reflejo de su pasado comunista. Se trata, simplemente, de que su población no es tan densa. "Cuanto más cooperen el Este y el Oeste, más productividad y más ingresos", estima el presidente del Instituto Alemán para Estudios Económicos, Klaus Zimmermann.
EL APERTURISMO
Con todo, muchos piden recordar, en este 20 aniversario, el extraordinario éxito del proceso de reunificación. Más de un millón de personas se manifestaron el 4 de noviembre de 1989 en Berlín, en lo que fue el empujón final del Tratado de Reunificación aprobado entre 1990 y 1994.
"Veo un sentimiento de orgullo nacional desconocido antes de la caída del muro; de una nación que hasta ese momento era considerada como una molestia", sentenció el antiguo diplomático de Alemania Occidental, Reiner Mockelmann, al diario 'The Herald'.
De igual modo se expresó Sergei Khrushev, experto en estudios internacionales e hijo del ex premier soviético Nikita Khrushev. "El Muro es parte de una perspectiva mucho mayor. Cualquier muro va contra la naturaleza humana", declaró.
UNIÓN EUROPEA Y OTAN
Por otra parte, la mayoría de estos países han pasado de formar parte del Pacto de Varsovia y estar en la órbita de Rusia a integrarse exitosamente tanto en la Unión Europea como en la OTAN. En general, en todos ellos se tiene una impresión positiva de su pertenencia a ambas instituciones.
Así, la entrada en la UE es consideraca como "algo bueno" por el 63% de los polacos, el 58% de los eslovacos y el 54% de los búlgaros, mientras que sólo el 45% de los checos, el 44% de los lituanos y el 20% de los húngaros opinan lo mismo. En el caso de estos últimos, el 28% lo ven como "algo malo", mientras que la mayoría, el 48%, cree que "ni lo uno ni lo otro".
En el resto de países, los que opinan que la pertenencia a la UE es negativa son una minoría: 9% en Polonia, 7% en Eslovaquia, 11% en Bulgaria, 15% en República Checa, y 8% en Lituania.
En cuanto a la OTAN, existe una opinión positiva respecto a esta organización. Así, el 75% de los polacos ven a la OTAN de forma favorable, igual que el 66% de los checos, el 59% de los eslovacos, el 59% de los lituanos, el 57% de los húngaros y el 54% de los búlgaros. En el caso de Ucrania y Rusia, países que no son miembro de la Alianza Atlántica, impera la ayuda visión desfavorable. El 51% de los ucranianos y el 58% de los rusos tiene esta opinión.