viernes, 21 de marzo de 2014

La espada de Bolívar llega al Vaticano

Juan Grabois

ALAI AMLATINA, 21/03/2014.- La tristeza nos embargaba. Hugo Chávez, último gran héroe del panteón de la Patria Grande, había pasado a la inmortalidad, tras dejar girones de su vida en esa última campaña que, ominosamente, cerró bajo la torrencial lluvia caraqueña rodeado del amor de su pueblo bolivariano. El poder económico alzaba las copas y brindaba “¡viva el cáncer!”, igual que cuando murió nuestra Evita, igual que cada vez que uno de los nuestros se va. Comenzaba marzo, terminaba el verano, el otoño parecía llegar implacable a ocultar el sol de la esperanza para los pobres de nuestra América.

Pocos días después, bien lejos nuestro, en una ciudad amurallada como reliquia de otros tiempos, encerrados bajo el más hermético secretismo, se desarrollaba silenciosa una lucha indescifrable, donde poco más de un centenar de hombres, demasiado humanos, elegían al pastor de 1.200 millones de católicos. Tal vez, como se dijo, Chávez ayudó desde el cielo. Tal vez los cardenales del tercer mundo actuaron con firmeza en pos de un cambio en la Iglesia. Lo cierto es que se produjo un verdadero milagro: contra todas las posibilidades, a pesar de las alevosas operaciones del Imperio, un latinoamericano, jesuita, amigo de los pobres, de ideas revolucionarias, de conducta intachable, enorme coraje y humildad ejemplar, llegaba al trono de San Pedro. Un compañero era electo Papa.

El estupor se apoderó del mundo cuando, en sus primeras palabras, después de inclinarse ante el pueblo reunido en la Plaza de San Pedro con sus zapatos viejos y su cruz de hierro, Francisco clamó por una Iglesia pobre para los pobres. El Cardenal Bergoglio era poco conocido en el exterior e incomprendido en su propio país, pese a su contundente trabajo pastoral y vigoroso aporte al pensamiento social cristiano. El poder económico, sin embargo, seguía con preocupación su creciente influencia en la Iglesia a punto tal que comenzaron a urdir una fuerte campaña de difamación en su contra financiada principalmente por la Fundación Ford, el National Endowment for Democracy y el British Council.

Como siempre, la propaganda estaba bien segmentada y apuntaba en forma diferenciada al público progresista y al conservador. Comunista y reaccionario, delator y subversivo, oscurantista y herético, los medios corporativos intentaron debilitar su imagen en todos los frentes sin reparar en contradicciones y fabulaciones. Obtuvieron cierto éxito en su tarea, a punto tal que muchos compañeros aunaron sus voces con los sectores más recalcitrantes en un repudio prejuicioso contra el nuevo Papa.

Las mentiras, empero, se derrumbaron como castillo de naipes frente al concluyente testimonio de miles de trabajadores, campesinos, militantes y sacerdotes tercermundistas que salieron a mostrarle al mundo quién era Bergoglio. Francisco, con sus primeros actos y palabras, confirmaba que no había dejado sus convicciones en la puerta del Vaticano y despertaba una arrolladora ola de simpatía popular. El poder tomó nota del clima social y cambiando de estrategia, comenzó a reinterpretarlo, mostrándolo como un cura bueno, simpático y campechano... moderado e inofensivo. En los próximos meses, Francisco demostraría que las mieles de la fama y el poder no lo domesticaban.


Con los pobres de la tierra, combatiendo al Capital

Durante la ceremonia de asunción de Francisco, en primera fila, muy por delante de los poderosos del planeta, un hombre robusto, de tez curtida por el sol y el esfuerzo, con su uniforme de trabajo y lucha, desentonaba entre centenares de dignatarios protocolarmente emperifollados. Era Sergio Sánchez, cartonero, villero y militante del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE-Argentina). La presencia de Sergio no fue casual, anunciaba la orientación popular del nuevo pontífice, su firme opción por los pobres y un sólido apoyo a los movimientos sociales.

Ya como obispo, Bergoglio había desarrollado una incesante aunque discreta labor de acompañamiento a los trabajadores y sus organizaciones. Las anécdotas son innumerables: solidaridad con militantes perseguidos, apoyo a las organizaciones campesinas, protección a los vendedores ambulantes, promoción de los “curas villeros”, acompañamiento de las fábricas recuperadas y una actitud frontal de lucha contra la explotación, la exclusión, la trata de personas, el narcotráfico y la cultura consumista. Todo ello sumado a su austeridad proverbial y su simplicidad en la conducta, su interpelación constante al estilo de vida satisfecho del pequeñoburgués, al hedonismo consumista posmoderno y al progresismo light, lo convertían en una figura incómoda no sólo para la derecha reaccionaria sino también para la centroizquierda liberal.

Todos los años, junto a diversas organizaciones populares, celebraba una misa bajo la consigna “por una sociedad sin esclavos ni excluidos” en la que se permitía a los trabajadores tomar la palabra y expresar crudamente sus reclamos y reivindicaciones. Sus homilías son una clara muestra del ideario franciscano, vale la pena leerlas[1].

El pensamiento social de Francisco está claramente esbozado en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Sus críticas al capitalismo, en particular bajo su forma neoliberal, son frontales, explícitas y estructurales. Nótese que no son descripciones de la miseria. Francisco va a fondo, ataca la propia matriz del Capital, su esencia: la maximización de la ganancia que lapidariamente describe como un “culto idolátrico al dios Dinero”.

Para mayor claridad, el documento expresa: “esta economía mata”. Califica de “burda e ingenua” la esperanza de que el mercado y quienes detentan el poder económico “derramen” equidad e inclusión social. Denuncia las terribles desigualdades y plantea abiertamente que su origen se encuentra en el mercado capitalista y la especulación financiera. Repudia las soluciones represivas contra los excluidos y la dominación solapada de los que “pretenden encontrar la solución en una «educación» que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos”.

Este trascendente documento plantea un programa revolucionario. No tiene tapujos en repudiar la tiranía de la propiedad privada y reivindicar el destino común de todos los bienes: “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos”. Nos exhorta a “crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos” y advierte que “mientras no se resuelvan radicalmente [!!] los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”.

Denuncia el carácter destructivo de la cultura consumista, individualista, alienada que promueve el capital y nos alerta que “el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”.

El repudio al imperialismo, fundamentalmente en su variante militarista, también ha sido objeto de palabras y acciones de Francisco. Su trascendente aporte para evitar el bombardeo a Siria no deja lugar a dudas sobre su tenaz enfrentamiento con el Imperio del Dinero. Al denunciar la mano sucia del complejo militar-industrial detrás de las aventuras bélicas, al señalar la utilización miserable de los derechos humanos para justificar actos de violencia, Francisco se coloca claramente en el campo antiimperialista. Asimismo, en reiteradas oportunidades reivindicó el concepto de Patria Grande y las figuras de San Martín y Bolívar, un apoyo explícito a la unidad de nuestros pueblos.

Atacar las causas estructurales de la pobreza, avanzar en soluciones radicales, enfrentar al Imperio del Dinero, reivindicar la Patria Grande, repudiar el individualismo consumista, construir una mentalidad comunitaria y proyectar una sociedad de hermanos es la orientación estratégica del pensamiento franciscano y es, sin duda, una propuesta revolucionaria.


Francisco y los movimientos populares

Como se dijo anteriormente, el especial vínculo de Francisco con los sectores populares no se limita a la crítica contra sus verdugos y opresores. Tampoco al acompañamiento a pobres y excluidos. Francisco también promueve a sus organizaciones y militantes. Reivindica la organización popular, la lucha social, la militancia comprometida, el ejercicio de la política orientada a la justicia, una opción preferencial, irrenunciable, casi excluyente, por los pobres.

Ya como Papa, en diciembre del año pasado, a través de la Academia Pontificia, Francisco convocó un coloquio, en el cual el autor de este artículo y João Pedro Stédile del Movimiento de los Sin Tierra pudimos, por vez primera, exponer la posición de los movimientos populares sobre el fenómeno de la exclusión[2]. Se presentó en ese marco el documento “Capitalismo de exclusión, periferias sociales y movimientos populares”,[3] luego oficialmente publicado[4]. Se va abriendo, de esta forma, un nuevo frente de acumulación para el campo popular que tenemos la obligación de aprovechar.

Las oportunidades de coordinación y colaboración entre esta Iglesia renovada y nuestras organizaciones se potencia al infinito, sin duda contamos con un firme apoyo para nuestras luchas por la justicia social, por la tierra, por el trabajo, por la dignidad, por la naturaleza y por una democracia comunitaria y protagónica que supere la pseudodemocracia burguesa decadente y el capitalismo de exclusión de los banqueros y las trasnacionales. Este nuevo encuentro entre organizaciones e Iglesia puede resultar un coctel explosivo para el Imperio y, por eso, los think thanks del establishment económico mundial -el Financial Times, el Tea Party, la CNN, etc.- han profundizado su campaña contra Francisco.

Dicho esto, creo sin embargo que el aporte más importante de Francisco a los Pueblos va más allá de la coyuntura. No radica exclusivamente en las posibilidades de cooperación, en su apoyo a tal o cual lucha. Francisco puede funcionar como un viento que esparce semillas de solidaridad y lucha en la conciencia de millones de hombres y mujeres a lo largo del globo. Francisco reivindica ante el mundo la primacía del hombre por sobre el Capital, la de los valores humanos frente a los valores del mercado. Las derivaciones de esto son impredecibles, incontrolables, pero sin duda contribuyen a crear las condiciones para un aluvión militante entre los cristianos del mundo.

Es nuestra tarea cuidar, como los compañeros campesinos, esas semillas esparcidas, regarlas para que crezcan y se multipliquen, y recoger su fruto revolucionario al servicio de nuestros pueblos.


Contradicciones inducidas o unidad del campo popular

Desde algunas organizaciones sociales se han planteado cuestionamientos. El pensamiento liberal ha intentado ocultar el rol de millares de sacerdotes católicos en las luchas populares de ayer y hoy, distorsionando la imagen de la Iglesia y reduciéndola a un refugio medieval de inquisidores, parásitos, reaccionarios y pedófilos (que los hay, y muchos). Los mártires, los que dejaron su vida al lado de los pueblos y los muchos que acompañan las luchas son olvidados y minimizados. Como dijo Chomsky, en el plano mediático y militar, "EE.UU. lanzó una guerra amarga, brutal y violenta contra la Iglesia[5]".

Escarbando en la historia real de nuestras organizaciones, de las luchas de nuestro pueblos, de la búsqueda de soberanía política, independencia económica y justicia social, de la resistencia contra la penetración imperialista y la cultura del vacío consumista, vemos a cada paso la presencia de millares de hijos de la Iglesia, desde laicos hasta obispos, que luchan y lucharon hermanados con las organizaciones del Pueblo, muchas veces incluso aportando a su nacimiento. Ellos fueron silenciados, con Francisco recuperan su voz. ¡Las nuevas generaciones deben conocer esta historia! ¡Que no nos vengan a contar los liberales ilustrados del primer mundo la historia de Nuestramérica!

Más allá de los prejuicios inducidos o el ocultamiento de la historia social, existen hoy cuestionamientos hacia la posición de la Iglesia en temas de plena vigencia como el aborto, la despenalización de las drogas o el matrimonio entre personas del mismo sexo. No es este el espacio para discutir a fondo ninguno de estas cuestiones, que no son tan obvias ni sencillas ni tienen lecturas unívocas ni están exentas de promotores en los centros de poder. Sí es importante entender que estas contradicciones no deben ser obstáculos para la unidad del campo popular en esta etapa y esa unidad, claro está, incluye a los católicos comprometidos.

Nuestra misión como movimientos populares es, creo, ver más allá de estas contradicciones inducidas, apuntar al tema de fondo y unir todas las fuerzas para trastocar la estructura de poder económico, social, cultural y político. Como dice Stédile: el capital tiene el dinero, el imperio tiene las armas, los pueblos tenemos el número. Si nos dividen con estas cosas, no podremos derrotar a nuestro poderoso enemigo que sigue amasando ganancias a costa del sufrimiento y la exclusión de nuestros compañeros.

Basta de falsos antagonismos, reagrupemos globalmente las fuerzas populares para derrotar al capitalismo y construir una sociedad de hermanos, la cooperación entre los militantes revolucionarios y la Iglesia Católica franciscana es una tarea estratégica. Tenemos un gran aliado y hay que aprovechar el momento. ¡Unidad, unidad, unidad debe ser nuestra divisa! ¡Arriba los pobres del mundo!

- Juan Grabois, abogado argentino, es docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), militante del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y miembro de la coordinación nacional de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). En el marco de las luchas sociales argentinas desarrolló una estrecha relación con el entonces cardenal Jorge Bergoglio. Actualmente, colabora con Francisco en la promoción de las organizaciones populares de base y la lucha contra la exclusión social.

Notas:
[1] http://cartoneando.org.ar/content/homil%C3%ADas-de-francisco-i-desde-2008-2013-en-la-misas-por-los-cartoneros-y-contra-la-trata-lab
[2] http://alainet.org/active/69869
[3] http://www.casinapioiv.va/content/dam/accademia/pdf/sv123/sv123-grabois.pdf
[4]Ver el debate completo en este link: http://www.casinapioiv.va/content/accademia/en/publications/scriptavaria/excluded.html
[5] http://actualidad.rt.com/actualidad/view/114192-chomsky-eeuu-asesinar-evangelio-america-latina

URL de este artículo: http://www.alainet.org/active/72325

* Este texto es parte de la revista América Latina en Movimiento, No. 492 (febrero 2014) que trata sobre "Francisco y los signos de los tiempos" http://alainet.org/publica/492.phtml:

Francisco y los signos de los tiempos
América Latina en Movimiento
No. 492, febrero 2014

En la era de Francisco
Osvaldo León

Francisco: Sorpresa en la escena internacional
Alberto Rabilotta

Francisco y los tiempos de América Latina
Fortunato Mallimaci e Imelda Vega-Centeno

Francisco ¿un fenómeno mediático?
Washington Uranga

La espada de Bolívar llega al Vaticano
Juan Grabois

El Papa Francisco y la Teología de la Liberación
Estamos en tiempos del Evangelio
Marcelo Barros

Bajo el pontificado de Francisco
La posibilidad teológica de una refundación de la Iglesia
Leonardo Boff

Francisco y los cambios en la Iglesia Católica
Frei Betto

Nuevo Estilo Evangelizador del Papa Francisco
Benjamín Forcano

Aspiraciones de los pueblos originarios:
El nuevo amanecer: un grito de “buen vivir/buen convivir”
Ernestina López Bac

El Papa Francisco y el ecumenismo
Felipe Adolf



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En el utero de la política: chavismo y feminismo

Hace varios años la Misión Vuelvan Caras, a la cabeza de otros programas del Gobierno, desarrolló una línea de trabajo para fortalecer una política que apoyara la participación masiva de las mujeres en las misiones sociales. Era el año 2005 y el proyecto de desarrollo endógeno, bandera de la revolución socialista por unos años, contabilizaba 64% de participación de mujeres. En la efervescencia revolucionaria el fenómeno parecía prometer importantes transformaciones culturales.

En ese entonces ya era evidente que esta respuesta masiva podía tener un alcance real en lo político y un impacto determinante en la subjetividad. Su éxito dependía de que el movimiento popular se apropiara de este proceso y, entre otras acciones, abriera una línea de reflexión feminista que, a la par, obligara a la estructura del Estado a avanzar hacia un modelo equitativo. Pero entre la izquierda venezolana predomina una corriente decididamente antifeminista que rechazó una y otra vez la posibilidad de pensar los problemas sociales relacionados con la ­división sexual del trabajo y los recursos, por no hablar del reparto simbólico e intelectual entre los sexos.

Los años prometedores quedaron atrás y, sin embargo, el fenómeno de feminización de la base chavista no se detuvo. Si bien la absorción veloz del movimiento popular por el aparato burocrático traza la ruta del ocaso de las grandes promesas bolivarianas, la base sigue fiel al Gobierno, aunque cada vez más lejos de tener una producción semántica independiente. En el caso concreto de la feminización de las bases, se advierte la emergencia de una modalidad de poder que merecería una profunda intervención crítica para atajar su deriva normativa y conformista.

Cuando Chávez se declaró feminista, le dio consistencia al malestar social que proviene de la dominación sexual y de la violencia, misógina y sexualizante, que se practica en todas las esferas de la vida pública venezolana. Esta declaración contrarrestó la satanización histórica del feminismo entre la izquierda. Pero el efecto irrepetible quedó sofocado por la dirección normativa del feminismo de Chávez, resumido en el juramento que el presidente hizo repetir a sus seguidoras: jurar por Dios parir y amamantar a los hijos de la patria. Entre el útero de la patria y el culto a la madre quedaron afianzados los vectores conservadores de la gestión de los sexos en la Revolución bolivariana.

Hegemonía conservadora

Dentro de las filas del chavismo han florecido numerosos colectivos de mujeres. La mayoría ha propuesto agendas de acción independientes y han interpelado al Estado con éxito en diversas oportunidades. Por lo general, han sido mejor escuchados cuando sus demandas no excedían el marco de la lucha por los derechos reproductivos. Otras exigencias, como la despenalización del aborto, por ejemplo, se han visto truncadas frente a la hegemonía conservadora del Gobierno. Pero la feminización de la base atañe a una lógica diferente de la de los colectivos organizados.

La feminización del chavismo es el efecto de identificación masiva de las mujeres producto de la modulación de la afectividad, del llamado directo a su rol de madres –y ahora de hijas– y del requerimiento de proyectar en la polis su –supuesto– don de ternura y amor. Experiencias previas del movimiento de mujeres han visto reencauzadas sus fuerzas hacia las labores de cuidado y servidumbre bajo lemas como “Las mujeres hacen Patria”. Al encumbrar al pueblo como modelo ideal de sí mismo, el chavismo ha creado su mayor fortaleza y su callejón sin salida Las resonancias con el caso bolivariano son obvias y podrían aportar pistas para repensar el destino de éste y otros aspectos de la subjetividad, pues el porvenir de cambios sociales profundos penden de los usos políticos que se hagan de las prácticas del cuerpo y los afectos.

Hasta ahora, se ha explotado el levantamiento de la moral de las bases en versiones de culto sexista cuyos principios se alejan de lenguajes emancipadores. Los discursos que se dirigen a fortalecer el perfil de una supuesta mujer guerrera, madre y trabajadora sin descanso, le ofrecen la incorporación al cuerpo de la nación en tanto paridoras. En simultáneo, se fortalecen los dispositivos que incitan y celebran el talante de “la mujer venezolana” bajo un modelo sexualizante que ha convencido a las mujeres del Caribe de ser las más agraciadas del universo.

Así es que, en nuestra cultura, el seno materno comparte lugar con el implante de silicona. Buena parte de las bases populares aspira a –o ya ha practicado– la modificación corporal bajo parámetros más bien comerciales. Los programas de hipersexualización que hay detrás están cada vez más extendidos y jamás encontraron obstáculos reales en la política bolivariana. Acá se solapan la vocación popular del proceso político y las estrategias chavistas que han apostado a filtrar elementos de márketing envueltos en supuestos lenguajes revolucionarios, neutralizando sistemáticamente las posturas críticas frente a esto. La Revo­lución bolivariana pudo haber des­plegado polí­ticas que subvirtieran esos paradigmas estereotipados o pudo jugar a infiltrarse en ellos para fortalecer su base. Hasta ahora sigue ponderando la segunda vertiente.

Para completar ese engranaje, entre las mujeres del Gobierno se advierte la falta de gramáticas próximas al feminismo o una visión de ­género amplia, que desafíe estos discursos.

Contradicciones

El fenómeno de las mujeres chavistas, y las políticas que lo empujan, sigue adelante intensificando tecnologías de género convencionales, que muestran la dimensión del equívoco que se ha producido al instrumentalizar la idiosincrasia como ­supuesto índice revolucionario y al poner énfasis celebratorio en las costumbres y los hábitos antes que apostar por la transformación de estos.

Al encumbrar al pueblo como modelo ideal de sí mismo, el chavismo ha creado su mayor fortaleza y su callejón sin salida. Efecto evidente en el uso que se ha hecho de los lenguajes populares y de las representaciones que se le atribuyen al pueblo, a los jóvenes, etc. Es­te­reotipos y sobredimensiones que inflaman un relato de insurgencia que contrasta con el cuerpo vivo, tremendamente penetrado por la cultura de masas, el consumismo y los hábitos de mercado.

Hoy quizá la intervención radical de una política que se aleje de las gestiones de despacho podría interrumpir la lógica normalizante que se hizo hegemónica en el proceso bolivariano.



España/ Amelia Valcárcel:"El feminismo es uno de los grandes pensamientos de la modernidad"


La filósofa asturiana presenta en el Senado la reedición de su obra "Sexo y filosofía. Sobre mujer y poder", que escribió en el año 1991


La presentación, ayer en el Senado, de la reedición del libro de Amelia Valcárcel, "Sexo y filosofía. Sobre mujer y poder", escrito en 1991 y que enseguida se convirtió en un libro fundamental en el movimiento feminista español, se transformó en un canto por los derechos de la mujer y un grito firme y rotundo contra la reforma de la Ley del aborto planteada por el Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. "El feminisno pertenece de lleno a la modernidad", clamó Valcárcel, "y es uno de los grandes pensamientos de la modernidad".

En la emblemática sala de la Cámara Alta que recuerda a Clara Campoamor, la mujer que logró en las cortes constituyentes de la Segunda república el derecho al voto para las mujeres, y ante un auditorio compuesto en un noventa y nueve por ciento por mujeres, la que fuera Consejera de Educación y Cultura del Gobierno del Principado y en la actualidad es catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED, miembro del Consejo de Estado, vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado y patrona de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, presentó la reedición de su obra junto a la Secretaria tercera del senado y ex Ministra de Cultura, Carmen Alborch, la editora de libro, Elena Lasheras, la filósofa y escritora, Alicia Miyares y la también escritora y periodista, Nuria Varela, ambas asturianas como Valcárcel.

Miyares aseguró que "Sexo y filosofía..." es la obra que marca el camino da la fuerza teórica al movimiento feminista español a partir del análisis de tres planos como "el poder, el moral y el binomio naturaleza-cultura".

Nuria Varela contó cómo el libro de Amelia Valcárcel "nos marcó a toda una generación y para muchas de nosotras fue el primero de teoría feminista y de filosofía que leíamos". Supuso, continuó la periodista y escritora nacida en Mieres, "entrar en un mundo nuevo y al releerlo ahora lo he vuelto a disfrutar como el primer día". Después de las palabras de Carmen Alborch, que ejerció como presentadora y se deshizo en elogios con Amelia Valcárcel, ésta tomó la palabra para dar las gracias a la editorial Horas y Horas por reeditar la obra, y reivindicar la actualidad de la misma, "su juventud" precisamente, porque "todavía tenemos muchas causas abiertas".

En "Sexo y filosofía. Sobre mujer y poder", Amelia Valcárcel afirma la necesidad de hacer del feminismo una teoría política, una teoría del poder.

El feminismo, explica, "es un hijo no querido de la Ilustración pero no por ello es menos hijo, aunque la Ilustración no lo buscara. Es también algo pariente de las filosofías de la sospecha; es decir, tiene que pensar que en las verdades admitidas hay algo de sinrazón que la razón debe seguir desmontando porque hay muchas sinrazones heredadas; y, por último, el feminismo es una de las claves de libertad más fuertes que ha sido capaz de darse a sí misma la filosofía política, es una de las tradiciones fuertes y respetables de la filosofía política ilustrada occidental".

"Nunca olviden", finalizó Valcárcel, que el feminismo es un internacionalismo y que una cadena es lo fuerte que sea el eslabón más débil. La libertad de las mujeres no está planetariamente conseguida. En este planeta y en muchos sitios nacer mujer es estar condenada al infierno, directamente? No olviden nunca cuál es el contexto general? El feminismo es en la mayor parte del planeta aún hoy una teoría de las libertades elementales y mínimas: que no te casen contra tu voluntad, que no te violen, que no te golpeen, que no te den menos de comer, que no te asesinen por ser niña,? todo eso y mucho más".



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